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EL AÑO DEL PEQUEÑO DIOS ENDIOSADO

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BALANCE 2004: UN TIEMPO PARA SUICIDAS
BALANCE 2004: UN TIEMPO PARA SUICIDAS

    El poder y la fama son el supositorio del siglo XXI. No sé si lo leí en un baño de Boulder, o es un invento mío. Para la literatura no tiene importancia y la historia, menos. La muerte sigue plagiando a la vida. Los restos de un cenicero me hablan del futuro. Y no es nuevo lo que se registrará mañana. Repasar lo que viene es una tarea inútil, decepcionante, absolutamente descriptiva. Lo que pasa bajo la puerta, es el hilillo dorado del miedo. Son las viejas manguillas negras de los contadores públicos que desautorizan la vida real junto a la miseria de solapa angosta y gris que  ejercita una risa publicitaria, en el sillón reclinable de la burla y de la supuesta fama. ¿Todo pasa, cambia o nada queda porque todo es? La ciudad se entrega a la nieve como un ciego al sol del mediodía y brilla detrás del sueño su alba espuma. Las calles perecieran roseadas de vaselina y a ambos costados se acumula una nieve cada día más sucia. Se hace costra y marca el camino sobre el negro asfalto, que lo es todo para el automóvil y el conductor anónimo que cumple con su ruta diaria. En la calefaccionada cabina del Mack, una canción en su hilo recuerda que Un sueño verdadero jamás se deshace o lo borra la nieve/ Y puedes hacer  mil veces el mismo camino/ pero ella volverá a remarcarlo en invierno/ No olvides el sueño escrito en tu ruta sobre el horizonte/ Más visible es en el corazón/ que en las huellas de las negras ruedas/ que viajan junto a un bosque de pinos blancos/ una mañana  donde el sol rompe debajo de la montaña/ Volverá el día como tu amada,  azul bajo la nieve/ Sólo deja que tú y ella/ compartan la huella del sueño y el  camino. /La canción irá hablando por todos los silencios/ Un sueño verdadero nunca se acaba./Deja correr el hilo/ construye  tu destino/ La  nieve no lo borrará./Aunque el sol la derrita en tus manos. /Quedará la tibieza de tu amor /las horas del futuro /sus noches blancas y azules/ tu destino.
   
El Gran Sueño Americano, revolotea en la matriz de su pesadilla violeta, la edad de oro de su pasado, se descompone en  millones de fragmentadas pesadillas habidas de acción, aterciopeladas, que sonríen en una gran vitrina de Manhattan, mientras cae la nieve distraída, persistente y absoluta, con la belleza de su oficio. Los íconos de la Gran Dame de N Y, sobre una bandeja de plata,  suben  en los invisibles pasos de camareros asustados frente al cristal de sus torres adivinadas en el sueño, peldaños de agua por el Hudson arriba, mucho aceite de motor negro, las cabezas de unas rosas gastadas por los días,  y atraviesan  manglares con lagartos bilingües que conocen las leyes migratorias al revés y derecho, casas rodantes rosadas blancas, que dejan correr  canciones de Bob Dylan en el desierto y el amor rabioso que se siente al pasar frente a  sus ventanas. Flores desnudas, nevadas, yertas sobre un colchón suavemente viajado. Todo huele al aroma de los cuerpos.  Las ilusiones ya van montadas en el espinazo dormido de la frontera, y sobre el lomo silencioso, arrugado, de un elefante blanco, ojeroso,  abandonado por un circo infantil de Las Vegas, ella va en la grupa con su antorcha iluminada, en el pálido candor de su ansiada libertad, mezcla irlandesa, italiana, latina, con su porte francés, aire de muñeca  inglesa, en el frío resplandor del atardecer, camino al cementerio con el deber cumplido. ¿Se puede seguir cumpliendo más allá de la muerte? El boleto comprado en la vieja estación, pareciera ser útil para todos los andenes. Al fondo, se escucha música de circo, los payasos lloran, ríen, los enanos cantan canciones medievales, una fría ilusión reservada a los magos recorre el último tren solitario. La fiesta de la derrota es un buen comienzo y  tan meritoria
como si fuera un triunfo.

