Mientras el semanario inglés The Economist dedicó su última nota de tapa a la Argentina, definiéndolo como un “ejemplo a evitar” en materia de política económica, en los Estados Unidos las operaciones comerciales de las empresas de medios ciertamente evitan el paradigma de las regulaciones que prevalecen aquí, en éste país.
Comcast es el mayor operador del sistema de televisión por cable en Estados Unidos. Acaba de comprar en 45.000 millones de dólares a la división cable de Time Warner, su principal competidor. Será la fusión entre los dos más grandes operadores de cables de los Estados Unidos. Igualmente, resta para sellar el acuerdo la aprobación de los accionistas y de las autoridades que tutelan el sistema de reglas de la competencia. En Estados Unidos, a diferencia de la Argentina, las empresas de comunicación no compiten contra el aparato gobernante. No existen los medios de comunicación estatales.
Comcast compró hace menos de un año la NBC Universal, la empresa de cine y televisión que pertenecía a la General Electric. Comcast pulseaba a la vez con otro operador, Charter Comunications, por la compra de Time Warner. Lo logró Comcast. El dinámico mapa de medios de los Estados Unidos tiene ahora un nuevo esquema. Lo que aquí en general se denomina “concentración” y –en general– allí se denomina “fusión”, implica en este caso, según se leía ayer en The New York Times, “un impacto limitado sobre los consumidores”, Es que Comcast y Time Warner cable operan en diferentes regiones. Comcast tiene 22 millones de abonados al cable y Time Warner, 11 millones.
Voceros de Comcast deslizaron que estarían dispuestos a desprenderse de filiales de su compañía en algunas ciudades. No parece complicado, a priori, adecuarse a las normas que establecen los cupos de mercado.
La fusión no anula la autonomía relativa de cada empresa. Si bien se ha nombrado un nuevo CEO, Neil Smit, que coordinará las operaciones de ambas, el objetivo es más bien acelerar cambios tecnológicos y nuevos productos. El nuevo modelo de negocios se asemeja, según algunos expertos, al de la industria automotriz, donde grandes marcas de presencia global compran otras marcas de presencia global. Chrysler y Fiat acaban de fusionarse. Ello no implica que los autos de una y de la otra pierdan sus rasgos y que ambas compañías, que ahora son una compañía, fabriquen lo mismo.
Pero el tema central es el de los precios. Lo que la regulación en los Estados Unidos pretende es controlar la posibilidad de que una empresa fije el precio general de un servicio. En principio, la unión de Comcast y de Time Warner no conllevaría ese peligro por una razón simple: los abonados tienen otras opciones para elegir. La fusión la convierte en la compañía más grande pero no en la única de cada mercado.
Ricardo Bustos
DNI 7.788.556
Misiones