De acuerdo a lo informado por la prensa especializada, el FMI en su publicación periódica señaló que la Argentina compró 7 toneladas de oro para incorporar a sus reservas, con lo que las incrementó a 61,74 toneladas, en septiembre del año pasado, cuando el precio del metal al contado trepó a un record histórico de U$S 1.920,30 por onza.
La operación se habría cerrado en U$S 402 millones pero, como todos sabemos, Clarín ahora miente y el FMI debe estar en la misma línea, por lo menos hasta que nos conceda un nuevo préstamo salvador. Por eso es que sería conveniente para preservar la credibilidad del ciudadano en el gobierno, que éste, a través de sus funcionarios, contestara algunas preguntas.
Por ejemplo: ¿Cuándo se hizo la operación? ¿Con qué vendedor? ¿Qué precio se aceptó? ¿Cuánto se invirtió? ¿Dónde está el oro?
A un especialista, estas preguntas pueden parecerle obvias, sin embargo para quienes no conocemos la mecánica operativa son imprescindibles las respuestas pues disipan dudas y esclarecen malas interpretaciones.
De no surgir las respuestas creíbles, nos quedará la sensación de que los funcionarios intervinientes, el ministro de economía, la titular del Banco Central, los asesores, no se dieron cuenta que el precio estaba muy elevado y que se esperaba una caída del mismo. Hoy, por ejemplo, el último precio conocido es de U$S 1.660 por onza troy.
Por lo tanto la diferencia de la pérdida al día de hoy es de unos U$S 60 millones aproximadamente. Quienes sostienen que es fácil hacer los cálculos cuando los hechos ya ocurrieron, los invito a consultar los pronósticos sobre precios futuros de aquellos meses.
No faltará el mal pensado que sugiera que entre el vendedor especialista en el mercado y el comprador “desinformado” se haya hecho una operación a futuro corto en la cual se compró al precio alto y el oro se recibiría cuando la cotización bajara. En esos casos la alegría de los vendedores los vuelve generosos con los gestores.
Queda por aclarar si se compró oro físico o el conocido oro/papel, es decir certificados que acreditan la titularidad del oro, pero que en tiempos de crisis como los que se vienen pasan a ser papeles con un valor nulo, porque todo oro físico se convierte en indisponible para el comprador, es especial si en el lugar de depósito sólo se reconoce a la empresa vendedora como titular de los lingotes.
El oro, ¿estará en Nueva York, junto con las reservas que corren el riesgo de ser embargadas por los acreedores? ¿Qué esperamos para repatriar el oro físico como hizo el Bolivariano Chávez, que puede tener muchos defectos pero no es estúpido?
Queda la duda de si la operación de compra de oro, que no se realiza desde hace 7 años cuando los precios estaban muy bajos, se volverá repetitiva con las “reservas de libre disponibilidad” que a partir de la modificación de la carta orgánica del Banco Central parece ser que, de hecho, estarán más disponibles que nunca.
Si yo fuera un paranoico que sospecha de conspiraciones hasta podría elaborar que el grupo financiero internacional que vendió el oro y lo tiene a buen recaudo intentará incrementar sus activos aprovechando la “desinformación” de algunos funcionarios y la idiotez de muchos argentinos. ¿Será por eso que Chávez no quiere saber nada de cerrar operaciones con ese grupo de usureros de las finanzas internacionales que siempre caen parados?
Creo que lo más conveniente sería prohibir las exportaciones de oro y de plata, que las empresas mineras deban vendérselo a la Nación a los precios que señale Moreno de manera tal que se incrementarán las reservas metálicas y las tendremos en la bóveda del Central.
Todas estas dudas quedarían respondidas si hubiera funcionarios dispuestos a dar la cara como corresponde, aceptando debates y dejando que aflore la verdad, antes de que se termine la credibilidad en los gobiernos y volvamos a vivir horas trágicas.
Unas líneas para los jóvenes profesionales de La Cámpora. No dudo de las buenas intensiones de muchos de ustedes y de su deseo de limpiar al país de todo lo que le impide despegar. Coincidimos en esa aspiración.
Desde su jefatura les reiteran que van por todo y que el intervencionismo estatal ordenará a las empresas públicas o privadas.
Si quieren resultar creíbles para una sociedad que ha visto un continuo desfile de buenas intensiones, empiecen a limpiar y ordenar por la institución Estado: Anses, BCRA, AFIP, Aduana, ministerios, etc. Luego, pueden dedicarse a los privados que valorarán el éxito que tengan, porque la corrupción privada es reflejo y necesita imprescindiblemente de la corrupción estatal.
Si lo logran serán una solución, sino formarán parte del problema a solucionar.
Ignacio P. Beltrán