 

§         Año suicida, sólo la muerte bajo tierra

    Año suicida, el 2004, su recuento es un cuento de nunca acabar. Gira parapléjico en una silla de ruedas. Un  discurso rayado se pega al  viejo long play de su historia circular. Año verdugo. Año sangrantemente bisiesto. Año de locos molinos sin Quijote (Año crudo. Año desierto. Año perdido. Año del medioevo. Año palestino. Año judío. Año horrible. Año muerto. Hora de balances, pero dejemos a los grandes editorialistas y medios- que llevan el registro del reloj de esta historia-, en la tradición de ese ejercicio, en la suma feroz  de la sumatoria del horror, porque es muy poco lo que podría motivar al sueño y la esperanza desde la otra orilla de la realidad. La casa, oficina, la calle, las empresas, los parques, sitios públicos, las fronteras, los países, el mundo, están bajo sospecha. ¿Ya nadie será inocente aunque demuestre lo contrario? Son los nuevos cimientos que  se construyen globalmente: un mundo bajo arresto domiciliario en arreo de combate y en estampida de sí mismo, como si el escenario se le dinamitara bajos sus pies. En la confianza está el peligro, es la frase acuñada por el 2004, heredada  del Conserje de Las Torres Gemelas. Ya se sabe que se entra a un pantano como se baja  un barranco o se cae del cielo sin escaleras o paracaídas que jamás abrirán. Ningún edificio es tan alto como su propio desplome. El polvo asemeja lo que ya no se tendrá. El fue, pasó, pasó, como si nada importara más que la muerte heroica, la vida para que supuestamente otros vivan. El horror y el terror, no tienen límites y el 2004 sólo sede su ultima hoja del calendario en el relevo del tiempo. To be continued, la serie tiene todos los escenarios posibles, extras que vuelan por los aires, porque todo es real en este mundo ficcional. Más blindaje para los extras, suena una voz detrás de un megáfono, pero sabemos que será inútil: son protagonistas de la propia muerte, primera actriz que escoge los repartos casi al azar, sin más mérito que estar en el lugar equivocado, donde un suicida asciende al cielo escoltado por sus víctimas. La calavera del mortal, irascible, díscolo, agresivo bípedo carnívoro, debiera ser The Person of de Year, en las portadas famosas de las revistas mundiales. En la fosa común todos somos iguales, el glamour entre esqueletos es un tema secundario, los huesos apuestan a la eternidad. Allí nadie tiene más dientes, sólo un poco  más de carne para las primeras semanas de los gusanos. Es el festín de uno mismo y  no se puede llegar tarde. Es de una exquisita informalidad. El último banquete bajo tierra, en la clandestinidad del ser, sin traje de gala, porque la noche será larga como vieja sombra imperial. Hasta que la muerte nos una, hueso por hueso y vuelva al origen en el polvo, el discreto oleaje de la nada, donde nadie nos separará. Y el mortal no se llevará ni sus palos de Golf, y encontrará para su felicidad, exitosamente, sin esfuerzo, su último hueco.

