Según la teología con veleidades de ser una ciencia, su dios crea no sólo hombres, y animales como vinchucas, chinches, pulgas, garrapatas, tenias, alacranes, cucarachas, tigres, y leones come gentes…, bacterias y virus patógenos, y vegetales saludables o nocivos y un largo etc., sino también seres inmateriales, puros espíritus simples con libre albedrío. Según el mito judeocristiano por ejemplo, uno de esos sutiles e imponderables seres protagonizó cierta vez un episodio de rebelión, transformándose desde ese entonces en el ser maligno por excelencia, el llamado “príncipe de los demonios”, quien toma para sí una cohorte de adeptos también espirituales arrastrándolos hacia su “causa”. (Lindo cuentito para niños de corta edad, al estilo de “Las mil y una noches”, ¿no es cierto, señores lectores racionalistas?).
Todos los creyentes de ese signo aceptan a un ser perverso que trata por todos los medios de atraer voluntades humanas, recurriendo a la tentación. (Más infantil todo esto no puede ser, pero así es la teología tenida por una auténtica ciencia).
Trato de este supuesto ente satánico en este artículo, porque es considerado superior al hombre en poderes, y podría ser tomado por una especie de dios.
Pero… ¿alguien se ha interrogado acerca de los motivos de la rebelión de este supuesto ente?
¿Lo habría hecho por envidia para obtener poderes y ser como su creador? Según los “sabios” teólogos parece ser así.
Pero el querer gobernar a otros sin ser a su vez gobernado por un superior, y sin sujetarse a él, es el pecado de soberbia y esto huele a puro antropomorfismo.
No obstante sigamos la corriente. Si ha sido para adquirir poder a sabiendas de que nunca lo iba a lograr en plenitud, entonces su conducta resulta ser absurda.
¿Cómo podría pensar jamás, que alguna vez llegaría a ser capaz de dominar a su todopoderoso dios; ni tan siquiera igualarlo en poderes, siendo éste absolutamente todopoderoso creador de jerarquías inferiores dentro de las cuales el rebelde estaba comprendido?
Esto lo sabe la teología y lo debiera saber también el supuesto ángel malo. Todo su esfuerzo sería en vano al tener su suerte ya sellada como ser inferior destinado a la caída final, y se trataría de un ente verdaderamente temerario, sino tonto.
Continuando con este cuentito para niños, ¿Qué otro motivo podría haberlo impulsado a rebelarse? ¿Acaso una disconformidad con la creación de su dios? ¿Se habría dado cuenta de que este mundo podría ser mucho mejor, sin crueldades en la naturaleza, sin enfermedades ni accidentes, ni dolor alguno e injusticias para las criaturas?
Amparado así en razones éticas, ¿se habría atrevido a hacer frente a su dios creador con travesuras y arrastres de las almas hacía un candente infierno?
Está claro que, siendo Jehová la causa de todas las cosas y presente en todas ellas, según escribió el teólogo medieval Tomás de Aquino en su Suma contra los gentiles: “… si existen algunas formas fuera de Dios, necesariamente han sido producidas por él” (Libro I, cap. 51; “Todo cuanto existe, existe por Dios” (Libro II, cap. XV); “Dios está en todas partes y en todas las cosas” (Libro III, cap. LXVIII), entonces podemos presumir que ese dios es quien ha comandado huestes, carros de guerra, caballerías, ejércitos con espadas o lanzas… y que también como causa que se refleja en sus efectos y se halla en ellos, “ha estado presente” en los cañones, tanques de guerra, bombarderos… armas nucleares, etc. En consecuencia, ¿cómo no iba a rebelarse Satanás si por acaso disentía con todo eso?
¿Entonces el mejor intencionado sería Satanás y no su creador belicoso y cruel? ¡Esto parece ser una extravagancia! (O más bien un cuento para niños).
