El peso de la debilidad humana, suele deparar ciertas ‘cumbres de la vanidad personal’ poniéndonos frente a revelaciones que pretenden resolver algunos debates con ‘manotazos’ lanzados al azar: Scioli afirmó sin sonrojarse que ‘Dios me preparó para ser presidente (sic). Y chocolate para todos
Y Cristina agrega que quien compra dólares para ahorrar, “perderá mucho dinero”. Y Randazzo asegura que la Presidente lo prefiere de candidato a sucederla para el 2015. Y Kicillof explica cuál es la medida que permite definir el volumen de una “pavada atómica”. Y Capitanich sostiene que el Partido Obrero es “oportunista y retrógrado”. Y Boudou pierde todos los días una nueva partida en su lucha por sobrevivir bajo las polleras de Cristina. Y Costa amenaza con incautar mercadería que las empresas privadas no vendan a los precios “descuidados”, preparándose para ofrecer quizá en venta su decomiso en carritos callejeros con emblemas de La Cámpora, manejados ¿por Samid? ¡Qué despelote se está armando!
Mientras esto ocurre, todos los opositores dicen a coro: “esta crisis no es como la del año 2001”, como una expresión de deseos que parecen ir camino a ninguna parte. ¿Para resultar quizá “potables” para sus eventuales electores y no asustarlos? ¡Quién sabe! Porque para eso están en realidad los delincuentes que protege la política “reeducativa” del gobierno, quienes mientras aprenden a “socializarse” nos asaltan a todos a mano armada, en todas partes y sin aviso.
No hay duda que la ideología tiene por principio característico la impermeabilidad frente a la información, con vistas a proteger un “sistema interpretativo”, como sostiene Jean Revel. Nuestra sociedad está inundada hoy “ad nauseam” de todo tipo de relatos que nos aseguran cómo estar libres de todo prejuicio malsano (¿?).
De tal manera “ese ropaje inmuniza a constelaciones de creencias contra los embates DE LO REAL en casi todas las esferas del pensamiento y de la actividad humana”, sigue diciendo Revel, “y al deseo de dominación intelectual se une el de preservar la influencia aunque solo sea de una camarilla”. Nosotros, los argentinos, podemos dar fe de este aserto.
¿Qué más podemos agregar? Que estamos viendo un despelote fenomenal, con una inflación que nos devora, miles de desocupados y suspensiones de trabajadores en fábricas y comercios, mientras asistimos a los discursos interminables del gobierno que pretende que los ciudadanos boquiabiertos participemos de su extraño “carrousel” de oportunidades perdidas. Asistimos así a una imitación vernácula de aquel presidente bolivariano enfermo de verborragia, a quien don Juan Carlos de Borbón intentó poner en su lugar tratando de hacerle callar (sin mucha suerte, pero con mayúsculo regocijo de quienes estaban presentes en la ocasión).
Pino Solanas y Carrió, dos de las esperanzas “blancas” de UNEN, rivalizan mientras tanto para ver quién produce la mayor originalidad que pueda festejar su parcialidad. Uno con su permanente cara de indignado, asegurando que el movimiento político al que pertenece está “cerrado” (¿para no admitir una alianza con Macri?), y la otra, revoleando su cartera y mandándose a mudar (¿para comer una pizza?) de reuniones donde no se dicen las cosas que ella cree necesario “comunicar” de manera diferente. ¿Será una cuestión de más queso o más tomate?
Parece que mucha gente no termina de tomar conciencia que no es cuestión de buitres o Partido Obrero “oportunista” o Mendiguren “reciclado”, sino que la lonja que quiso ser tiento se ha convertido en un hilo de coser que no sirve ni para atar un paquete con media docena de medialunas.
Demasiadas personas están evidenciando con su conducta diaria lo que hace el hombre que no busca la verdad sino después de haber agotado todas las posibilidades de contrariarla y recién a partir de su fracaso, abre los ojos sorprendido, tratando de “hacerse cargo” de ella cuando ya es demasiado tarde.
¿Y si todo explotara antes de tiempo? ¿Tendremos suficiente “espalda” para aguantar el chubasco?