§         La estupidez ya es una tradición universal

   Antes de dejar en estas fechas a mi Editor, detrás de un magnífico silencio, -él es quien hará el balance oficial de los hechos del 2004-, plagados de realidades que se repiten a lo largo del calendario del terror, especie de anuario elaborado por un paranoico/esquizofrénico/iluminado por el sol de una divinidad ciega. Dioses que juegan el mundo a los dados con otros dioses e ignoran que el Dios verdadero no cree en sus religiones y que sólo les permite un poco de azar entre millones de desaciertos. Pequeños dioses que tropiezan con la misma piedra que sus divinos padres no  supieron esquivar. Nueva York, que es tan creativa, posmoderna, vanguardia de las vanguardias, debiera crear el Museo de la Piedra en el Camino. Se aceptaría un representante por cada ciudad y pueblo, con su piedra, y la historia detrás de ella. El hombre o la mujer, se sentarían a relatar, cómo tropezó con ella por primera vez, cuál fue su reacción, si comprendió el mensaje  del camino y cuántas veces a lo largo de la vida tropezó con ella. El premio y reconocimiento a La Piedra de Oro, se le otorgará a quien  elabore el más completo árbol genealógico familiar del tropiezo sobre una misma piedra. Será recibido con honores en la Casa Blanca y el Salón Oval, tendrá una pequeña salita  aledaña, a partir de la fecha, donde se exhibirá el cuadro del árbol genealógico, la inmortal piedra, la grabación de la historia con todos los detalles de ubicación donde fue tropezada por primera vez, cuántas veces  más (las estadísticas son vitales), porque además lleva un premio implícito, una réplica de la piedra bajo el lema: La estupidez es una tradición universal y a toda prueba. (El Number One inaugurará la muestra y tendrá bajo su pie, una inmensa roca roja de Colorado). Véala bien, para que vuelva a tropezar sobre la misma, no vaya a ser que se equivoque, son tantas las piedras en el camino. Piedra que rueda puede detenerse, pero piedra estacionada, no rodará, a no ser que usted la mueva al tropezar. La piedra, aunque Heráclito no lo crea, seguirá siendo la misma, y podrá tropezar un mismo pie, cuántas veces usted lo desee y considere necesario. La piedra no cambiará. Tropezar es casi un arte, y es una estupidez convencional: repetir el acto, aparentemente adquirido de nacimiento. En pedir no hay engaño, dice el sabio refrán. La piedra nos baja del pedestal. Nos humaniza con su voz silenciosa. ¿Pisas lo que amas o el error? La piedra es el mismo lugar en el camino. No se oculta, el pie la busca, el error la complace. Ni siquiera es una tentación, o el vicio verdugo de todo humano, sino la más corriente mirada del paisaje sobre la superficie de la tierra. Un rostro reconocido, sin pretensiones, exento de todo maquillaje y ambición alguna. La piedra nos enseña a esperar. La piedra impresiona por simple, humilde, inocente. La piedra de toque. ¿Quién lanzó la primera piedra? La piedra en el camino, como si ella tuviera culpa de estar ahí. Es hora de rescatar la inocencia, silencio, su humildad a toda prueba y desamparo, de la falta de escrúpulos humanos de pisarla, tropezar en ella y culparla, de lanzarla al vacío, como si su lugar no fuera la tierra llana, la soledad de los caminos y la altura indefinida del silencio. ¿Para qué seguir escondiendo una piedra en la mano? ¿O creer que una piedra en el zapato es culpa de la piedra?

§         La palabra no es guardián, sino supositorio del poder fáctico

    Nunca había visto tan sombrío el rostro del Editor. No por el trabajo que se le avecinaba. Ya había salido de una mesa de ideas. ¿Qué pasó en el 2004, fue una de las preguntas centrales? Yo comencé diciendo, cómo saberlo, detrás de tantas mentiras, y contesté en el fondo con una interrogante. Es lo que sigue sucediendo: un mar de incertidumbre recorre el mundo,  cuyo oleaje son las preguntas sin respuestas y las mentiras despiadadas. ¿Qué hacer con este arsenal que detona cada día en nuestras narices, nos convierte en más inseguros, vulnerables e incapacita para tomar decisiones correctas, oportunas y tan audaces como los tiempos reclaman?. No debemos sumarnos al aplauso, ponernos un chaleco contra balas y seguir blindando nuestro futuro como ratas en un inmenso trigal. La guerra pantanosa de Irak y la victoria del Number One en las urnas, marcaron la jornada necrofílica de ideas. Alguien se acordó por ahí de Afganistán, de los senderos de Osama, más polvo en el camino que realidad. Una palabra que adquiere el peso de todas las distancias, un lugar singular, pero equivocado. La palabra Medio Oriente se acumuló una y otra vez sobre la mesa, como una larga muralla, que  millones de personas lamentan su construcción. Detrás de una pared sólo crece el miedo. Nadie intentó sacar conclusiones, afortunadamente, pero la publicitada frase de “un mundo más seguro”, adquiría la dimensión de un abismo, porque el terror está en esa pobreza de espíritu que recorre un mundo lleno de dioses subalternos, con sus recetas  manchadas de golosinas verbales, verborrea biliosa, arengas febriles en el desierto, palabra paja vacía, verbo biliar, verborrear, verbo satán. La palabra ya no es guardián, sino el supositorio escrito en los inodoros de Boulder con la gracia de la lucidez del anónimo, la ventaja del compromiso con la verdad, la certeza inequívoca del refrán popular. Lo que arranca de un firme deseo de cambio, es un hecho cumplido, aunque a veces sólo sea una simple atmósfera que recorre los inodoros. Puede que toda la fragancia de una parte del mundo esté aún allí, ratificada en el mensaje y su  intimidad fosforescente, movilizadora. La mesa Editorial fijó un poco en el cristal difuso de la tarde, ideas más  gruesas, troncales, que intentan registrar el grueso calendario del año cumplido 2004 y proyectarse en ese escenario aún nonato, del 2005, aunque viene más que contaminado, corrompido por un fin de calendario que le señala al mundo el tamaño de lo que el iceberg esconde verdaderamente bajo sus profundas aguas. Todo “más” pareciera ser para enfrentar el “mal”, un signo aparentemente positivo del “bien”, que refleja  finalmente el tamaño real del fracaso y sus asociados.

