El presidente de la UIA, José Ignacio De Mendiguren, a la postre exministro de Producción de la República y conspicuo dirigente duhaldo-kirchnerista, fue y es uno de los padres del modelo del dólar alto, las barreras arancelarias y las ventajas comparativas sin eficiencia y competitividad alguna, esas que permiten producir invirtiendo poco o nada, o cubriendo capacidad productiva ociosa.

De Mediguren fue y es amigo de la renta extraordinaria, enemigo de la inversión y el riesgo, típica del subdesarrollo argentino; un digno representante de los 8, y por qué no decirlo, de muchas otras décadas sin rumbo de nuestra patria. En especial es, como todos, o la gran mayoría de los antes denominados “capitanes de la industria”, amigos de vivir de los generosos subsidios del Estado, su erario o las ventajas que le puedan sacar, en definitiva.

Pero, en su necesidad de lobby permanente, José Ignacio, resultó peón en el rol de mensajero del mensaje unánime de la mayor parte de los llamados “capitanes de la industria”. Se preocupó en público por un inminente Rodrigazo y lo hizo en los “medios opositores” cosa que el cristi-kirchnerimo no perdona.

¿Qué descubrió o pretende descubrir De Mendiguren? ¿La pólvora?

Quizá, en el apriete secundado y tardío por el cual necesariamente las hordas vencedoras lo confunden más a de Mendiguren, 48 hs después dijo: “"No son situaciones comparables", y, "Si de algo no podemos dudar hoy, es que hay poder" (del Gobierno, en relación al gobierno de Isabel de Perón). ¡No aclare, De Mendiguren, que oscurece!

En realidad, la cuestión a debatir es si las condiciones son similares o no a aquellas que se vivieron en los años 70 (más precisamente en 4 de junio de 1975) y que fue la aplicación de un plan de shock por el cual se procedió a dar un golpe de actualización a la distorsión de precios relativos, menos graves que las actuales distorsiones, valga el comentario, basando dicha medida en que la práctica de la indexación (que hoy no existe, pero no falta mucho) transformaba la inflación en una endemia, un mal incurable, el de la “maquinita” actualizadora de precios.

Ahora bien, ¿era Celestino Rodrigo una persona maldita? ¿Era enemigo de la Patria, del pueblo, o de la economía? Bajo ningún punto de vista, aplicó un remedio seguramente se equivocó malamente, carecía de un plan integral y quizá de un respaldo político suficiente, pero lo mismo que ocurrió por ejemplo, con el decreto 125/08 del Dr. Losteau, que no tuvo mejor idea que llevarle a Néstor Kirchner el teorema de las “retenciones móviles” (recordar que se llamaba Néstor Carlos Kirchner, Carlos como su amigo de Anillaco). Un “error” que produjo el incendio del interior irredento de la Argentina, una linda idea para los trabajos prácticos universitarios, pero lejos, muy muy lejos de lo que debe ser la prudencia en la aplicación de la política económica y sus derivaciones.

Otro de los tantos errores económicos K es el de la indisponibilidad de dólares para operaciones hipotecarias, un mercado de apenas poco más de 1.000 millones anuales. Dicen que hay 45.000 millones de reservas, cosa que no es cierta, al menos en efectivo y en manos de disponibilidad pública, o sea, sin contar “papelitos” del Anses y otros organismos, depósitos privados, unos 8.000 millones y bajando al ritmo de 30 millones diarios. Con este “mini error hemos llegado al pinche virtual de nuestra economía, y lo que vamos a vivir en términos de caída del empleo, precarización, desinfle de contratos e ingresos públicos insostenibles y sobredmensionados, etc. etc. en el año que entramos.

Así, se alcanza una conclusión casi indiscutible, el agotamiento del “efecto rebote” 2002/2006, mediante el cual la brutal caída del producto 2000/2001 fue de no menos del 30%, y estuvo acompañada por todos los “mini errores” (o “mini rodriguitos”) ya conocidos: obras sobrevaluadas, o que se inauguran tres veces, el Indec para pagar menos intereses en bonos destrozado en 2008 y que terminó siendo la muletilla salvadora para todo, el avasallamiento de las políticas de copamiento de directorios de empresas, que solo logró la fuga de capitales mayor de la historia argentina, de grandes y medianas empresas que no paran de fugar en un país donde el Viceministro a cargo de la cartera de Hacienda impide pagar dividendos (y estos se pagan igual, en negro o mediante contratos ficticios, para retornar ya no ganancias, sino capitales y terminar levantando todo y rajando). El agotamiento del capital público en servicios (trenes, puertos autopistas, caminos provinciales y rurales, etc.). El avance impositivo a través de una presión inusitada de impuestos a todos los sectores que destrozó las posibilidades de las economías regionales, y así se podría continuar mencionando estos “mini rodriguitos” y cómo lograr que el país cada día sea más soja dependiente y menos productivo, y el famoso teorema del modelo de “matriz industrial diversificada” sea un cuento, un cuento de terror el cual ya nadie cree.

