Hace algunos años atrás, si algún autor respetable llegaba a insertar en su obra la creencia en vida extraterrestre y la defendía, hubiera pasado de inmediato a la categoría de pensador poco serio, fantasioso o quizás fatuo.
Sin embargo hoy día, eminentes científicos no hesitan en defender tal hipótesis, y así teníamos, por ejemplo, al brillante astrónomo Carl Sagan, que hizo la entusiasta defensa de la hipótesis de que la vida y las civilizaciones, son fenómenos multiplicados en el universo; como también el astrónomo Hoyle sostuvo firmemente que la vida es un fenómeno común en el cosmos.
Estas ideas han motivado el envío de mensajes al espacio fuera del sistema planetario con el fin de poder ser eventualmente detectados por alguna civilización alienígena de nuestra Vía Láctea o de otras galaxias. Y esto ha motivado que se haya rastreado el espacio exterior en forma constante mediante potente instrumental, para captar algún mensaje codificado de alguna civilización extraterrestre.
De modo que, si incluyo este tema en este artículo antiteológico, creo que es legítimo y que no por ello mi pensamiento perderá el carácter de seriedad con que he tratado el tema hasta el presente.
La teoría de la evolución química de la vida llega rápidamente a la categoría de ser un hecho, como lo es la evolución de las especies vivientes, antes creídas como criaturas de un dios omnipotente.
Si con unos 40 elementos químicos entre los 92 existentes en la Tierra, se ha generado la vida en nuestro planeta, y basados en que “nuestro” universo de galaxias está compuesto de los mismos elementos químicos según experiencias espectroscópicas y en virtud de la casi inconcebible cantidad de soles, muchos de ellos sin duda acompañados de planetas (según se desprende de las trayectorias sinuosas de muchas estrellas atraídas por invisibles masas) que pueblan este universo, es fácil, para algunos, concluir en que la vida debe ser un fenómeno repetido fuera de la Tierra.
Son muchos los astrónomos y biólogos que llegan hoy a esta conclusión.
Ahora bien. ¿Qué tiene que ver esto con la teología o con la antiteología?, se preguntará el lector.
Quizás con esa teología que idealiza a un dios infinito, único, absoluto y perfecto no, pero sí con la posibilidad de la existencia de dioses no todopoderosos ni infinitos.
Efectivamente. Después de lo que he expuesto a lo largo de mis artículos sobre el tema, sólo me queda una posibilidad respecto a la existencia de lo que el hombre da en llamar dioses. Los únicos “dioses” posibles son los naturales, originados en planetas biógenos.
¿Pero qué clases de dioses podrían ser estos?
Veamos este ejemplo. Si con nuestra tecnología nos trasladáramos a un lugar del pasado, de los pocos que aún quedan en el planeta en donde existían reductos de nativos de vida primitiva que han contactado con elementos de la civilización, y nos presentáramos ante ellos, en sus chozas, con un aparato de televisión comandado por control remoto, verdaderamente creerían que somos magos. Si luego captáramos sus imágenes en un videotape para proyectarlas de inmediato en la pantalla a fin de que los personajes se vieran allí actuando y hablando, no cabrían en su asombro. Si grabáramos sus voces en cinta magnética para reproducirlas luego “misteriosamente” moviendo objetos a distancia mediante señales electromagnéticas y otros “prodigios”, podríamos convertirnos en verdaderos dioses para esas gentes incultas.
Lo mismo acontecería si un supuesto extraterrestre que nos aventajase en mil años de civilización, se presentara ante nosotros y nos mostrara incomprensibles prodigios tecnológicos que tomaríamos por milagros.
Ante esta clase de seres, pareceríamos algo así como animales muy inferiores. A su vez ellos para nosotros, representarían ser verdaderos dioses.
Supongamos, como lo suponía el entusiasta astrónomo Carl Sagan, que por evolución química de la vida se hayan formado en nuestra Vía Láctea o en otras galaxias vecinas, otras civilizaciones más adelantadas que la nuestra. ¿Cuál podría ser el límite para la inteligencia?
Estoy convencido de que el hombre no es el corolario de la evolución en el universo, y que por el contrario continúa mutando genéticamente y por ende transformándose a lo largo de las generaciones. Esta transformación natural, puede luego acelerarse una vez que el hombre o cualquier otro ser inteligente de otro planeta de alguna lejana galaxia, haya arribado al perfecto conocimiento de los mecanismos hereditarios.
Por ejemplo, aquí en la Tierra, ya se habla hace unos años de ingeniería genética y manipuleo de los códigos genéticos, con incalculables proyecciones hacia el futuro para mejorar a la especia humana.
Si todo componente somático es heredable, también lo debe ser la capacidad intelectual.
Supongamos que otras formas de vida inteligente, mucho más avanzadas científica y tecnológicamente que nosotros, hayan logrado el dominio total de sus propios cuerpos y psique mediante el comando genético.
¿Hasta dónde podrían haber incrementado su inteligencia? ¿Podrían haberla duplicado, triplicado… decuplicado… con respecto a nosotros? Esto último parece una barbaridad; sin embargo creo que no tiene por qué haber un límite en las posibilidades de incremento de la capacidad psíquica.
El tránsito de la inteligencia del hombre hacia la de los supuestos dioses productos de la evolución, se podría comparar con el tránsito del cerebro de un pez hacia el hombre.
