Con el alto respeto que su investidura me merece, quiero expresarle lo siguiente:
Siento mucha pena, mucha pena por Ud. y mucha más por nuestro gran y devastado país, mal llamado Argentina. ¿Por qué digo mal llamado? Porque “Argentina”, significa cristalina y también vibrante.
Ninguna de los dos significados la representan, no son cristalinas las acciones cuando se deben ir a dar explicaciones negadas a los habitantes, en otros ámbitos no nacionales y encima se los compara en forma peyorativa a los nuestros con los extranjeros, es decir según mi interpretación, no merecemos ni siquiera las aclaraciones, que deberían ser obligatorias en nuestros delegados temporales.
Tampoco podemos llamar a la Argentina “vibrante”, ya que nos han quitado desde el poder la alegría y las ganas de vivir en este promisorio país, tan vapuleado por los representantes que supimos o pudimos conseguir.
Pero debo darle la explicación sobre todo a Ud., de por qué siento pena, por todo lo que pudo haber sido y no es.
Deseo que tome en cuenta muy especialmente el hecho de asegurar qué no es, no qué no pueda serlo, todavía está a tiempo, si escuchara a las personas que no tienen los impúdicos intereses de quienes la rodean y la usan, algo de lo cual tengo muy pocas esperanzas de que suceda.
Pero lo intentaré, la sé una persona muy inteligente y, además, su trayectoria juvenil y de hasta hace unos cuantos años, lo amerita, quitando por supuesto, la parte de enriquecimiento logrado, no por su profesión como lo aseguró en Harvard, ante la imposibilidad de las repreguntas, sino vaya a saber las causas de su “suerte”, o “éxito”, como Ud. lo define.
Ud. tenía la gran posibilidad de quedar en de la historia nacional como la dirigente que cambió el rumbo hacia la prosperidad y el progreso, tenía un gran porcentaje de votantes que la apoyaron en su última elección, tiene la ayuda que le da el viento de cola internacional, con un mundo que no “se nos cayó encima”, como a Ud. le gusta repetir, como si el “miente, miente, que algo quedará”, le lavaría los cerebros de su aplaudidora audiencia. Tenga presente que los aplausos y lisonjas que Ud. recibe son aranceladas y todos ellos aplauden contabilizando por cada golpe de manos, cuanto reciben.
Viento de cola de un mundo, al que podemos suministrar alimentos, como la soja, a la cual Ud. bautizó “yuyito”, pero prefirió priorizar otros intereses que obnubilaron su camino. Ud. podría haber quedado en la historia argentina, como una exitosa y soberbia mandataria, en cambió optó por convertirse en gobernante soberbia y sorda.
Quiero explicarle la diferencia entre mandataria y gobernante, que seguramente Ud. no tomó en cuenta al aceptar su cargo
“Mandataria”, su nombre lo indica, es la representante de nuestros encargos, los que Ud. aceptó al postularse como tal, pero evidentemente al igual que Menem, su gestión indica lo mismo que el sincericidio de éste, “si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaban”.
En cambio “gobernante”, define a quien regentea a las personas en formas por ejemplo, monárquica, absolutista, déspota, arbitraria, totalitaria, así como una gobernanta de familia se ocupa de manejar y conducir a los niños de su grupo, creo que una gobernanta, que también lo hace por dinero, tendría mayor amor por esos niños, que Ud, con la clase media.
Le pido mil disculpas, por mi atrevimiento, creo que esta carta le va a llegar, seguramente de parte de esos servidores que Ud. tiene a su lado, espero que si le llega, la lea con detenimiento y pueda advertir en la misma, una sincera misiva, de lo que a mí y a muchos, quisieran tener como Mandataria, con mayúscula, le pido la tome en cuenta y piense que esta expresada en igual “buena onda”, como cuando en septiembre de 2007, le expresé algo que a Ud. no le gustó, “me imagino que ahora que va a ser Presidente, se va ocupar muchos de las Pymes”, no se si lo recuerda, pero a mi quedó grabada su respuesta.
Le pido en mi nombre y de muchos otros que no queremos su destitución y deseamos termine su mandato, con más del 54% que obtuvo, pero que ese reconocimiento es como el amor en las parejas, todos los días, debe mantenerse con demostraciones.
Si reconoce que no todo está bien, sobre todo la de mantener a quienes no la ayudan, por el solo hecho de haberlos elegidos Ud., esto la haría ser mejor considerada y que además, cambiaría el humor del pueblo, de advertir en Ud, un poco más de humildad y reconocimiento de que el Poder no da patente de ser omnipotente y “tener la verdad revelada”.
El aceptar los errores, la convertiría en un ser humano y con seguridad se la miraría con respeto y no como es mi caso, con pena, ni con miedo, la grandeza no se compra ni se impone, se logra.
Me quedé aquí, con toda mi absoluta sinceridad, no sé como saludarla en el final de esta carta.
Walter A. Gazza
DNI 4.165.566