La política argentina, ya se sabe, se toma vacaciones en enero. Y, consecuentemente, las gestiones oficiales de todo orden funcionan a media máquina. Pero los "preparativos" para las batallas del nuevo año, en medio del descanso, pocas veces fueron tan vigorosos —por definirlos de alguna manera— como en esta ocasión.
El Gobernador completó un mes signado por su partido de fútbol con Mauricio Macri y su posterior gesto de enojo ante las críticas que recibió del kirchnerismo, anunciando que hará una gestión ante Hugo Moyano para que retire su renuncia a la vicepresidencia del PJ nacional.
Lo dijo el lunes, cuando ya tenía un pie en el avión que lo llevó a Francia, de donde volverá mañana. Desde entonces, su propuesta acumuló rechazos públicos —y malestar manifiesto hacia adentro—, expresados por el vicepresidente Amado Boudou, el ministro Florencio Randazzo y el vicegobernador Gabriel Mariotto, entre otros fieles exponentes del pensamiento de la Casa Rosada.
Hasta el propio Moyano le anticipó —si es que el sindicalista Omar Viviani lo reprodujo con exactitud— que espera que se acepte su renuncia.
Según el cristal con que se mire
En la ancha franja del oficialismo bonaerense que integran los intendentes y otros referentes de origen y convicción peronista, en cambio, la movida generó expectativa. Ninguno de ellos quiere a Moyano, por cierto, en el otro cargo partidario que ejerce: la presidencia del PJ provincial.
Pero se impone en ese segmento la convicción de que una ruptura formal de la relación entre la Casa Rosada y el titular de la CGT, que coloque a la central sindical en la vereda de enfrente, no sería un dolor de cabeza sólo para el gobierno nacional sino "para todos".
Y creen, también, que un "contrapeso" interno, en la relación de fuerzas y poder con el ultrakirchnerismo, como el que podrían representar, sumados, la CGT y la Gobernación bonaerense, podría ser beneficioso para un grupo numeroso de referentes que, desde que murió Néstor Kirchner, no tienen interlocutor con la Presidenta y sienten que quienes sí lo tienen —como la agrupación La Cámpora— van por ellos.
Nadie en ese espacio tiene certezas, sin embargo, sobre las razones de fondo —si es que las hay— por las que Scioli pudo haber puesto en marcha el "operativo contención" de Moyano. En la Gobernación insisten en que "sólo" tiene que ver con "la trascendencia que tiene para el peronismo que el movimiento obrero, a través de la CGT, forme parte de su conducción", y con "su vocación de buscar consensos para la unidad".
¿Fue, como entienden algunos, un gesto de autonomía, a través del ejercicio efectivo del rol de presidente del PJ nacional que ocupa tras la muerte de Kirchner, y por el que le corresponde resolver sobre la renuncia de Moyano?
Mensaje para uno y algo más
Como sea, para algunos observadores, la movida del jueves pasado en territorio bonaerense, en la que el cristinismo —con Amado Boudou a la cabeza y con intendentes peronistas de la Provincia como invitados especiales— lanzó la consigna de una reforma constitucional que le permita a la Presidenta otros cuatro años en el poder a partir del 2015, no sería ajena a la intención de enviarle un "mensaje" a Scioli.
Reparan en que en esa reunión se repitió muchas veces que la proclama re-reeleccionista, un concepto que el Vicepresidente subrayaría luego en público: "la conductora del peronismo y el kirchnerismo es la Presidenta". Claro que tampoco resulta creíble que el cristinismo haya comenzado a instalar la idea de la re-re solamente para enviar una "señal" a Scioli.
De cualquier modo, los movimientos del Gobernador han quedado nuevamente en la mira de la Casa Rosada, en medio de otro pico de tensión en la relación, marcando el final de las vacaciones. Y el año comenzará ahora en la Provincia con un tema clave: la definición del aumento salarial para los docentes; una medida que la administración de Scioli sólo podrá afrontar si el gobierno nacional compromete respaldo financiero.
Marisa Álvarez
NA