"Cuando te corren por derecha y por izquierda al mismo tiempo, estás en problemas". La reflexión pertenece a un preocupado funcionario del Gobierno, que en el transcurso de pocas horas vio como la Plaza de Mayo era tomada como "protestódromo", primero por "caceroleros" y más tarde por sindicalistas y piqueteros.
En efecto, los reclamos que llegaron a la Casa Rosada desde la plaza más emblemática de los argentinos rubricaron el cierre de una semana para el olvido en la sede del poder político. Allí mismo, la presidenta Cristina Kirchner siguió con especial atención el curso de la renovada protesta callejera. "La orden de la Jefa fue clara: no intervenir mientras sea una protesta democrática. Lo que están buscando es que se generen incidentes para que los gases lacrimógenos aparezcan en las tapas de los diarios", deslizó el referente de una agrupación oficialista mientras se desarrollaban los "cacerolazos".
Por estos motivos es que casi no se percibió la presencia policial en la Plaza, algo constatado por este columnista en la fría noche del último jueves. Paradójicamente, el Gobierno desplegó a las fuerzas de seguridad frente al paro y movilización de la CTA, especialmente en la Ciudad de Buenos Aires. "Le trajimos al Gobierno a los pobres que el INDEC barre bajo la alfombra", comentó un dirigente de la CTA mientras marchaba por la Avenida de Mayo al frente de una columna de manifestantes llegados desde los barrios del Conurbano, donde no importan las restricciones al dólar sino la constante suba de los precios de la canasta básica de alimentos.
El papelón de Reposo
Lejos de la calle y más cerca de las alfombras, la dirigencia política saldó la discusión en torno a la polémica candidatura de Daniel Reposo a la Procuración General de la Nación. La Presidenta sostuvo la nominación hasta donde pudo, pero finalmente entendió que lo más aconsejable era proponer un postulante alternativo. Reposo, cuya continuidad en la Sindicatura General de la Nación pende ahora de un hilo, se despidió del primer plano de la política con otro papelón como el que protagonizó en el Congreso la semana anterior, al utilizar su "renuncia" para atacar a la oposición, especialmente al radicalismo y a su último gran líder, el ex presidente Raúl Alfonsín. Para que no suceda lo mismo que con Reposo —cuya caída en desgracia también significó un golpe para el vicepresidente Amado Boudou—, es que el Gobierno ya comenzó a adoctrinar políticamente a su sucesora Alejandra Gils Cargó. Por ello hubo una discreta reunión el viernes en la Casa Rosada, donde la fiscal fue recibida en su despacho por el secretario Legal y Técnico, Carlos Zanini.
A la misma hora, a pocos metros de allí, Florencio Randazzo recibía a Daniel Scioli y Mauricio Macri. El ministro del Interior (ahora también de Transporte) convocó rápidamente al gobernador de Buenos Aires y al jefe de Gobierno porteño para empezar a emprolijar el sistema de transporte metropolitano, convertido en un auténtico dolor de cabeza para el Gobierno. Y sobre todo para los usuarios. Ninguno de los tres lo dijo abiertamente, pero el telón de fondo del encuentro fueron las tarifas del sector, notoriamente retrasadas por efecto de los subsidios. Claro que, en tiempos de sintonía fina, el Gobierno nacional aspira a que la Provincia y la Ciudad compartan ese esfuerzo presupuestario.
Señales de advertencia
El sistema de transporte metropolitano está tan desquiciado que esta semana también concluye con varios directivos de la empresa TBA presos en la causa por la tragedia ferroviaria de Once. Aunque los pliegues del sistema le permitieron al jefe del grupo, Claudio Cirigliano, el beneficio de la prisión domiciliaria. El colapso del sistema también explica la pérdida de posiciones de Julio De Vido en el Gobierno, mientras que Hugo Moyano intenta recuperar terreno apelando a la vieja amenaza del paro de camioneros. El jefe sindical, que busca sobrevivir al frente de la CGT, llegó incluso a buscar el respaldo de la UCR para llevar al Congreso su proyecto de modificación del Impuesto a las Ganancias.
Las señales de advertencia en el campo económico son evidentes: a la caída de la actividad industrial (otro 3 por ciento en abril según la UIA) le suceden la brusca salida de dólares de los bancos y crecimiento del déficit fiscal, que para colmo es financiado con emisión monetaria en medio de un cuadro inflacionario. Hasta la Mesa de Enlace cayó en la cuenta de que el horno no está para bollos y frenó un pedido de productores para seguir el paro más allá del 10 de junio. El ministro de Agricultura, Norberto Yauhar, entendió el gesto y dejó la puerta abierta para discutir un "gran pacto nacional" con una agenda que saque los temas del debate político y los ubique en el plano técnico.
En medio de todo este fárrago económico, la Presidenta anunció que pesificará su plazo fijo en dólares —tiene unos tres millones— y recibió un mensaje reservado de la Corte Suprema de Justicia, que se manifestó dispuesta a desestimar los amparos por el cepo al dólar pero (siempre hay un pero) le advirtió que las restricciones deben tener un plazo para no ser consideradas arbitrarias. En el cierre de una semana agitada, Cristina partió hacia El Calafate para reponerse del zarandeo y preparar su viaje a Estados Unidos, donde expondrá ante las Naciones Unidas y buscará volver a colocar el tema Malvinas al tope de la agenda. Una cruzada dificultosa, no por la justeza del reclamo de soberanía, sino por la situación económica que se torna cada vez más omnipresente.
Mariano Spezzapria
NA