Distintos análisis pueden hacerse a la hora de editorializar sobre la muerte de Hugo Chávez.
Lo puntual es que las repercusiones del hecho no se agotan en su patria, Venezuela, sino que alcanzan y sacuden las costas de varias naciones del eje castrochavista latinoamericano. No tan solo de los miembros del ALBA.
Con Hugo Chávez, muere el más fuerte representante del populismo regional, pero también (y es lo que lloran Cristina, Evo y Correa, entre otros), el financista.
Fue Chávez el que repartió los petrodólares para que el Socialismo del Siglo XXI anclara casi una década atrás en estas tierras. Fue Chávez el de los miles de millones para que Kirchner instalara su relato de haber pagado la deuda externa, el que usó a los gobernantes rentados para su campaña antiimperialista (recordar contra-cumbre de Mar del Plata, y acto de Chávez en Ferro), y el que financió los primeros pasos de la toma definitiva del poder, por parte de los que hace 35 años cobraban de Fidel.
Hugo Chávez armó un basamento regional para su revolución, financiando a los gobiernos más necesitados de dinero. A la Argentina ultra endeudada y en default, a la Bolivia de la que muchos siguen preguntándose si es efectivamente una nación viable.
Toda revolución que se precie debe expandirse fronteras fuera de su núcleo principal, para mostrar que avanza y se multiplica.
Por algo aquella desesperación del avión venezolano jugando a los autos locos cuando Honduras echó al presidente que se chavizaba. Se le estaba escapando una torre al ajedrez neocomunista latinoamericano. Se le escapó nomás.
Como se le escaparon los que tenían chances de desarrollo propio, los que no necesitaban venderle el alma al diablo, y los que desde un orgullo genuinamente nacional, se resistieron.
Por eso la cercanía de Brasil, del Uruguay, Chile y Perú no fueron más que simpatías ideológicas y circunstanciales, pero nunca profundamente alineadas ni decididamente dogmáticas.
Brasil no iba a arrodillarse ante el regente socialista porque tenía peso específico propio con qué erigirse en líder regional. Pueden predicar el socialismo pero no juegan a hacer revoluciones. Gobiernan para el progreso de la gente.
La Argentina kirchnerista sucumbió, del modo en que suelen sucumbir los dirigentes argentinos. Relaciones carnales donde todos sabemos quién es el que se arrodilla y junta las manitos. Lo hizo Carlos Menem en los noventa ante el imperio. Lo Hizo Kirchner en los ´00 ante el fallecido venezolano.
Gobiernos presuntamente populares que se prostituyen ante el capital, aquél al que Hugo del Carril cantaba combatir.
Habrá elecciones en Venezuela en los próximos días. No le conviene a la oposición ganarlas. Tampoco parece muy factible que lo hagan.
Deja Chávez un gobierno fuertemente militarizado, un auténtico polvorín para cualquier intento verdaderamente democrático. Lo indicado, para mal de los venezolanos, es que Maduro , Cabello, Jauá o el que sea, reciban su período de gobierno donde deberán optar entre profundizar una revolución que se está quedando sin sustento y que entró en el declive económico, o hacer una genuina transición hacia la república.
Intentarán, sin dudas, lo primero, porque es su naturaleza.
Terminarán, probablemente, en lo segundo, porque la realidad los golpeará.
Siempre es conveniente que, las fiestas, las terminen pagando sus propios organizadores.
De confirmarse este futuro inmediato para Venezuela, Cristina Kirchner respirará aliviada. Un cambio republicano en Venezuela dejaría cruda e irremediablemente expuesta la matriz de negocios ilegales que desde hace una década realizan con el régimen chavista. Con un triunfo chavista en las elecciones, se asegura que, hasta el final de su gobierno, poca luz será arrojada, desde Caracas, sobre sus trapisondas.
Una matriz donde las FARC no son para nada ajenas, donde el vínculo con Irán los define geopolíticamente en falsa escuadra ante la década del ´10, y donde los relatos propalados se desvencijan ante las fotos de la realidad. Pobreza y atraso.
Todos los actores del eje castrochavista deberán repensar sus estrategias.
Ante una Cuba que tras 54 años comienza a dejar partir con algo más de libertad a sus naturales, con Venezuela elaborando su duelo y sin figura de recambio para el líder carismático, y donde el resto de los países de la región sigue matando callados, con la sola exhibición de sus indicadores de baja inflación, buena inversión extranjera directa e interesante desarrollo, que contrastan terriblemente con el atraso revolucionario.
Con Hugo Chávez muere una parte importante del relato marxista, y ante su ausencia, la realidad comenzará a mostrarse, descarnada.
No menos de un trienio llevará la toma de conciencia, y el establecimiento de un nuevo paradigma político regional.
Los inteligentes deberán mirar antes a Brasil, los absurdos continuarán hablando de revoluciones sepia.
Fabián Ferrante
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