¿Cómo es posible que por un pecadillo tan simple e inocente como comer una manzanita, haya quedado manchada toda la descendencia de dos pavotes del Edén: la primera pareja; es decir toda, absolutamente toda su descendencia, esto es toda la humanidad con lesa desobediencia tan inocente propia de niños de corta edad?
Aquí ya empezamos mal con este cuentito para niños de corta edad, extendido a toda la descendencia de dos pobres diablos seducidos por un demonio, los primeros pecadores humanos “apenas salidos del cascarón” a saber don Adán y doña Eva, según un antiguo redactor bíblico.
Vemos a todas luces que todo esto es sumamente infantil, digno de ser incorporado a los antiguos cuentos de “Las mil y una noches”. Allí cuadraría de maravillas.
Pero esta simpleza bíblica, aún no es nada comparada con el resto del texto tenido por palabra de un gran dios, (escrita por nescientes).
Vayamos a la teología; un escrito con veleidades de ser nada más, ni nada menos que una ciencia (ciencia de Dios).
Todo el Génesis, al principio de un descomunal mamotreto denominado Biblia, se nos figura, para los racionalistas, como un auténtico cuento, repito, para niños de corta edad, adultos ultra nescientes, y lo demás, bueno… no le les va en zaga por su inocencia mezclado paradójicamente con verdaderos horrores, como las interminables estupideces y atrocidades tales como la matanza de inocentes niños para que entre ellos también pereciera el nada más ni nada menos que “salvador del orbe entero”, según así lo decretó el supersticioso Herodes. (Pamplinas bíblicas vienen, pamplinas bíblicas van) pero ¿Qué podemos hacer? El ser humano siempre ha convivido con sus mitos, miríadas de ellos frutos de la más pura imaginación, en todos los pueblos del globo entero.
Si la teología es una ciencia, como afirman los “sabios” teólogos, entonces yo debería ser coronado como Napoleón Bonaparte o loco suelto, por disentir con los “sabios” religiosos, pero creo hallarme aún en mis cabales; mis lectores racionalistas lo atestiguan y tengo una pléyade de ellos que me siguen.
Los “sabios” teólogos, idearon cosas como estas: “Dios ama a sus criaturas”; sin embargo vemos que mueren millones de millones de bebés que aún no saben qué es la vida, mientras que viejitos de más de 90 años… ¿aún se hallan a prueba para merecer el dulce Paraíso o el candente Infierno?
¿Dios ama a sus criaturas? (Según se dice). Veamos estas “delicias” de la naturaleza creada por este dios según se dice: terremotos (tsunamis como el reciente en el Japón con su tendal de víctimas, que a todos nos ha horrorizado); erupciones volcánicas con su lava arrasadora sin respeto a ser viviente alguno; tornados, huracanes, inundaciones, olas de calor o de frío, mortíferos rayos durante las tormentas eléctricas que, antes de ser inventado el pararrayos, han dejado innumerables víctimas humanas y faunísticas por incendios forestales; tremendas olas de calor insoportable o de implacable frío, con sus consecuencias para la salud, incendios arrasadores y otras nada paradisíacas “delicias”.
Y en el ámbito biológico, ¿cómo andamos? Veamos a estas criaturas de dios de quien se dice que ¡ama a sus criaturas! (valga el contrasentido), a saber: chinches, piojos, pulgas, garrapatas, vinchucas transmisoras del mal de Chagas, tenias y lombrices intestinales, duelas hepáticas, etc. etc., todas “amables criaturas de dios” frutos de su santa creación además de serpientes venenosas, saurios comedores de gentes (cocodrilos, yacarés, caimanes), leones, tigres, yaguaretés que pueden comer incluso hasta bebés humanos si la madre se descuida. En el ámbito de las “maravillosas” patologías, también frutos de la creación tenemos: pestes, epidemias, pandemias, neoplasias de todas las especies, incluso en niños, tumores que matan a buenos y malos sin distinción alguna y… ¡todos obritas de un santo creador tenido por “suma bondad para con sus criaturas a las que ama de corazón!” (Según así dicen los señores teólogos).
Y hablando de niños: ¿cómo se entiende la mortandad infantil por accidentes, enfermedades, pestes, inundaciones, terremotos y otras calamidades? ¿Estuvieron a prueba? ¿Acaso este “bendito creador no supo y sabe desde siempre quién será salvo, y quien condenado gracias a su visión del futuro, según los “sabios teólogos”?