§         Más blindaje en los números, 666

    Más blindaje, más tropas, más millones de dólares, más dinero de impuestos para la guerra, más apoyo de los socios, más presos torturados, más muertos, más ataúdes, más ciudades destruidas, más promesas sobre más mentiras, un paso más  al infierno, bajo el lema de un mundo más seguro. Más, para ir al más allá, ofrecen algunos como agencias turísticas, y el signo menos, responde con la gracia de los hechos cumplidos en  un signo contrario, pero real. Irak es un pantano y el Islam, no es un cocodrilo de papel. ¿Cómo hacer un alto e impedir que la hoguera arrase hasta la parte más tibia del infierno? ¿Año bisiesto o el del 666? Son más las dudas  que certezas, las que crecen como hongos en una Mesa de Redacción que no se siente espejo de nada, porque es vital para un Editor, que busca la verdad, no tocar su propia trompeta y guiar los ratones con una melodía, no sólo poco original, sino que falsa y que carezca de la carga de sentimientos que requiere la música encantada. Ratones hay muchos, sobran como alcantarillas, pero el Flautista es único, como los cantos de las sirenas de Ulises. El mundo sintió en el 2004, El Grito de Edvar Munich, un expresionista que retrató el horror que encontró su espejo en este siglo, y cuya emblemática obra fue robada este año en el museo Munch de Oslo, Noruega. Hablar de la Tercera y Cuarta Guerra Mundial, dos en una, con tantos conflictos abiertos, encubiertos, larvarios, de cuerpo entero, es un tema expuesto al mundo desde que se inició el conflicto con Afganistán, - es casi un lugar común- aunque ya el planeta contaba con la gran sucursal de la guerra infinita en el Medio Oriente, el secular enfrentamiento palestino-israelí. Se innova en las tácticas,  estrategias, armamentos y se reafirman  conceptos de los Estados parias,  practica la guerra preventiva, acuñan eslóganes perversos: un mundo mejor, y el 2004 es una síntesis de este cocktail que tiene como resultado un coágulo sanguinolento esparcido por el mundo, más que el de  una bebida para calmar los ánimos,  sentarse a reflexionar y buscar  una salida. Es la hora del cocktail mortal, explosivo, entre el Bien y el Mal. Conceptos inefables, para un mundo, que tomarlo con pinzas, ya es una hazaña. La entelequia global se apoya en su magnífica y pesada sombra atacada por una osteoporosis fulminante. El Bien se viste de Mal y viceversa. El mundo tambaleante y a pedazos, sabe que sufre alzheimer y que un mal de parkinson aun es incurable. El travestismo ejerce un poder seductor sobre los líderes. El cuerpo monstruoso del planeta global, es más parecido al de Frankestein que el de la mujer de goma del circo. La aparente inocencia de una cancha de Golf, es lo que empuja al ocio inútil, al disfraz de la felicidad, su monotonía terrible, el hueco más pusilánime de la vida. Es una mascarada el juego desde un principio. La búsqueda del vacío. El vuelo tenaz de la estupidez no caza su presa, sino la esquiva, ignora, archiva, la inmoviliza en el olvido, cree que es mejor disecarla en el pensamiento.