Y… efectivamente, para nosotros un ser que poseyera un cerebro cien veces más inteligente que el más inteligente de los humanos, no sería otra cosa que un dios de “carne y hueso” o quizás de otro material biológico desconocido en la Tierra.
Pero… ¿consistirían aún en eso? Es decir, ¿seres corpóreos, sólidos con formas definidas? ¿O se trataría ya de puros paquetes de energía organizada con inteligencia, capaces de desplegarse en acciones sobre su medio material y energético, o de replegarse en un haz que pudiera viajar a la velocidad de la luz? ¿Pura fantasía?
Por supuesto que un psiquismo pura energía organizada independizada de la materia podría poseer un amplio dominio sobre ésta y tomarla a discreción para “darse el ser”, cual maquinaria robótica que por si sola tomara combustible del ambiente o como lo hace el ser viviente terráqueo autótrofo quien toma alimentos, agua y oxígeno del entorno para “darse el ser”.
Esas formas energéticas libres de todo cuerpo orgánico, aunque dependientes de moléculas, átomos o energía circundante “para alimentar su ser”, serían ya verdaderos dioses capaces de obrar sobre el entorno para crear cosas, mundos y seres vivientes.
Sin artefacto alguno, como conjunto de energía pura, podrían transferirse a cualquier lugar y por doquier, quizás respetando la velocidad máxima que es la de la luz (o al menos la que hasta hoy se acepta como insuperable).
Una vez transferidas esas formas, y luego ya desplegadas, podrían actuar sobre el medio creando mundos artificiales con los materiales galácticos a su alcance.
¿Son posibles estos quiméricos seres? ¿Seremos nosotros, en un caso, el producto del accionar de semejantes dioses energéticos del espacio exterior? ¿O, en otro caso, productos sí de una evolución natural, pero iniciada ésta a partir de una “siembra” de células primarias que contienen códigos genéticos realizada por dioses extraterrestres? ¿La teoría de la panspermia tendría entones visos de realidad?
En este caso se trataría de una panspermia inteligentemente dirigida y la siembra de vida sobre la faz de nuestro planeta, no sería obra del acaso.
¿Una siembra adrede de células destinadas a evolucionar y abandonadas luego al albur?
¡No! ¡Demasiada especulación muy alejada de la Ciencia Experimental!
Aquí realmente se rompe abruptamente este sueño fantasioso de ser nosotros, quizás el producto calculado por supuestas inteligencias cósmicas, como creen algunos.
Se desvanece este espejismo de esta especie de panspermia inteligentemente realizada porque, efectivamente en el primer caso, ¿dónde es posible notar dirección, gobierno o sostenimiento alguno de la vida vegetal animal y de toda la Humanidad, cuando vemos que todo marcha a la deriva según ya he hecho notar en artículos anteriores?
Si por otra parte, en otro caso, fuimos programados y luego abandonados por errantes dioses energéticos, ¿cómo queda ante nosotros, seres sensibles, la moral y la sensibilidad de semejantes dioses sembradores de vida en las galaxias?
Si se trata de inteligencias que nos superan en decenas de veces en capacidad, ¿habrían omitido perfeccionar sus propias capacidades éticas y sus virtudes, entre éstas la misericordia y la justicia?
¿Cómo unos seres tan evolucionados podrían programar una Humanidad en el código genético de las primeras células destinadas a evolucionar calculando la misma evolución de la vida hasta el hombre, para luego dejar abandonado a éste frente a los accidentes, el cáncer, el hambre, el error, la ignorancia, las guerras de exterminio y muchas cosas más?
¿O es que lejos de haber sido abandonados, somos sus objetos de observación y estudio? Esto es más que dudoso, pues, aun con menos razón podríamos aceptar ser vigilados por semejantes dioses “buenos” (como suponen algunos que creen en visitas periódicas a nuestro planeta por parte de extraterrestres que obran prodigios).
¿Cómo se explicaría en este caso la total indiferencia de semejantes inteligencias superiores frente a la primera y segunda guerras mundiales con sus injustas atrocidades, durante las cuales, pobres soldados y civiles fueron mutilados, y entre estos últimos, también inocentes niños de todas las edades?
¿O es que esto dioses son una especie de sádicos cósmicos, o amantes del espectáculo cruel, como aquellos romanos que gozaban con las luchas a muerte de los gladiadores o el sacrificio de los primeros cristianos?
Mal podríamos denominar como supercivilizados a semejantes engendros que dieran muestra de tan monstruosa impiedad. ¿Seres superiores que no se conduelen en lo más mínimo frente al dolor y las injusticias que padece la Humanidad, pudiendo intervenir con sus poderes correctivos que se supone debieran poseer junto con los creativos al realizar visitas periódicas a la Tierra (según algunos “platillistas”) para conocer cómo van nuestros asuntos?
Estos supuestos seres insensibles, incapaces de detener una guerra nuclear de exterminio, tal como tampoco lo han hecho con ninguna guerra de las innumerables que azotaron a la especie humana a lo largo de todos los tiempos, si existieran no pueden ser elevados a la categoría de dioses buenos y perfectos, sino tan sólo a la de suprainteligencias defectuosas, abortos cósmicos indiferentes al dolor y la injusticia.
Ladislao Vadas