Después de la derrota electoral sufrida por el oficialismo, tras haber dejado pasar el tiempo de reposo del posoperatorio de Cristina, el kirchnerismo no tuvo mejor idea que aplicar el gatopardismo en su máxima expresión.
Esto, cambiar algo para que nada cambie, es la paradoja expuesta en la novela El Gatopardo, del escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957). La cita original expresa la siguiente contradicción aparente: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". "¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado". "…una de esas batallas que se libran para que todo siga como está".
Desde entonces, en ciencias políticas se suele llamar “gatopardista” al político, reformista o revolucionario que cede o reforma una parte de las estructuras para conservar el todo sin que nada cambie realmente.
Por lo tanto, si alguien pensaba que después de que la presidenta reasumiera iba a haber grandes cambios —o lo que muchos pretendían, cambiar el rumbo en lo político, pero fundamentalmente en lo económico—, permítanme decirles que no va a ocurrir.
¿Cuál es la razón? Simple. El oficialismo jamás reconocerá que cometió errores, y si lo piensan, lo minimizan. Están convencidos de que a lo sumo se equivocan en lo comunicacional o, en su defecto, como ocurre actualmente, en dar una imagen equivocada.
Por lo tanto, seguirán cometiendo los mismos errores, pero serán expuestos de otra manera, algo más amigable, por así decirlo.
De hecho, no solo no están atacando a las causas de los verdaderos problemas a solucionar, como por ejemplo el más urgente, la inflación, sino que siguen maquillando las causas que la generan.
En definitiva, el punto no es cambiar el rumbo, sino hacer ver de otra manera lo que están haciendo.
La demostración más cabal, clara y contundente de ello fueron los cambios en el gabinete, fundamentalmente en los relevamientos de Hernán Lorenzino y Juan Manuel Abal Medina.
Ahora bien, ¿qué medida tomó el nuevo ministro de Economía, Axel Kicillof para combatir la inflación o la estrepitosa pérdida de reservas? Ninguna, pero aumentaron las tasas impositivas a los automóviles de alta gama.
Una metodología idéntica lleva a cabo el nuevo Jefe de Gabinete, Jorge "Coki" Capitanich, pero muchísimo más activa, debido a su rol, por supuesto.
Como primerísima medida, el ex gobernador del Chaco, optó por hablar con los periodistas, algo casi inédito en el oficialismo, aunque debemos reconocer que más que hablar con la prensa o responder preguntas, Capitanich se despacha todas las mañanas, al mejor estilo Corach durante el menemismo, con un monólogo bien preparado de ante mano.
¿Y qué cambios propone el nuevo Jefe de Gabinete? Por ahora, el más importante, además de mostrarse amable en público, parece ser rever el contrato con la AFA por el "Fútbol para todos".
El otro cambio que hizo ruido fue la renuncia del ex Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, algo que realmente se debería haber hecho hace unos cuantos años, ya que su gestión solo fue deambulando de fracaso en fracaso, yendo desde una payasesca gira a Angola hasta intentar manejar el precio del dólar paralelo apretando a "arbolitos" en la City porteña, pasando por inventar índices irrisorios en el INDEC o prohibir a las cadenas de supermercados publicar avisos en Clarín y La Nación. En fin, cosas que solo él debe entender, pero lo cierto es que ni una sola de sus medidas logró el efecto esperado, sino todo lo contrario.
Otro cambio destinado, más que nada a tratar de cambiar la imagen que a obtener resultados concretos es la designación del Padre Juan Carlos Molina al frente del Sedronar. Con este nombramiento, por más que la Iglesia salga a aclarar que es a título personal, se está tratando de dar una imagen de acercamiento con la entidad, actitud que comenzó luego de la designación de Bergoglio como Papa.
Por último, debemos destacar, eso sí, el acuerdo con REPSOL por la expropiación de YPF. Ahora resulta que Kicillof dice que es imposible no pagar, cuando en el momento de la expropiación decía no solo que no había que poner un peso, sino que además REPSOL tenía que pagarle a la Argentina.
Y para el final, una nota de color, nunca mejor aplicado el término, ya que finalmente Cristina dejó definitivamente el luto.
En conclusión, si alguien pensó que algo iba a cambiar, lamentablemente se va a desilusionar. Solo cambiaron las formas, pero la esencia, sigue siendo la misma.
Pablo Dócimo
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