§         Pinochet, un modelo para desarmar y no volver a armar

    2004 fue el año de la tortura de “la nación más civilizada de la tierra”. El año de la reelección de George W. Bush. El año de la apuesta por seguir la guerra contra Irak, Al Qaeda, Afganistán, el terrorismo. El año Michael Moore: Fahrenheit 9/11. El año de la improvisación de la post guerra, de una guerra ya improvisada. El año en que Estados Unidos se endeudó más económicamente que en toda su historia, y sus fuerzas tradicionales-religiosas, se impusieron en unos comicios, que dicen no estar aclarados aún en el estado de Ohio. El año en que se ha denunciado un fraude electrónico de vastas proporciones y convocado a manifestaciones públicas en Ohio y Washington, el 3 y 6 de enero del 2005, respectivamente. La democracia, la libertad en sí y de expresión, retrocedieron en el país que ha desarrollado el sistema más abierto, antiguo y sólido aparentemente del planeta. Esos valores están siendo discutidos hoy en el mundo y en muchos círculos de la Nación americana. El mundo se quedó sin ONU, devastado en algunos países africanos, con  Haití flotando en el resto de sus últimas so(m)bras, arrimado al hilo de la muerte, una isla que sólo no se aísla de la muerte. Año  del  sistemático “descuadernamiento” socio-criminal  de Colombia. Los huracanes azotaron Estados Unidos como pocas veces en su historia. España fue víctima un 11 de marzo, del terrorismo en la Estación de Atocha, pero nada es comparable con el desangramiento de Irak, aniquilamiento de su cultura milenaria, destrucción de ciudades y templos, -la muerte  perra, sin bozal, adherida a la carne y el espíritu, - sigue asomando su cabeza desde una ventana en la noche árabe. El año Pinochet, en su sexto año de “hacerse el loco” para no enfrentar la justicia humana, por genocidio y también fraude fiscal, recibo de coimas y operaciones fraudulentas. El general Augusto Pinochet es un símbolo tenebroso de esta época de  transición mundial:  instituyó la tortura del Estado, despareció a miles de opositores, exilió a cientos de miles, ejerció el  poder absoluto en total impunidad y se ha burlado de la justicia durante décadas. Ha batido todos los récords para un dictador “a típico”, desde que fue declarado Inmortal por el diario El Mercurio de Chile a la recién brindada extremaunción que le otorgara un sacerdote católico, para que siguiera viviendo otros cien años más y pueda pagar su rosario de cuentas pendientes. Cuando regresó de Londres, luego de su detención de 503 días, bajó en silla de ruedas y de inmediato al tocar suelo chileno, se levantó como Lázaro, caminó y agitaba su bastón, en medio de sus seguidores, demostrando su estado físico y  que no tenía nada de loco. Su caso es el más patético en al historia universa, como un pueblo en estado de derecho debe callar ante un criminal reconocido, que viola una y otra vez la justicia. Es un símbolo de Satanás en al tierra, han dicho algunas de  sus miles de víctimas, y no se alejan un centímetro del representante de Lucifer en al fragmentada geografía chilena. Pinochet es un modelo para desarmar y no volver armar.

§         La muerte bosteza en las calles de Faluya

     Tigris y Eufrates, ríos de una misma sangre. Oriente y  una parte de Occidente, nunca estuvieron más interesados en la muerte y en Dios al mismo tiempo, no sólo como intermediarios del cielo, sino que le han reemplazado en la tierra. Venden cruces como si fueran el Diablo con sus respectivos ataúdes, fosas privadas o comunes. El menú de aquel día infausto para las tropas norteamericanas en Mosul, podría haber dicho: Muerte súbita por los aires y a la carta. Y no se estaría hablando de una fantasía, sino realidad: no hay lugar seguro en Irak para las tropas invasoras. Irak no sólo huele a Viet nam, sino se parece, menos silencioso, pero lo que en el país asiático era selva y arrozal, en  Bagdad, Mosul, Faluya y otras ciudades, son sus calles y el desierto, la tradición del Islam. En Faluya, hasta la muerte bosteza en sus calles  ruinosas y hace rechinar sus dientes y huesos de una ciudad mutilada, sin cabeza, arrojada a sus escombros, sacrificada a su olvido, y cuyo destino fue su aniquilamiento en su propio altar. La muerte recorrió todos los closet y cuartos de Faluya y sacó a bailar a la misma muerte que improvisaba su traje como un cadáver recién planchado, en una su mortal voltereta de espanto y terror. El fin de año es para hacer balances y arrancarle la última hoja al calendario, y  aunque diciembre no es otoño, cae. Pero este año es un rombo y  no cuadra, le siguen saliendo pelos de las orejas, como cuando cuelgan los helechos en las ventanas tropicales. El poeta me hablaba de esos paisajes en los balcones frente al mar. Un verde intenso, brillante, de ramas encrespadas, tupidas, en los colgantes maceteros de totora y alambre. Un universo natural, frágil, iluminado. Este ventanal ahora sólo deja ver la nieve. La oscuridad de  los recuerdos del verano. Es la historia blanca del invierno, que un día me relató, la que llega ahora.

