La vida sin las mujeres es como un corcho flotando en un río, un cáñamo que no alcanza, el cartucho roto del pan, la escalera que un gato hace caer con el tarro de pintura que nos mandaron a cuidar. Nos pintaron el desierto con las mujeres afortunadamente, sin espejismos, porque son reales. Son el cuerpo, el alma, el espíritu y el delito. Todas las trinidades en las santísimas mujeres.
No me imagino este paraíso perdido sin ellas. Imposible encontrar un ser más enigmático, dulcemente controversial, sorprendentemente tierno, fugaz.
En una mano, el azar se llama mujer. Naipe, dado, futuro. Las mujeres inventaron los sueños, por eso son eternas. ¿Para qué ir a Marte si allá no están? En mi memoria, son primavera, otoño, invierno y verano. Una detrás de cada estación, ventana, el puerto, el andén, la aldea, la carretera, el parque, doblando siempre una esquina.
No tienen nombre, pero saben que son ellas. Rosas de un mismo rosal rojo o amarillo. La música está en sus caderas, en el viento que cortan con un beso, sus labios, la gracia que se desprende de su cielo hasta la tierra. Con ellas toco tierra, cielo, el ombligo es un hermoso valle hacia un pozo infinito. Las colinas las tienen firmes sobre un valle suave lleno de hojas. Su piel es de una suave arena.
No voy a hacer poesía, porque la poesía está en ellas. Las palabras, ¿qué son las palabras, cuando las veo a ellas?. ¿Quién puede hablar con propiedad ante la belleza? Es tan ridículo como deshojar una margarita para encontrar el amor. Son rosas, son estrellas, son la primavera. ¿Mujeres, quién las hizo tan bellas? Todas son Giocondas, vírgenes, Evas. Iluminan más que el sol, son la luna bajo las estrellas. Adoradas, siempre reinas sobre un tablero de alfiles negros.
Mujeres divinas, mujeres adivinas, mujeres divino tesoro, el más grande capricho de esta vida. Cuando se apartan, del aire nos privan, cuando se alejan, no hay distancia que las olvide. Retratadas hasta la saciedad en las palabras y pinturas, yo las prefiero de carne y hueso, en el cuarto, frente a una ventana, debajo de las sábanas, amando, amando, una segunda piel que las guía.
Quisiera tatuarles mi nombre con mi pensamiento. Dejarlas sin aliento. Humedecerme en ellas, para terminar con tanto llanto. Adentrarme en sus cavernas de madres, amantes, señoras mías. Descubrir la historia en sus pasajes más fértiles, hondos, supremos, en sus ardorosos laberintos. El secreto de la noche en el triángulo perfecto de la vida y la felicidad. La vida es la hermosa receta de tus días, mujer, fértil provincia señalada en la región antártica famosa. Playa infinita, aurora, espacio sin tiempo, trigal, la mano viva de un niño como un trompo musical.
Mujer, sólo una, la que yo amo, ese es mi punto y coma, la nieve cayendo sobre el sol que no se apaga. El doloroso espacio perdido, el Norte y el Sur al alba, cruzados hasta fundirse en una gota azul. El vapor que se eleva en la noche, mi mano que lo sopla.
MARAVILLOSA MUJER