En medio del vacío opositor, cuyos referentes siguen sin dar señales de reacción, Cristina Kirchner aparece en el centro de la escena como esos boxeadores que "hacen sombra" y no reciben golpes pero que, al mismo tiempo, corren el riesgo de exagerar la confianza que el ejercicio solitario les inyecta.
Bajo estas condiciones, la Presidenta inició la caminata hacia el ring en el que disputará su segundo mandato sabiéndose fuerte por el respaldo popular, pero también consciente de que obtendrá el resultado producto de sus propias decisiones, en una contienda en la que los límites son los que ella misma se pueda imponer.
Sin embargo, el terreno del próximo combate se presenta resbaladizo, dominado por una coyuntura económica inestable y hostil. No será menor, por este motivo, la elección que hará la Presidenta de los colaboradores que la acompañarán en el nuevo período, que comenzará en poco menos de un mes.
Es que todavía está fresco el error que cometió al designar a Martín Lousteau en los días previos a su asunción, el 10 de diciembre de 2007. La impericia del joven economista derivó, sólo tres meses después, en una batalla impensada con el campo que se prolongaría hasta socavar sus propias bases de sustentación.
Por eso la sucesión de Amado Boudou al frente del Ministerio de Economía será vital para definir el curso que pueda adoptar el país en los próximos meses. Aunque hay varios candidatos en danza, fogoneados por distintos sectores internos del Gobierno, la Presidenta todavía no soltó prenda alguna al respecto.
Los candidatos
En este contexto reapareció el nombre de Mario Blejer, un economista de prestigio cuyos contactos en el mundo de las finanzas serían determinantes para la nueva etapa que se abre. Sugestivamente, el ex director del Banco de Inglaterra encabezará la semana próxima un foro en la ciudad de Buenos Aires.
También figuran en la lista de candidatos el secretario de Finanzas, Hernán Lorenzino, el preferido de su actual jefe Boudou; y la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, aunque sus acciones vienen en baja por los cuestionamientos internos y externos que despertaron sus políticas monetarias.
Entre los preferidos de Cristina también se encuentra Bernardo Kliksberg, quien es considerado un pionero en materia de ética para el desarrollo y un experto en la lucha contra la pobreza. Acaba de presentar un libro en el que cuestiona duramente las decisiones económicas de los países centrales.
Cualquiera de ellos deberá afrontar una situación compleja, aunque no alarmante, frente a la salida del sistema de 100 millones de dólares por día que se viene registrando, en promedio, en las últimas dos semanas.
El vaciamiento de las cajas de ahorro en dólares, calculado en 645 millones en la primera semana de noviembre, se convirtió en una práctica corriente. De allí la medida del Banco Central para flexibilizar los encajes y permitir a los bancos disponer de más dólares para abastecer la creciente demanda.
La mira del Gobierno está puesta, además, en las cajas de seguridad. En palabras del presidente de la Unidad de Información Financiera (UIF), José Sbatella, en la Argentina de finales de 2011 "nadie prohíbe tener ahorros en dólares, pero lo que hay que explicar ahora es el origen" de ese dinero.
Gestión y comunicación
La Presidenta cree que el Gobierno tiene problemas de comunicación, aunque los adjudica en buena medida a la pelea que mantiene con el grupo Clarín. Se encamina, en este marco, a elevar el rango de la Secretaría de Comunicaciones, a cargo de Juan Manuel Abal Medina, que pasará a ser un nuevo Ministerio.
Desde allí, el joven funcionario no solamente controlará la comunicación del Gobierno, sino también el avance del proyecto de ley para declarar de interés público la producción de papel para diarios, que afectará seriamente intereses de los diarios Clarín y La Nación. En la mira oficial también está Cablevisión.
Abal Medina estuvo reunido, la semana que pasó, con el titular de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, cuya gestión al frente de la aerolínea de bandera viene siendo fuertemente cuestionada, especialmente por los gremios aeronáuticos, con los que mantiene una dura pelea que termina afectando a los pasajeros.
En la Casa Rosada están convencidos de que Recalde está siendo objeto de operaciones mediáticas, pero en el fondo lo que se percibe es un enfrentamiento entre la agrupación La Cámpora, a la que pertenece el funcionario, con los gremios tradicionales. La tensión entre ambos sectores es más que preocupante.
Los camporistas siguen avanzando en la grilla estatal: ahora intentan desembarcar en la empresa Intercargo, estratégica para el negocio aeroportuario; y postulan al joven economista Iván Heyn para suceder a Guillermo Moreno en la Secretaría de Comercio Interior. Detrás de esas jugadas se encuentra Máximo Kirchner.
Mientras tanto, Cristina define su próximo Gabinete, en el que Florencio Randazzo y Julio de Vido seguirían en sus cargos actuales. El ministro del Interior era un candidato a subir a la Jefatura de Gabinete, pero ese puesto estaría destinado a una figura de corte más progresista.
Por eso algunos mencionan, sorpresivamente, a la ministra Nilda Garré, al tiempo que otros miran hacia la Cancillería, donde Héctor Timerman parece tener el camino despejado luego de que fueran nombrados Jorge Argüello y José María Kreckler como embajadores en Washington y Brasilia, respectivamente.
Distensión política
Con todo, dos gestos recientes del Gobierno pueden ser considerados positivos: el primero de ellos fue la recepción de la jefa de Estado a las nuevas autoridades de la Conferencia Episcopal, con su presidente José María Arancedo a la cabeza, quien sucede tras seis años al arzobispo Jorge Bergoglio.
Arancedo es más proclive que Bergoglio al diálogo con el Gobierno, pero comparte con el cardenal la misma preocupación por la pobreza, la corrupción y la vigencia de la institucionalidad. La semana que pasó, el oficialismo volvió a negar que vaya a impulsar a una reforma constitucional en el próximo período.
El segundo gesto del Gobierno es más difuso, pero tiene que ver con la distensión de la relación que mantiene con Mauricio Macri, el jefe de Gobierno porteño. La negociación por el traspaso del Subterráneo a la Ciudad de Buenos Aires y el entendimiento en el Consejo de la Magistratura ratifican una mejor sintonía.
Macri parece haberse adecuado a las circunstancias, porque está lejos de plantarse como un líder opositor a nivel nacional. Tal vez, su excesiva rivalidad con los gremios docentes y el reciente derrumbe de un edificio del Centro porteño -que desnudó carencias de gestión- le hayan quitado de momento oxígeno para intentarlo.
A su vez, el radicalismo se enfrascó en una interna con fuertes pases de factura, de la que sólo emerge Ricardo Alfonsín para marcar, espaciadamente, sus desacuerdos con el Gobierno. Hermes Binner, del Frente Progresista, se llamó a silencio. Eduardo Duhalde también.
Así, la Presidenta debe adaptarse a un desierto político donde la aridez de ideas de la oposición le presenta el escenario de la soledad para acertar y equivocarse por su propia cuenta.
Mariano Spezzapria
NA