Doctrina de la implosión o de la cubanización de la economía

Si se empieza diciendo que aún no orientando la economía de manera socialista (si esto existiera en el mundo moderno) se está en caminos de hacer implosionar la economía, nadie se extrañaría, ni se estaría haciendo ninguna precisión que no se haya escuchado antes: la Argentina está parada, desinvertida, sus capitales fugan, no hay construcción (al contrario, cae) cae el ingreso per cápita al punto de ser inferior en un 15% al de 2001. Sí al de 2001. Hay más puestos de trabajo, entre los cuales se reparte menos ingreso.

La crisis hace pensar si la economía está al borde de una explosión como la de 2001 o no.

En principio, en 2001 lo que hubo fue un fenomenal corte de la cadena de pagos, que comenzó en mayo de dicho año, y una crisis que el gobierno de ese momento no quiso, no supo o no pudo encarar (o todo al mismo tiempo). Fue, esencialmente, una crisis financiera y de agotamiento de la convertibilidad como mecanismo monetario que, en vez de dinamizar la economía, la acogotaba.

En 2001, la presión tributaria era menos de la mitad a la actual, de hecho, no existían las retenciones, por lo cual el Estado cobraba (solo por ello) un 30% menos de tributos que los actuales. Tampoco existía un precio de la soja de U$S500, ni se sembraba al nivel de obtener 80 millones toneladas, cosa que ocurre por la inversión privada, a pesar de las trabas del Gobierno y los precios externos, mayormente impulsados por China e India. Tampoco las condiciones internacionales permitían a vastos sectores primarios e intermedios, exportar. Todos los beneficios de exportación de cereales (solo se usa el de la soja; maíz y trigo están en caída), cárnicos (regalamos todos los mercados antes conquistados) y minerales (le entregamos a los canadienses, ingleses, chinos y australianos los mejores yacimientos propios).

¿Qué hicimos en consecuencia con las “rentas nacionales extraordinarias”? ¿Qué hicimos con la enorme cantidad de recursos, con el giro copernicano de las condiciones de intercambio, siempre desfavorables y desde 2003 súper favorables? Pues bien, aumentamos en un 50% el empleo público (un millón más) dimos 2,5 millones de jubilaciones a personas que nunca habían aportado. También facilitamos 1, 5 millones de planes y millones de computadores y decodificadores para entretener (no para educar) y ver la propaganda oficial del Gobierno y muchos partidos de futbol.

La oportunidad de armar la base de un país en serio

¿Que hicimos con la plata? ¿Trenes? ¿Puertos? ¿Industria de base? ¿Autopistas? ¿5 millones de necesarias viviendas urbanas y rurales? ¿Escuelas? ¿Repatriación de familias al ambiente rural? ¿Revolución productiva patagónica? ¿Refundación de la marina mercante argentina?

No, nada de eso, nos dedicamos de socavar, dar el “golpe de zapa”, como decía Trotsky, en cada uno de los pilares históricos de la patria. La dádiva, no el trabajo, el consumo, en vez del ahorro, la extranjerización y oligopolización de los sectores centrales de la economía, no la libre competencia, mientras nos gastamos $1.500 millones (o más) en pintar los aviones de Aerolíneas. También levantamos Tecnópolis para mostrar un par de autos de la década del 50, el “Pulqui” y una vaca que se supone, da insulina. Además de muchos plasmas hechos en China, y lo llenamos de gente pobre, humilde, traída en micros color naranja, esos con que los llevan a los actos partidarios.

Además nos ocupamos, “trabajo de zapa” mediante, a destruir todo lo que le quedaba a este pobre país.

