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Yo, el supremo rumor

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UNA LECCIÓN DE PERIODISMO PARA EL GOBIERNO
UNA LECCIÓN DE PERIODISMO PARA EL GOBIERNO

    Raúl Matera, neurocirujano y dirigente justicialista, le gustaba lucir una sonrisa, un peinado y una pinta gardeliana y se ufanaba de ello ante propios y extraños. Pero Juan Perón, viejo general, y líder autodidacta, le tiraba un baldazo de agua fría al recordarle que a pesar de todo eso, no era Gardel.

 

    Pero Néstor Kirchner no tiene a mano alguien que como el aludido, lo baje a la tierra de un sopapo verbal:“¡Si nos sale ésta, van a tener que colgar mi cuadro arriba del de San Martín. No te puedo dar detalles porque es un secreto de Estado; sólo puedo decirte que cuando el país se entere voy a ser Gardel!”, alegan que se le escuchó decir eufórico la semana pasada cuando propaló el cuento chino, según puntualiza José Antonio Díaz en la edición de Noticias del 13 de noviembre pasado.

    Como bien se definió oportunamente en este sitio, luego de esta bravata se generó una bola de nieve que echada a rodar por la corporación mediática nacional adquirió dimensiones apocalípticas.  


De bulos, rumores y bolazos
 

  
Sin embargo, aún no se sabe a ciencia cierta si el audaz primer magistrado elaboró sólo tamaña afirmación, semejante al papelón de los 66 casetes resucitados y vueltos a volatilizar que provocaron la ira de la AMIA-DAIA. Pero lo cierto, es que el mecanismo utilizado luego de esta verborrea fue uno tan antiguo como la injusticia: el rumor.
 
   
“El rumor se considera una especie de pantalla proyectiva en la cual se descifra la dinámica afectiva de la población y se revela el juego móvil de sus intereses, sus pasiones y su caudal afectivo. Incluso, se ha propuesto, hace algunos años, que se considere al rumor como residencia de fantasmas permanentes”, sostiene el doctor en psicología Michael Rouquette en el suplemento cultural número 68, de la extinta revista Redacción de septiembre de 1977. Entonces, el rumor que puede ser verdadero o falso (acá denominado sencillamente bolazo), establece una construcción de una realidad paralela debido al deseo de buenas noticias del emisor (el gobernante), y los destinatario (el vulgo en general). Pero en el medio, son necesarios los buenos oficios de la prensa como propaladora de los mismos.“El rumor no es aberración patológica o excepción temporaria, sino modo de expresión privilegiado del pensamiento social. Como ocurre con muchas otras nociones, la de rumor no indica una realidad inmediata que se impone por sí mismo a cualquier observador, sino que traduce una manera de leer la realidad, de recordarla, de organizarla y de cuestionarla. Las apariencias del ser lógico enmascaran de modo profundo el ser sociológico y cultural. Cuanto más se aleja de un hecho conocido o confirmado, mejores serán sus posibilidades de que se lo deforme más a lo largo de su transmisión. Las indicaciones precisas, tales como nombres propios, números y lugares, son los componentes más inestables de todo rumor que, para ser creído y transmitido, debe adaptarse a los temas que, en un momento dado, interesan a un gran sector de la población”, sigue puntualizando el aludido. En estas playas, recientemente se asistió a una gran expresión de deseo que se derramó desde la cúspide del erario pingüinero, para luego caer como plomo sobre las castigadas testas de la población en general. 
    Al principio, como se aludió en este portal, desde los salones de la Rosada se tiró como pelota de fútbol una cifra astronómica: 20 mil palos verdes. Sin duda, un golazo de media cancha que catapultaría al panteón de los héroes nacionales al presidente Néstor Kirchner, pulverizando a la escasa oposición y devolviendo la confianza al conjunto de la opinión pública. Sin duda, el mandatario pretendió imponer una expresión de deseo, traduciendo una manera de leer la realidad e interpretarla, y eso mismo fue tomado en caliente por los medios y puesto inmediatamente en primera plana. Pero semejante plato, que aún humeaba, tuvo que ser expelido al suelo pues del Lejano Oriente salieron a apagar el incendio. Mejor dicho, los chinos hicieron sonar el gong de la única verdad, y el oficialismo salió a echarle el fardo al periodismo felpudista.
 


Tres tristes tigres
 

   
Pero el mecanismo del rumor, tiene tres patas según la definición del investigador estadounidense Knapp (1944): “1. El rumor de deseo: dicho rumor expresa los deseos y esperanzas de la población y se traduce a menudo en el anuncio de acontecimientos satisfactorios”. Como por ejemplo, el anuncio del jueves 11 que pontificaba acerca de un inminente aumento de las jubilaciones mínimas.
 
   
2. El rumor de temor, de ansiedad: paralelo al precedente, asume intensidades muy diversas y puede ir desde una ligera angustia hasta el más completo pánico”. Para muestra, basta recordar la cena del Regimiento de Patricios en las vísperas del 25 de mayo, que las usinas de información pingüinera la vendieron como un complot para gestar un golpe de estado. 
   
3. El rumor de agresión: la mayoría de los rumores de este tipo se dirige a una parte de la población dentro de la cual circulan. El efecto que causan es un debilitamiento de la cohesión social y la creación de subgrupos rivales”. Sin ir más lejos, el constante bombardeo informativo –alentado desde Pink House- que aludían a los piqueteros como las huestes barbáricas del siglo XXI que arrasarían todo lo que encontraran a su paso.  
   
De este modo, se intenta ilustrar lo pernicioso del bolazo, que utilizado como arma, puede tener efectos colaterales tan desastrosos como un alud de montaña. El mencionado Knapp aporta lo suyo para tratar de paliar tamaño desastre colateral, al aludir que la campaña disuasoria puede tomar como blanco la propia conducta de transmisión, y desvalorizarla presentándola como ridícula, inaceptable, peligrosa (“Compórtese como un adulto, no repita cualquier tontería que oiga”)
 
   
Eso sí, este medicamento debe constatar en su prospecto la forma de evitar ser engullido por el efecto colateral del bolazo presidencial; que consiste en apelar a la lógica de Bart Simpson cuando es descubierto con las manos en la masa. O esa, el consabido rap del yo no fui, top hit de esta administración venida del lejano Sur.

  Fernando Paolella

 

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