Si por otra parte, según otra idea alejada de Tomás de Aquino, ese supuesto creador no estuviera en todas las cosas sino separado de ellas y sin ser causa directa de cuantos obran, de igual modo, ¿no sería Satanás el mejor ante un dios indolente, insensible frente al dolor, quien deja librada al azar a la naturaleza que procede por tanteos y es oportunista?
¿El rebelde habría concebido un mundo mejor a lograrse mediante acción directa, obviando obstáculos para eliminar todo dolor e injusticia en el planeta entero mediante una poderosa intervención? ¿Y todo en la confianza infinita de que su dios le respetaría su libre albedrío hasta el final aun siendo inferior a él?
¿Satán tratando de eliminar el mal en el mundo con el fin de perfeccionar la defectuosa creación de su dios, la quiere destruir primero, o socavar “ablandando” a su creador mediante sus “diabluras”, para una vez arruinada su obra, crear un mundo de puro bien, amor y justicia?
¿Trataría de obtener sus prosélitos mediante un ardid? ¿Buscaría perder tan sólo transitoriamente a los hombres caídos en su trampa, condenados por su dios al “tormento perpetuo” (que no sería tal, sino provisorio) para una vez “ablandado” éste y logrado el triunfo satánico, escudado tras la ética, rescatarlos, redimirlos y transformarlos en seres buenos?
¿Inicuos, criminales y toda clase de seres abyectos transformándose en ángeles buenos?
¿El malo sería el bueno y viceversa, el “bueno” sería el malo?
(Pido perdón ante los lectores racionalistas que se reirán de mí a carcajadas por ocuparme de estos mitos judeocristianos tan baladíes, pero creo necesario tocar este tema tan ligado a la creencia en el bien y el mal obrados por dos entes antagónicos de la mitología antigua).
Sin embargo, esta supuesta farsa provisoria montada por semejante ente, no nos convence en absoluto. Su procedimiento inmoral se nos figura totalmente repugnante por más loables propósitos que albergara.
Este supuesto ser maquiavélico don Satanás, que no hesita en emplear los recursos ás viles inmorales y repugnantes para lograr alguna vez un excelso objetivo, no puede ser aceptado por mente recta alguna.
Por más que se tratara de una farsa provisoria con su posterior recompensa; de una comedia orquestada por un “enmascarado” ser “bueno”, ello no justificaría de ningún modo el horror del sufrimiento sin límites experimentado como real y desesperante por la criatura humana, víctima de los seres “poseídos por un ente maligno”.
Refiriéndonos una vez más al antagonista del dios bueno, denominado Luzbel: ¿Cómo podríamos concebir como bien intencionado a un ser que no obstante desear el bien absoluto para las criaturas, se vale del mal y asume el papel de malvado villano en el mundo?
Satán no puede existir de ningún modo. Pero su dios creador tampoco, salvo como fruto de la imaginación fantasiosa. Ambas existencias son contradictorias.
El demonio no puede existir porque siendo inferior a su todopoderoso creador, todo intento de dominio sobre su creador sería vano sino estúpido y ridículo.
Por todo lo dicho, me causa risa cuando oigo o leo relatos de satanismos, brujerías, hechos milagrosos, apariciones de vírgenes en diversos santuarios del mundo judeocristiano, (nunca entre los chinos, hindúes, árabes y otros pueblos no católicos) ángeles (buenos o malos), diablos amenazantes o tentadores, y otras pamplinas creídas por gentes con pocas luces.
Como corolario, mis convicciones fundamentadas en las Ciencias Naturales y otras, me impulsan a rechazar la existencia de toda suerte de seres espirituales, tanto benignos como malignos, y sólo me resta aconsejar a todos los lectores de este artículo que se comporten lo mejor posible en esta única vida que tenemos, en solidaridad plena, ayuda mutua, en un mundo cosmopolita sin naciones antagonistas, ni ideologías extraviadas, respetando toda la ecología planetaria. Así viviremos mejor y en paz.
Ladislao Vadas