“Este verano el presidente Hugo Chávez ordenó repatriar 190 toneladas de reservas de oro venezolanas que se encontraran depositadas hasta la fecha en Gran Bretaña, Suiza, EE.UU. y Canadá. Venezuela es el primer poseedor de oro de América latina y el quinceavo del mundo. Con 365,8 toneladas.
El funcionario aseguró que no se venderá ‘nada’ del oro: sólo un 10% quedará en Londres para realizar operaciones internacionales. ’El gobierno cree que alguien podría tener acceso al oro, sea por un movimiento de congelamiento de reservas similar al aplicado a Gadafi o por una decisión negativa en los arbitrajes internacionales que enfrenta el país’.
La ‘Mesa de la Unidad Democrática’, dijo el 23 de agosto pasado que: ‘No es probable que el oro fuera de Venezuela se pierda porque las instituciones que lo conserven quiebren, pero sí es probable que un Gobierno que gasta las reservas del Banco Central de Venezuela sin pagarlas disponga del oro y oculte el verdadero nivel de las reservas al país’.
‘La pérdida de confianza en el BCV, dentro y fuera de Venezuela, no tiene que ver con la fortaleza de lo que hay en sus bóvedas, sino con la de su directorio’, añadió la ‘Mesa de la Unidad Democrática’”. Así aparece un cable fechado en Madrid el 31 de octubre de 2011 por el sitio Oro y Finanzas.
Esta noticia, que informa sobre la decisión del gobernante venezolano de repatriar las toneladas de oro depositadas en el exterior, debe ser un llamado de atención, pues las vinculaciones del mismo con la banca internacional, por sus cuantiosos depósitos de dólares, le habrán advertido sobre los futuros pasos monetarios en la superación de la crisis presente.
En nuestro caso, sería necesario comunicar a la ciudadanía si las casi 55 toneladas de oro que componen parte de las reservas están depositadas físicamente en el Banco Central o si parte de ellas están representadas por certificados emitidos por bancos extranjeros y se encuentran materialmente en el exterior.
En ese caso habría que seguir el ejemplo del gobierno venezolano y repatriar el oro antes de que esos depósitos en el exterior sean considerados como contribución nacional a la solución de la crisis global, teniendo en cuenta nuestra calificación determinada por un default.
Hablando de desconfianzas, Ron Paul congresista republicano de Texas y actual presidente del Subcomité de Política Monetaria del Congreso de EEUU, ha solicitado a la administración que se realice una auditoría sobre la pureza de los 700.000 lingotes de oro guardados en Fort Knox. Hay quienes suponen que se han vendido las reservas de oro en secreto y las han reemplazado con lingotes de tungsteno, pues no se ha realizado oficialmente una auditoria desde los años 50. ¿Será necesario hacer lo mismo con nuestras reservas de oro?
De acuerdo a la situación de crisis internacional, abría que sugerir a los administradores de turno que las tan promovidas “reservas de libre disponibilidad” en dólares sin respaldo, sean destinadas a la compra de oro, como lo hacen los países serios como el caso de China, que de exportador de oro se convirtió últimamente en importador compulsivo. De hacerlo, se incrementará el valor de las reservas de acuerdo a los precios de mercado que se espera continúen subiendo. De no hacerlo se habrá perdido una excelente oportunidad de generar confianza en el país, y los responsables no podrán alegar desconocimiento.
Una medida coherente con lo propuesto es prohibir la exportación de oro debido a su condición de elemento crítico en una circunstancia internacional demasiado peligrosa para las administraciones distraídas. Si la prohibición fue determinada para granos, con mayor razón lo debe ser para el oro y la plata.
Ello también nos lleva a preguntarnos si los controles sobre la producción de oro son los adecuados para una Nación que debe cobrar derechos sobre el resultado físico y comprobable de la explotación. Además y suponiendo que la producción sale por nuestro país y no se deriva hacia algún país vecino, sería conveniente que el ciudadano argentino esté informado sobre el valor de lo exportado y el resultado favorable que le aporta esa actividad extractiva.
No dudo que los administradores, que reaccionaron rápidamente frente al aumento de precio de la soja disponiendo una retención extra frente al buen negocio, demuestren su coherencia haciendo exactamente lo mismo con la producción de oro y de plata. De no hacerlo quedaría en la ciudadanía la sensación de sospecha de que los compromisos con los productores mineros no son los mismos que con los productores agrarios.
Ignacio P.Beltrán
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