Sabemos que de los 40 globos, o algo así, que acompañan al Sol, no hay uno solo igual a otro. Cada uno posee sus características propias que lo distinguen de los demás. Tanto los 9 planetas como las 31 lunas, (y quizás algunos cuerpos espaciales más) son singulares.
Sin embargo, si tomamos en cuenta una antojadiza suma de unos diez mil trillones de planetas, ¿es posible que existan entre ellos otras Tierras, copias exactas de la nuestra que nos formó? Por supuesto que sí, porque es fabulosa la cifra. Aunque, no conviene perder de vista que esa cifra es fruto de una pura extrapolación de un fenómeno planetario local, con su complejísimo ecosistema y de algunas sospechas de la existencia de compañeros planetarios en otras estrellas de trayectorias sinuosas (por causa del tironeo de masas planetarias en un sentido u otro). Se trata de una extrapolación hacia todo el universo de galaxias. Pero así y todo, aun existiendo millones de planetas idénticos a nuestra Tierra ¿es acaso suficiente garantía para una multiplicidad de la vida en el universo de galaxias? ¿Qué ley generadora de vida lo prueba? ¿Dónde se halla dicha ley revelada, con evidencia?
Ni siquiera la percibimos aquí, ante nosotros, en nuestro propio planeta. Tomemos en cuenta aquel cálculo que da un uno sobre una cifra mayor que todos los átomos del universo, para la probabilidad de la formación de una “simple” y sola célula viviente. ¿Acaso son observables algunos presuntos agrupamientos moleculares en el agua, en la tierra, en el aire o en la misma materia en putrefacción, por ejemplo, o en cualquier medio que sea, que tiendan a formar seres orgánicos? Las supuestas condiciones “por doquier” aptas para ello, quizás nunca existieron, ni siquiera hace 4000 millones de años, sino que la chispa de la vida pudo haber sido una sola, fruto de una casualidad única en todo este microuniverso rodeado del Anticosmos o Macrouniverso y de otros posibles microuniversos como enjambre local. Única, también, la casualidad que impidió la extinción en masa, una vez en marcha el proceso evolutivo, y único también el mecanismo suscitado como “plan” hereditario susceptible de mutación y la forma de reproducción celular por mitosis, presente tanto en los microscópicos unicelulares, como en los pluricelulares, vegetales y animales.
Chispa de la vida, plan genético (ADN), herencia, mecanismo reproductor, mutación creadora de nuevas formas, organogénesis, y condiciones ambientales telúricas y cósmicas vecinas sostenidas que impidieron una extinción sobre la marcha; todo esto es muy probable que hayan sido eventos únicos en el microuniverso entero de galaxias sin ley alguna de tipo universal.
Es tan sólo aceptable una ley suscitada en nuestra biosfera, de una improbabilidad casi total en el resto de los sistemas planetarios que nos rodean.
Si pensamos en los complejísimos factores que hicieron posible la vida “desde el virus hasta el hombre” –según se suele decir-, todos aparecidos aleatoriamente por única vez, a saber en breve e incompleto resumen: plan genético, herencia, organogénesis, instinto sexual, instinto de conservación, vida en comunidad, solidaridad específica, defensa ante los medios traicioneros, territorialismo y otros “ingeniosos” mecanismos, caemos en la cuenta de que si no nos hallamos comprendidos en un sistema geocéntrico como lo creían los antiguos, al menos nos hallamos en un .punto cósmico “azaricéntrico” (valga el neologismo significa centro del azar) es decir, sin dios omnipotente, ni dioses algunos supuestamente creadores, ni ningunos otros, lo cual nos debe impulsar a mejorarnos todos los habitantes del orbe entero aplicando el conocimiento científico, tanto somática como psíquicamente, esto último concerniente al logro de una moral intachable.
Ladislao Vadas