El gran Alejandro de Macedonia acostumbraba decir: “Quien no conoce el pasado, mal podrá entender su presente”.
Los argentinos no solo padecemos la desmemoria, sino que, en estos últimos 40 o 50 años nos hemos vuelto un pueblo de burros.
Y no ya de dirigentes de mayor o menor importancia que caen en dicha condición, sino, la misma mass media, esa clase que forma los intersticios de la estructura social total: tenemos periodistas burros, estudiante burros, docentes burros, sindicalistas burros y políticos ídem.
Se podrá ser burro pero, de donde no se puede regresar, al menos en política, es de la falta de viveza, y esa quizá sea la mayor arma del kirchnerismo, viveza antes que inteligencia, yerba para un rato, que se debe renovar en cada cebadura.
En los últimos días, se ha comenzado a notar cómo el periodismo y la gran masa de la denominada —mal llamada “opinión pública”— ha comenzado a dar por cierto que existe en el país una supuesta “oposición” que comenzaría a desarrollarse desde parte del oficialismo: el sindicalismo de Moyano.
Aquí valga el paréntesis para observar que nuestro país a aniquilado a la oposición, siendo que, desde posiciones ventajosas unipersonales, los opositores simplemente se han verticalizado y han trasvasado en mayor o menor medida al kirchnerismo o al PRO.
A nivel nacional señalaremos dos de cientos de casos: 1) El “pase” borocotizado de Eduardo Epszteyn, quien abandonó vorazmente a su mentor Ibarra, quien lo transformó no solo en ministro, sino dos veces en diputado local, para reclamar en las mieses K; y 2) el del ex legislador Cantero, radical él, que saltó del ARI también a las filas del kirchnerismo. Impresentables.
En el caso del PRO, no solo se nutre dicha indefinida fuerza política de lo más variopinto de la clase política, punteros y punteritos peronistas, radicales, indefinidos —o “independientes”— vecinalistas, apuntadores de intereses, arribistas, dirigentes del futbol de dudoso pasado, punteros de asentamientos —sigue la lista— muchos de ellos radicales, sino, que ha adquirido al ex izquierdista Raúl “colorado” Fernández, antes Grosso, antes Frente Grande, antes Ibarra, antes Télerman… un personaje que supo pasar por todas las expresiones “progres” para recalar en el calor oficial, aunque sea de manera temporaria.
Así, en su desenfrenado proceso de africanización,
En consecuencia, ser “oficialismo” se traduce en ser una máquina expendedora o libradora, por cuatro años, de generosos contratos que se traducen en billetes vía cajeros automáticos, o presentaciones en ventanilla de banco, a gusto del consumidor.
Así, esta nueva oligarquía política acapara el negocio de la denominada “participación” funcionando con doble interés y resultado: Garantizar a un minúsculo y desprestigiado grupo de oligarcas en el poder, para seguir “garantizando”· que siempre sean los mismos, por un lado, y también, en su propio beneficio, evitar que “otros” quieran entrar en la “participación” dado lo siempre “rentado” del negocio.
Que consecuencias
El proceso de libanización económica —todos detrás de la “kaja”— que sufre nuestro sistema político nacional y provincial, ha provocado un efecto extraño: no tiene oposición en la cual recostar su discurso, no tiene a quien pegarle, a quien enfrentarse, con quien pelearse.
Más allá de las declamaciones de Cristina hacia Macri, las que atribuimos más a su condición de género y rebeldía —de lengua— que a meditadas razones políticas, hoy el oficialismo carece de oposición, se ha “stroesnerizado”, o sea, ha seguido los pasos del General Stroessner (ex presidente del Paraguay, 1954-1989), el que cada elección le daba a los partidos liberales y a los conservadores minoritarios, los diputados necesarios tanto como para seguir gobernando, como para que no existiera una oposición real.
Así, el kirchnerismo no logra poder “inventar” un opositor.
El peronismo, acéfalo, ha decidido vivir de la teta del PEN, uninominalmente, renunciando a hacer política con la mano derecha sobre la biblia pingüina —conditio sine qua non— y en sus expresiones más reales y verdaderas, solo ha quedado más para lo testimonial y las clases de
Ante la realidad actual del ajuste, definido literariamente como “sintonía fina” —o pronto “Rodrigazo grueso”— el gobierno pingüino-camporista ha decidido enfilar todos los dardos a quien no se puede esconder: dado su rol social, siendo el estamento obrero,
Moyano
Y a Moyano le tocará, sin dudas, ser el chivo emisario de todas las nubes de humo con las cuales el gobierno —otrora usador de su figura para “cerrar” ajustes de salario por debajo de la inflación real— tratará de tapar la inflación que no para, la emisión descontrolada de moneda que la provoca, el encierro cada vez mayor de una economía que es cara en dólares y ya no cuenta con mercados más allá de los tradicionales, la menor producción industrial de enero, la emisión semanal de letras del tesoro o del BCRA, la recomenzada fuga de depósitos y de billetes, a pesar de las restricciones ilegales, la suspensión de plantas enteras industriales, etc.
En definitiva, 2012 viene con recesión. Y los cada vez más burros se seguirán olvidando de cuál es la histórica y verdadera política del sindicalismo argentino, definida en los años 1957 (congreso de
El burrerío iletrado no recuerda la frase de Vandor, mal llamado “El Lobo” (*): golpear, para después negociar.
El gobierno sí la recuerda, por eso golpeará primero.
Sabe que sin caja no hay poder, pero antes aprendió que sin poder no hay tampoco caja. Entonces golpeará primero.
Mientras tanto, el argentino ignorante promedio seguirá festejando los 12 fines de semana largos de 2012, la próxima “festichola” de carnaval que se prepara para dichos días en la avenida 9 de julio, mientras Mauricio Macri, bien aconsejado por el “Ekeko” Durán Barba, seguirá tirando la pelota afuera, esta vez, con un nuevo “raje” vacacional, que impida que lo “esmerilen” desde el oficialismo kirchnerista, y para peor, por parte de cualquier funcionario de tercera o cuarta categoría, que le manden para los “fastos carnestolendos”.
Así es la política argentina, como el juego de la silla.
José Terenzio
(*) Mal llamado “El Lobo” porque se lo conocía como festejante de una señorita que trabajaba en un taller, que acostumbraba vestir con un saquito rojo, y por eso le decían caperucita, llegaba Augusto Vandor y lo cargaban con lo de “El Lobo”. Para la imbecilidad promedio, o sea la típica mitificación argentina, era lobo por lo malo o agresivo, y no era así.