Vayamos ahora a la supuesta redención del orbe “entero” sin dejar olvidados a los isleños de lejanas islas (es una broma). ¿En qué cabeza cabe el hecho de que un acontecimiento tan magno como la salvación de toda la humanidad, haya ocurrido a partir de un puntito perdido del planeta: Israel (pueblo privilegiado por Jehová, según se entiende) y no en el mundo entero ¡ipso facto! Lo cual sería lo lógico para que todos los seres humanos del orbe recibieran al detalle la “buena nueva” como una redención de toda la humanidad de “un solo golpe. No, no fue así, pues el “mensaje” divino aparece tan sólo en un puntito perdido del mapamundi: Israel. (¿Y los anteriores pobladores del Globo?…) Y esto no es todo ¿Cuánto tiempo tardaron los ilusos misioneros en difundir la famosa (en Occidente) “buena nueva”, en muchos casos ya una ¡vieja buena! (Valga el contrasentido). Acaso el todopoderoso creador para quien todo es posible (incluso que un sapo se transforme en un elefante según los señores teólogos), ¿no podría haber hablado con fuerte vozarrón a todos los pueblos del orbe, en lugar de palabrear a través de los hombres? Sí, a todos, absolutamente todos los pueblos del orbe en lugar de hacerlo en un pueblito insignificante que apenas se ve en el mapa: Israel.
Y hay más falencias en la “viña del Señor”. Veamos: A las Américas (nuevo continente para los europeos), los misioneros tardaron en difundir la “buena nueva” (ya vieja buena para muchos) nada menos que la friolera de 1500 años después de la muerte del “salvador del orbe entero”. Y fue tímidamente al principio, pues los pueblos americanos, por ejemplo, poseían sus propios dioses y cultura, y seguramente en muchos casos patearon a los misioneros que venían con la loca historia de un diosito crucificado en un puntito del mundo con la misión de adoctrinar nada más ni nada menos que ¡al orbe entero!
Por su parte, en la inmensa China, los ilusos misioneros rebotaron como pelotita de ping pong, diciendo sin duda los habitantes para sus adentros: ¿¡A nosotros con ese cuento!? ¿A nosotros poseedores de una cultura milenaria? Y así quedaron ¡irredentos hasta hoy! Burlándose tal vez de que un hombre muerto haya luego resucitado por obra y arte de su padre sito allá arriba en el alto cielo con su hijito inmortal como él y un añadido y misterioso Espíritu Santo conformando una Trinidad) para agregar luego los enojados chinos un sonante párrafo que rezaría así: ¡Largo de aquí, imbéciles!
Y… en la, para nosotros, lejana India, ¿qué ocurrió allí ante los misioneros cristianos? Que también los hindúes poseían sus tradiciones milenarias y no estaban para escuchar pamplinas bíblicas como la fábula de un hombre muerto salido de su sepulcro vivito y coleando para ascender luego como una paloma al santo cielo donde lo recibió su amado padre Jehová.
Muy, pero muy distinto hubiese sido si este señor, presunto “salvador del orbe íntegro, sin dejar islita de lado en un hecho milagroso y espectacular de polilocación se hubiera multiplicado cual imagen en un espejo hecho añicos, o en gotitas de mercurio, diseminado en todos los continentes e islas. Sólo entonces se podría arrogar el poder de ser el salvador del orbe entero, en lugar se ser aceptado tan sólo por un tercio de los pobladores del Globo (los hoy judeocristianos).
Si todos los pueblos del orbe, hubieran dejado en sus tradiciones la presencia de un mismo personaje divino, sus milagros, sus mismas palabras y consejos, su muerte y resurrección para impactar al público, ¿quién se atrevería a dudar entonces? ¡Todo el orbe sería cristiano!
Pero la realidad es muy otra. Existieron y existen muchas religiones desperdigadas por el planeta, miríadas de sectas, y los ateos somos cada vez más en la medida que avanza la ciencia y el conocimiento sobre el universo la vida, el hombre y nuestra mente.
Apéndice
Antes de haber creado el mundo, el creador ya sabía todo absolutamente todo, lo que iba a acontecer en él, gracias a su atributo de la ciencia de visión del pasado, del presente y del futuro. (Atributo dado por los señores teólogos que manejan una ciencia- pseudociencia para mí- denomina teología).
Por ejemplo, sabía desde siempre, quien será salvo y quién condenado… hasta el nacimiento de una mosca o la picadura de un mosquito, porque si no ¿qué clase de omnisciente conocedor del futuro sería este?
¿Y la bendita salvación? ¿Acaso este señor no conoce absolutamente todo el pasado, el presente y el futuro? Es decir, quién se iba a salvar y quien a condenar, aún antes de haber nacido. Yo he leído muy atentamente teología judeocristiana y la Biblia de pe a pa tanto la católica como la protestante de Cipriano de Valera y por tanto se lo que estoy escribiendo.
Aquí vemos, señores lectores, claramente las garrafales falencias de un texto judeocristiano desparramado por los europeos y sus áreas de influencia como las Américas y pequeños núcleos del orbe, que ante el arrollador conocimiento científico de hoy día quedan sólo como mitos de un pasado remoto.
Ladislao Vadas