El déficit energético es de un nivel altísimo, no solo porque los números actuales son preocupantes, sino porque ha destrozado la balanza de pagos, provocando niveles gasto en adquisición de combustibles insostenibles en el tiempo. Hemos visto cortes de luz aún en días feriados y los primeros días de enero. No son problemas de distribución, como el ineficiente e impune Don De Vido pretende hacer creer. Habrá que esperar  fines de febrero y comienzos de marzo, el desastre de cortes de luz eléctrica que se avecina, un verano que será por demás moderado, ventaja climática que está salvando la cabeza del ineficiente Ministro, pero que va arrojar sorpresas en este rubro.

Al parate productivo de la energía se ha sumado la falta de gas, que no se nota ahora, pero llevó al freno total en el invierno de varias industrias, cuando no todas en los días más fríos. La expropiación de acciones de YPF, sin inversión real en los futuros años, hace muy difícil que este panorama cambie.

Sin mencionar la crisis, desorden y no planificación en materia de trasporte. Diez millones de camiones anuales para mover la cosecha de soja a puerto consumen ineficientemente toneladas de gasoil, en un país que importa casi U$S8.000 millones de dólares de energía. Un disparate total en un país que llegó a contar con la mejor red ferroviaria de América, solo comparable con la de los americanos, los del norte.

El tema de los trenes de trasporte de pasajeros, que son propios a los de antes en la India (en la India están mejorando, aquí no) y en la cual nos “jugamos una ruletitas rusa” todos los días, no necesita mayor comentario. Fueron usados hasta destrozarlos. Total, a quién le importa, que lo pague el que venga después.

Desde el punto de vista humano, del mundo empresarial y del trabajo, hemos caído de una manera brutal, descalificando a los nuevos jóvenes trabajadores que no se los fomenta, al tiempo que ya se ha gastado casi U$S3.000 millones en computadores y planes de TV digital que no educa, entretiene, pero tampoco forma para la inserción empresaria en el mundo de trabajo global, salvo que se crea que pintar escuelas o arreglar bancos es una formación apta para un trabajador del siglo XXI, en especial para un joven que se deberá desarrollar en décadas futuras, en las cuales las condiciones de trabajo serán cada vez más difíciles y competitivo. Entran al país trabajadores mejor formados desde los países vecinos. Acá, entretanto, seguimos con Paka–Paka y los jueguitos de la netbook de Conectar Igualdad, mientras caemos en picada en todos los niveles educativos, aún comparándonos con los países vecinos. 

Corolario

Mientras nos enteramos que el Banco Central emitió de manera descontrolada a razón del 40% y que los precios subieron un 26%, y no un 40%, pero a la vez se pronostica que es inevitable optar o no dar aumentos mayores del 20% o, esperar un 40% de inflación en 2013 porque para cerrar las cuentas hay que emitir 40% más de billetitos de colores, vemos que el dólar ya está en casi $7,50 y, como pronostican algunos cambistas “difícil que baje cuando los dejen de pedir los viajeros al exterior”.

El dólar sube cuando en realidad es el peso que baja, como nuestros salarios, que siguen siendo nominales. Un peso que en realidad no sabemos si seguirá siendo la moneda en poco tiempo, funciona como una condena local, un “mal pago” a los locales, pero es despreciada hasta en los países vecinos, como Bolivia, Paraguay o Uruguay.

Volviendo a De Mendiguren, sí es cierto que el “rodrigazo” fue para evitar lo que no pudo: una lucha descontrolada por precios y salarios, y los paros generales “in crescendo”. Después del descalabro de junio de 1975, vinieron dos días de huelga general, los paros generales de los días 7 y 8 de julio de 1975, y el “brujo” mandamás José López Rega se tuvo que ir de la Argentina. Luego, la inflación se desbocó violentamente, con las consecuencias nefastas sabidas.

Es cierto que en aquella Argentina no ingresaban los “sojadólares”, pero la situación era más que parecida. Isabelita se fue a pasear unos días a la Antártida, Cristina, a Vietnam, junto con Moreno, que ofreció, seguramente, antes en Arabia Saudita, pulóveres y medias de lana con la inscripción “Clarín Miente”. Isabelita se tomaba licencias, Cristina se va al Calafate.

Y, a pesar de todo, del desastre subversivo, del golpe de 1976, Martínez de Hoz, ministro personero de los dictadores, proclamaba al asumir su cargo que: “El aparato productivo está intacto”, porque quizá, la industria de aquellos años todavía estaba intacta, desfinanciada, pero intacta, a cambio de la actual, una simple maquila hiper dependiente de Brasil, China, Méjico, etc. O sea, una industria de cartón.

¿Estará tan equivocado De Mendiguren?

José Terenzio