La visión del mundo humano de las apariencias desde el enfoque psicológico, único válido para esta cuestión, muy apartado de todo idealismo hegeliano, posee múltiples facetas. Son tan variadas, que sería imposible incluirlas en este artículo, pues se haría demasiado extenso y por eso aquí sólo tomaremos en cuenta el mundo de las costumbres.
Si existe algo verdadera y tenazmente tiránico en toda la sociedad humana, éstas son precisamente las costumbres, que envuelven ya al niño de corta edad para ir transformándolo en una especie de autómata de los modales o esclavo de la cultura del ámbito donde le tocó nacer.
La forma del lenguaje, el modo de sentarse, de pararse, de vestir, de jugar, de comer, de contestar, de pedir, de tratar a los mayores, parientes cercanos y extraños, los gustos, los rituales, las modas del canto, de la danza, todo amaneramiento, etc. etc. hacen prisionero al individuo desde sus primeros años de vida. Esto no es proyección inmediata del yo de los mayores que envuelven a los jóvenes, ni proyección por parte de los niños como en el caso del sobrenaturalismo, sino un ambiente folklórico particular creado por tradición. No obstante, originariamente, todo proviene de la propia naturaleza humana, de una tendencia innata hacia la creación de rituales, formulismos, símbolos, actitudes, cumplidos, y todo lo que atañe a miríadas de pseudociencias que subyugan a los incautos y suelen incorporarse al folklore en un amplio despliegue de formas que se hacen peculiares de cada pueblo o capa social.
De modo que, podemos advertir en todos los pueblos del orbe, la tendencia hacia las modas: la vestimenta, el flirteo en las parejas jóvenes, la vergüenza ante ciertas palabras o actos, el tabú del sexo, la creación de símbolos y el fervor adoratorio hacia ellos, el amor al terruño en donde se ha nacido, la veneración por los antepasados, etc. Hay en todo esto algo genérico, común a todos los pueblos, y la explicación lógica se halla en el código genético ancestral, que es transmitido de generación en generación, en donde se hallan planificadas las susodichas tendencias psíquicas que hacen de la especie denominada sapiens, lo que es en su particularidad frente a otras especies animales de conductas también propias, y lo que podría representar ante supuestos pero posibles seres inteligentes de otros microuniversos de galaxias.
En cuanto a lo tiránico del ambiente psicosocial no proyectado, sino elaborado al albur por determinada fracción de la población del orbe, tenemos, por ejemplo y lo reitero, las modas. Modas en el vestir, en las danzas, música, canto, en el habla, en las bebidas, comidas, y rituales, como el brindis por ejemplo, etc.
Las modas en el vestir suelen ser constrictivas en ciertos pueblos o capas sociales, y en algunos casos se llega al más sonante ridículo en materia de vestimenta, al punto que un pueblo se ríe de otro, o las nuevas generaciones se burlan de las antiguas ante lo estrafalario que fue aceptado como lo”normal” en determinado seno social y época. Hoy nuestros contemporáneos se ríen del tocado de las “damas antiguas”, de su exagerado miriñaque, de las pelucas empolvadas de los notables, de las gorgueras de las damas del siglo XVII, de las barbas sin recorte y los exagerados bigotes de los abuelos del álbum familiar, de los trajes de baño femeninos del pasado, etc.
Mañana, los jóvenes que hoy se ríen de todas estas cosas del pasado, serán a su vez el hazmerreír de las generaciones venideras que los verán actuar en viejas películas y videos transmitidos en quien sabe que sofisticado sistema del espectáculo del futuro.
Pasando a otra faceta, también las historias adoptadas por los diversos pueblos y naciones del orbe, transmitidas a las nuevas generaciones, contienen elementos subjetivos, tergiversaciones por creencias dogmáticas, ideológicas, políticas, influencias nacionalistas, antropolatrías diversas, prejuicios, tabúes y … ¡miríadas y miríadas de pseudociencias habidas y por haber que pretenden ser auténticos conocimientos científicos. De modo que ya la mente de los escolares, es moldeada frecuentemente según un esquema histórico falsificado, que muchas veces contiene relatos de circunstancias injustas, atemperadas tendenciosamente por el historiador y ofrecidas como glorias del pasado de un pueblo “heroico” o de algún general “virtuoso”.
Nadie puede saber a ciencia cierta en qué clase de entorno se mueve. Se desconoce lo que “verdaderamente” es lo auténtico y correcto y que es lo definitivamente incorrecto, salvo lo ético.
Incluso el tabú del sexo consiste en una atmósfera artificial que nos envuelve y nos persuade de que el cuerpo humano desnudo es impúdico, pecaminoso, cuando lo más natural sería que todos anduviéramos en todas las ciudades del orbe, tal como se estila en las playas del mundo cuando la temperatura climática lo permite. En todo caso, el nudismo debiera ser practicado parcialmente, tapando tan sólo las partes genitales por razones exclusivamente estéticas y prácticas, como se ha visto entre los nativos de algunos pueblos primitivos. En este ocultamiento no debieran entrar los senos de la mujer que son exhibidos por algunas damas en diversos lugares del mundo según sus culturas.
Pero el mundo humano es terriblemente constringente. ¡Guay con transgredir las modas del presente! ¡Pobre de aquel que aparezca vestido a la usanza de siglos pasados, por ejemplo, en pleno principio del siglo XXI! La sociedad no perdona, y se hace insoportable pretender ir contra la corriente y rechazar las canciones de moda para escuchar en público anticuados valses de antaño.
Sin embargo, todo esto no es más que un mundo de apariencias creado por pura cerebración, al cual la sociedad humana se ata a sí misma, se somete y se exige sagradamente.
Lo aparente domina al individuo “Lo arriba y lo abajo”, “los distintos lugares que ocupa el Sol al nacer y ponerse”; lo bello, lo feo; la irrenunciable idea antropocéntrica, el antropomorfismo, el sobrenaturalismo, la “aparente inmovilidad absoluta” como un hecho posible y las costumbres folklóricas, gravitan pesadamente sobre cada individuo y a veces sellan sus desdichas en la vida (caso de las mujeres que fueron enterradas vivas junto con sus amos fallecidos; sacrificios humanos a los “infinitos” dioses; mutilaciones de todo tipo por razones religiosas o de distingo social; canibalismo, etc. etc.).
Si a todo este panorama antropológico del pasado y del presente, añadimos las “infinitas” y engañosas pseudociencias que pululan por el orbe entero, ¡qué triste y absurdo panorama se nos presenta, aún en nuestros tiempos, a los hombres y mujeres sanos de cuerpo y psique que, a pesar de todo, sueñan con un mundo mejor sin supersticiones, odios, masacres, guerras y guerrillas y… la mar en coche de desdichas!
Sólo nos cabe esperar que alguna vez, la humanidad entre en razones y se una en un cosmopolitismo total para que todo bebé humano al nacer, entre en un mundo puro amor al prójimo, dejado atrás un pasado tremebundo, pleno de enconos, guerras, sufrimientos… y “la mar en coche” de desdichas, repito.
Ladislao Vadas