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La represión paralela y la amenaza totalitaria K

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EL DESCONTENTO CON EL "SISTEMA"
EL DESCONTENTO CON EL “SISTEMA”

A pesar de que a veces en la Argentina nos confundimos en torno a esto, hacer cumplir la ley no es sinónimo de “represión”. Reprimir es violar la libertad y los derechos de las personas a través de la violencia, basada ésta o no en una norma ilegal. Por ende, se está reprimiendo cuando se castiga a alguien por sus opiniones, cuando se lo discrimina a través del uso de la fuerza pública o cuando se lo agrede verbal o físicamente porque no se somete a una estructura.

 

 En este sentido, se puede decir que el kirchnerismo es profundamente “represor”. Y lo es de la peor manera, si es que hay una forma peor de represión, que es la de la hipocresía. Claro que en cantidad de represión dista mucho de la barbarie de las dictaduras, pero dentro de ciertos límites practica una represión hipócrita y mentirosa que día a día va quedando más en descubierto. No sólo les ha iniciado causas a dirigentes sociales a través de la ley antiterrorista, sino que ha armado un esquema paraestatal de represión cooptando y asimilando grupos violentos. Este sistema paralelo de represión es más intenso ya que le permite lavarse las manos.

La famosa película alemana “La Ola”, basada en las clases sobre autocracia de un profesor estadounidense, explica de manera brillante la génesis del totalitarismo. Enseña que en cualquier momento histórico, bajo ciertas circunstancias de incertidumbre y vulnerabilidad, la desesperación puede conducir a anular la persona humana y a que caiga presa de una maquinaria o estructura totalitaria. Al no sentirse lo suficientemente fuerte y segura, resigna su libertad y se convierte en mero vehículo de un comportamiento grupal. Se pierden la individualidad, la capacidad crítica y por ende los derechos.

 La moraleja de la película citada es que siempre debemos estar prevenidos contra este tipo de amenaza. La enseñanza apuntaba a una Europa desarrollada, que hoy ha entrado en crisis y ha visto renacer el nazismo en Grecia. Con mucha más razón se aplica a nuestra región, Latinoamérica, que está plagada de pobreza extrema y de estructuras verticales y prebendarias que abusan de esa circunstancia en beneficio propio.

 El kirchnerismo es en la Argentina para mucha gente, bien o mal, una expresión de descontento con el sistema. Busca mostrarse de esta forma a través de medidas y leyes superficiales, que no se llegan a aplicar en su totalidad por falta de independencia judicial o que no afectan los vicios del sistema político. Los programas “para todos”, que en general llegan a muy pocos y les sirven a otros pocos para hacer negocios fabulosos, la ley de medios que sólo se aplica para medios críticos, el matrimonio homosexual (que más allá del grado de adhesión que nos genere no altera el fondo del sistema político) o las nacionalizaciones carentes de transparencia (que no acaban con la prebenda y la corrupción), intentan construir un relato de ruptura con el pasado y de enfrentamiento con los poderes dominantes de una sociedad fatigada por la frustración y la exclusión.

  Sin embargo, si miramos más allá de lo superficial, coyuntural o extrapolítico, su esquema de acumulación de poder dista mucho de constituir una ruptura con respecto al pasado. Lejos de ello, es una profundización e intensificación de ese pasado nebuloso. La única medida significativa con impacto social y político, la asignación universal por hijo, fue un producto del triunfo legislativo de la oposición en 2009 y, gracias a la inflación y el burocratismo, está quedando cada vez más desvirtuada. El clientelismo está siendo llevado hasta las últimas consecuencias, a ámbitos nuevos (distribución discrecional de insumos para el campo, Vatayón Militante, barrabravas, etc.) y acompañado de una dosis de adoctrinamiento que apunta a volverlo más brutal y violento. Ya no es el clientelismo un fenómeno espontáneo, fruto de la falta de legalidad y participación ciudadana y que la clase política no combate volviéndose cómplice. Ahora está siendo promovido y aceitado centralizadamente, a veces incluso a través de estructuras totalitarias como Tupac Amaru.

 Esta organización social, devenida en partido político, ha saltado recientemente a luz de la opinión pública nacional con motivo de los ataques perpetrados contra un equipo del programa televisivo de Jorge Lanata que intentaba filmar uno de sus barrios. En la investigación realizada por dicho cuerpo de periodistas pudo apreciarse claramente que cuenta con un grupo de uniformados con entrenamiento de tipo militar. La Tupac Amaru se maneja con absoluta discrecionalidad, no ya eludiendo el control del Estado sino remplazándolo a través del ejercicio del monopolio de la coerción en sus zonas de influencia, tal cual lo hacía el Partido Nazi antes de llegar al poder.

 ¿Renunciará el partido de Milagro Sala a sus cuerpos “policiales” si llegara a hacerse con la gobernación de Jujuy? ¿O pasarán a estar estos al servicio del gobierno, como organismo parapolicial y con mejor armamento y entrenamiento? Los presidiarios cooptados a través de las prebendas conseguidas por Vatayón Militante, o los barrabravas agremiados por el kirchnerismo, ¿conformarán cuerpos armados y entrenados en el conurbano y otros lugares del país para replicar el esquema totalitario de Milagro Sala?

 Claro que en la Argentina no hay aún un totalitarismo estricto. Lo que vemos son resabios de estructuras clientelares dispersas que antes conformaron una oligarquía estable que estalló en 2001. Pero están siendo amalgamadas por el kirchnerismo a través del adoctrinamiento y del despilfarro de los recursos que deja la soja. Por eso el rol tan importante que cumple el programa agresivo y propagandístico 678. No apunta a convencer a la población, sino a sembrar dudas y confusión y a afianzar el fanatismo en un grupo minoritario. Todo con dinero del Estado, claro.

  Mientras el espíritu humano no sea liberado de las estructuras clientelares y ahora cada vez más violentas que empañan nuestro sistema político, la democracia no funcionará de manera eficiente y representativa y el pueblo no podrá controlar a sus gobernantes. Mientras la represión no cese, no se respete la individualidad de cada ser, no se fomente la iniciativa y la creatividad y no se nos iguale ante la ley, no sólo la pobreza nos seguirá acompañando por más enérgicos discursos que se den en la Casa Rosada, sino que la amenaza totalitaria estará latente y presente en los lugares más castigados de nuestro país.

 

Rafael Eduardo Micheletti
DNI: 33.573.356
Rosario, Santa Fe

 

5 comentarios Dejá tu comentario

  1. ANOCHE ESCUCHE LO MEJOR! DIJO NELSON CASTRO QUE ESCUCHAR A LA SRA, HABLAR DE ETICA, ES COMO ESCUCHAR A JUDAS HABLAR DE LEALTAD! TAL CUALLLLL

  2. ...Espero que no entre en Cadena Nac. para quejarse de lo que dijo y con toda razón el Dr. Nelson Castro...Sres. ésto es lisa y llanamente una DICTADURA CIVIL.

  3. El articulo es un desastre. De donde saco el autor esa definición de represión y su verbo reprimir? Lo único que se reprime son los DELITOS y el único que puede reprimir es el ESTADO. Todas las otras "interpretaciones" son falsas y tendenciosas, construcciones de delincuentes que se levantaron en armas en contra del Estado, PARA INVERTIR LA CARGA DE LA PRUEBA. Reprimir no es una mala palabra, salvo en boca de un asesino...

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