§         Charlie  y las mágicas llaves de la Nieve (Un cuento de invierno/Is a winter´s tale)

    “Había una vez un sueño de nieve, que sólo los ojos de un niño podían ver. Ese niño se llamaba Charlie y tenía los poderes que la Nieve entrega una vez cada 100 años. Había ganado su confianza, porque siempre sonreía ante la adversidad, el mal tiempo o humor agrio de las personas. En invierno, la Nieve era su ángel protector.  Venía de lejos, de lo alto, y no tenía tiempo en el tiempo. Sólo se presentaba en la fecha acompañada del frío.- No temas Charlie, que tú sonrisa me entibia los huesos, solía decirle en el sueño. Cuando voy rodando en las montañas en mis locas avalanchas, sólo sonríeme y podrás detenerme, le comentaba. Era una especie de instructivo  que le pasaba por las noches, cuando afuera caía blanca, blanca, para que todos la vieran en medio de la oscuridad y al día siguiente la encontraran a los pies de sus casas, caminos, techos, en los lugares más insólitos. La gente no sabía que su objetivo era que la amaran y compartieran su belleza. La Nieve era hija de un sueño largo, que duró todo un Invierno, hasta que un día despertó y empezaron a  caer de los ojos de su abuela esas lágrimas como copitos, porque se estaba muriendo. Así fundó  a la Nieve, en una montaña muy alta, que siempre está blanca, como si esa fuera la casa de la Nieve, donde descansa hasta que llega el nuevo Invierno. Ahí, se sienta frente al porche, con su cara blanca, y se balancea, esperando su tiempo. El otoño va dejando caer sus últimas hojas como si ya fueran recuerdos de otro tiempo. Tiene una gran ventana donde va mirando pasar las estaciones. El verano, es rojo, la primavera verde, el otoño amarillo y el invierno, gris. La sonrisa de Charlie le trae el Invierno cada año, porque no podría seguir viviendo sin él. Cuando siente la brisa de un beso en la punta de la nariz, sabe que llegó y que todo está a punto de empezar. Listo. Se frota las manos, respira hondo, y dice: va a nevar. Sus ojos comienzan a ponerse blancos, sus largos dedos a enfriarse  lentamente. La risa de Charlie se siente en la montaña y estremece su cuerpo. Comienza suavecita en su casa y el viento  la va susurrando de puerta en puerta, como silbando sobre la última madera tibia, y así se aleja por el camino, avanza por un largo sendero de pinos, las primeras rocas vibran  cuando la risa  las toca, y  asciende, risa a risa, hasta llegar a la cima de la montaña, donde todo es silencio. Los árboles  mueven lentamente sus cuerpos y la gente en la ciudad sabe que algo va a suceder. Es la última gran risa, previo al Invierno. (El niño que reparte los periódicos siente un viento distinto que roza su rostro e ignora que los titulares que dejará  mañana en las puertas de la casa, anunciarán la primera caída de nieve en la ciudad.  Después de la gran carcajada  serán sólo sonrisas, algo que le gustaba mucho a la mamá de Charlie, una profesora que adoraba a los niños y les enseñaba a amar la vida. Cuando tomaba la tiza en sus manos los últimos días de otoño, los niños veían  la nieve dibujarse en sus cuadernos, y sabían la hora y el día en que llegaría a la ciudad en ese Invierno, como una fiesta silenciosa. A la Profesora, le gustaba retratarse en pantalones, con su bufanda escocesa, un sombrero de alas negras, y detrás, la nieve, mientras sonreía. Charlie había heredado ese gesto y don, y por eso fue escogido. El Invierno casi no dejaba sonreír a las personas en la pequeña ciudad entre montañas y frío, donde vivía Charlie, que debía cruzar cada día calles y caminos llenos de nieve, en medio de la montaña que siempre rodeaba a sus ojos, para llegar al College. Tocaba piano y la Nieve se sentaba en todas partes a escucharlo, y a veces, cuando la música le llegaba al alma, la ponía algo melancólica, como si estuviera enamorada, dejaba caer sus copos blancos inconfundibles sobre todas las ventanas, sólo para que la vieran caer con su largo e interminable traje blanco de novia eterna. Charlie cerraba los ojos y  veía los copos de varios colores. Era parte del secreto de haber recibido las llaves de la Nieve. Las llaves tenían el poder de la magia  de conocer el estado del corazón de la Nieve y solían cambiar de colores como los días: blancas, azules, grises, rojas, amarillas. Las llaves de la Nieve, abrían todas  las puertas de las  estaciones, no podían caerse al suelo, porque se produciría una peligrosa avalancha y se borraría la ciudad. De ninguna manera quedar olvidadas en alguna parte, porque traería fuertes dolores de cabeza a la Nieve y comenzaría a temblar en la montaña. Las llaves sólo debían estar en sus manos. Siempre se las llevaba a su College y las guardaba en una bolsita roja de terciopelo, donde se entibiaban, porque la magia nunca es fría, ni siquiera en invierno. Cuando se ponían rojas, las llaves anunciaban cosas fantásticas, y el día parecía quedar a cargo de duendes, que lanzaban polvos de colores  de felicidad sin fin, que se mezclaban entre ellos,  por toda la ciudad y eran los días en que Charlie  sonreía más  y tocaba piano, como si los dedos no le pertenecieran. Sobre su cuello, colgaba la bolsita roja, que se convertía  en una rosa pequeña, porque nunca tocaba sin sus llaves en invierno”.

