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SOLÁ Y UNA REVELADORA PELEA DE PODER 
SOLÁ Y UNA REVELADORA PELEA DE PODER 

“¿Porqué los grandes restaurantes están manejados por chef y no por políticos? Pues no importa lo que haga un político, porque siempre queda rico”. Alejandro Nagy en FM Rock & Pop.

 

   “Cambian los actores pero no el guión. Basta recorrer la historia de la Argentina para encontrarse con un dato quizá irrelevante: luego de cada golpe de Estado, el gobierno que asumió, devaluó la moneda.

   Y ellos, los responsables, siempre siguen allí. Entre los pasillos y los sillones de las instituciones. Desde adentro o desde afuera del Estado. Criticando la corrupción y mezclándose entre los honestos para pasar desapercibidos. Entre las sombras o frente a la luz de las cámaras de televisión, riéndose de nosotros. Siempre.”. Lo relatado no atestigua la podredumbre que emana algún país africano de nombre ignoto, como Burkina Faso o similar. Si no que se refiere al manejo político imperante en estas playas, semejante al cuento que nunca termina, que se ilustra en el final del libro El Golpe S.A, de los periodistas Guillermo Arisó y Gabriel Jacobo. Aunque el mismo se refiere a las circunstancias que permitieron la eyección del helicopterista Fernando de la Rúa del sillón de Rivadavia, los conceptos finales se dan de pelos con lo acontecido ayer lunes 17 de enero en La Plata. Ante las cámaras, Felipe Solá dijo no a la pretensión duhaldista y el presupuesto provincial para el corriente año quedó obturado. Dos actores, un par de esos que nunca se fueron, mostrándose los dientes y enfrentándose como un par de chicos por un paquete de figuritas. Aunque estas sean bastante pesadas y onerosas, la imagen que dan al común de la gente es bastante patética. Pues no se pelean ni discuten a causa de un debate por el bienestar general, que de paso estaría excelente, sino que lo hacen ardorosamente por seguir ocupando espacios de poder. Y lo hacen a sabiendas que poseen bastante de esto, porque no se trata de dos improvisados. Puesto que tanto Duhalde como Solá son dos auténticos pesos pesados de la corporación política vernácula, su enfrentamiento multimediático desnuda lo bajo que ha caído el modo de hacer política.


Más que una bolsa de gatos

 

   Perón siempre aludía que las peleas dentro del seno justicialista, eran similares a la de los gatos, quienes en lugar de pelear se están reproduciendo. En realidad, en el caso bonaerense lo que se reproduce es una disputa ardiente en torno al control del famoso aparato y la sustanciosa caja que lo retroalimenta. Es obvio que ambos contendientes no se dan con un fierro para ver quien la tiene más larga, y luchan a brazo partido para de paso evitar su extinción. Porque a sabiendas, ese par tiene muy en claro que sin esas actitudes grandilocuentes y ampulosas, desaparecen de la escena y a otra cosa.

   Los medios reflejaron oportunamente el trasfondo de esta disputa, en la mañana del martes 18: “En Clarín, Alcadio Oña opina que Felipe Solá optó por “La jugada más dura” y observa que “no es poco confrontar con Duhalde, más cuando uno alberga enormes dudas sobre el supuesto acompañamiento del Presidente”. Por su parte, Daniel Juri cree que “la pulseada entre Solá y Duhalde llegó al límite”. “Un paso más y se cortaba la cuerda”, apunta.

   A su turno, Mario Wainfeld destaca que Néstor Kirchner “no desautorizó a Solá, aunque se guardó mucho de alabarlo” y opina que el gobernador “sabe que la correlación de fuerzas le es adversa”, aunque “no cree haber salido a pelear con un escarbadientes”.

   En La Nación, Ramiro Sagasti sitúa a la pelea “Entre el dramatismo y el diálogo”, mientras Jorge Fernández Díaz alude a “La batalla por el aparato y por la caja”. Carlos Pagni, a su vez, destaca en Ámbito Financiero que después del “veto inevitable” viene la “negociación con Duhalde” y elogia a Solá por haber dado esa muestra de “independencia” del “caudillo” Eduardo Duhalde”, según la acertada visión del sitio Diario sobre Diarios.

   Sin embargo, esta situación es pintada con creces por el mencionado libro:“Un especialista en la lucha contra la corrupción política, Chrystian Gruenberg, integrante de Transparency International, resumió hace un tiempo la situación argentina: “El Estado está capturado por una red de políticos, empresarios y dirigentes que lo tienen al servicio sus negocios e intereses”. El Estado está capturado. Todos somos rehenes”.

   Lo malo que muchos de estos rehenes padecen, lamentablemente, un acendrado síndrome de Estocolmo que los ha llevado a enamorarse perdidamente de sus captores. Pero desgraciadamente, este amor no es correspondido porque los segundos sólo se acuerdan de ellos cuando sobreviene algún período preelectoral. Y fuera de estos, están demasiado preocupados en ver como algún potencial adversario le intenta pisar la manguera desaprensivamente. Como en el caso bonaerense, aunque esta a veces no alcance a apagar ningún incendio.

 

Fernando Paolella

 

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