P. D.  Epilogar del año 2004

    La noche se refleja en mi Laptop. El año vuela sin plumas, descalzo. Mira desde una esquina. No sabe que viene detrás de él. Tal vez que pronto se llamará enero del 2005. Una fecha, no es ni mejor, ni peor, un año se defendería de cualquier acusación. Lo importante es la lección que nos deja. Si él pudiera, nos aconsejaría no tropezar con, ni la misma piedra. Un año es un nuevo tiempo, no para repetirlo, sino construir algo distinto, cambiar, mejorar lo que uno ya ama. Un café negro, siento caer en su filtro, como si la noche se perfumara y se detuviera la página en blanco robada a la pantalla. Mis puchos marcan la noche con sus pequeños reflejos. La ceniza no es más que un nuevo comienzo. La nostalgia en estas fechas patea la vida, como si uno estuviera en plena pampa o en el granero de un camino amado en el Sur y en  el tal vez, de un día, ese sueño se cumpla en cualquier punto de la geografía, donde una mano reconozca no solo las  huellas de otra, sino sus cicatrices.  Esa mano sé que la conozca y  está abierta para mí. La noche, la cargan los recuerdos, como las fechas, signos ásperamente suaves, tantas jornadas, un diálogo con este 2004 devorado por la mentira de los medios, con su larga nariz de pinocho, para vergüenza de una profesión que se asienta en la verdad. La obsecuencia ante el poder real y fáctico, sólo acrecienta el malestar de una Nación, la envenena, divide, convierte en vulnerable y hace más frágil sus instituciones. Todo esto volvió a repetirse en el 2004, y el planeta pareciera no sólo cojear, sino respirar, bufar por la herida animal que el hombre le inflinge y no sabe que es así mismo. Tanto hemos perdido, que no nos damos cuenta. Sólo sabremos de nosotros mismos, cuando estemos en la casa del ahorcado. El 2004 ha perdido su propio aliento. Lo está despidiendo una catástrofe bíblica en el sudeste asiático: el famoso y temido  fenómeno del tsunami, un maremoto que surgió en el Mar Indico en Sumatra, y que ya supera las 40 mil víctimas en 11 países. Hace 639 años, un tsunami devastó Alejandría y dejó miles de muertos en esa ciudad de Egipto. La naturaleza  confiesa, a quienes  se creen dioses. Yo, al leer este ejercicio 2004 sobre mi laptop, quisiera haber tenido un hijo como Charlie, que hubiera heredado las llaves de la Nieve y  me tocara piano en este invierno para que regrese el poeta. ”Fue una mano o un sonido/ que en aquella antigua tierra abrió la oscura puerta de par en par. /It was a hand or sound/ In the long ago land that glided the dark door wide.

Silvia Banfield

 

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