El caso Nisman pone en evidencia dos tareas ineludibles para quienes compitan por posiciones en la nueva estructura de poder que se inaugurará a fines de año, tanto entre quienes configuren el oficialismo, como quienes lo hagan desde la oposición. De ambos será la responsabilidad.
El desgraciado caso del Fiscal Nisman, desde su pública denuncia de complicidad de la Presidenta Cristina Kirchner, su Canciller Timerman, y de algunos personajes de La Cámpora, de Quebracho, el antisemita D'Elía y otros, en el encubrimiento del peor acto de terrorismo sufrido por Argentina, hasta la propia muerte del Fiscal pocos días después, conforman un espejo en el que hemos podido ver retratado la ficción de Gobierno y de Estado que queda en nuestra atribulada Nación.
Mis comentarios no presuponen culpabilidad sobre los denunciados ni sobre el origen de la muerte del fiscal. Solo opinan sobre el comportamiento de quienes están al frente del Gobierno y quienes conforman el Estado.
El Gobierno
Del Gobierno uno espera una acción serena, apaciguadora de pasiones y muy firme en conducir las acciones del estado en pos del esclarecimiento y castigo de los culpables, aún si son integrantes de su propia estructura. Dicho en otras palabras espera Ejemplaridad.
En cambio hemos asistido a reacciones histéricas y desequilibradas, plagadas de auto referencias, esbozando teorías basadas en meras opiniones personales que solo agregan confusión.
Es cierto que poco podíamos pedir de una Presidente que practica pases de baile en actos públicos frente a las cámaras, dice chistes chabacanos, agrede a particulares y trata con displicencia adolescente a sus ministros y funcionarios, utilizando un lenguaje coloquial más propio de una reunión social, o de la ingesta de cantidades no recomendadas de alcohol o estupefacientes.
Dado el momento en que vivimos y aun admitiendo ciertas y grotescas singularidades personales, era de esperar cierta auto contención que no se dio. A ello se le sumó las actitudes ridículas de Ministros, Secretarios de Estado y Diputados del oficialismo, más preocupados de emitir un discurso del agrado de la Presidente que de aportar calma y encausar el espíritu público por derroteros positivos.
Por ello me parece que es necesario reconstruir la figura y la acción de los futuros miembros del gobierno que, sin necesidad de acartonamiento, muestren en público serenidad, juicio y contención, que han sido las grandes virtudes gubernamentales ausentes.
El Estado
Aquí el problema, si se quiere, es más grave ya que se ha podido apreciar la impericia técnica y organizativa de policía y fiscales que actúan tarde, sin coordinación, con protocolos perimidos y sin tomar precauciones mínimas de rigor y seriedad.
Los medios de comunicación nos retratan a diario el cuidado y profesionalidad con que en distintos lugares del mundo se tratan las escenas de un crimen. Estamos acostumbrados a ver operar a oficinas y laboratorios policiales y judiciales de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Dinamarca, Suecia y, más allá de las exageraciones propias de la ficción televisiva, se puede percibir un grado encomiable de profesionalidad, seriedad y cobertura de posibilidades.
El caso que nos ocupa, es el de un Magnicidio Institucional, por las causas que Nisman llevaba, por su altísima repercusión internacional y por los aportes al caso de diversas oficinas de inteligencia de potencias mundiales.
En ese marco uno no puede menos que preocuparse por la falta de aseguramiento de la escena del crimen, por el nivel, liviandad y despreocupación de la custodia de Nisman, por el ingreso de un colaborador del fiscal llevando un arma, por la presencia de funcionarios políticos, por las lagunas de tiempo inexplicadas, por las demoras en allanamientos a departamentos vecinos, por puertas abiertas en el departamento, por pasadizos entre departamentos vecinos, etcétera, etcétera.
Esto que observamos en cuanto al accionar de policía y fiscales es trasladable sin más a otras áreas del estado en cuanto a la falta de calidad técnica en medios, personal y organización. ¿No es acaso lo que pasa con nuestras escuelas, hospitales, fuerzas de seguridad, de defensa, de cárceles y las mil y una funciones adicionales propias de un estado moderno?
El caso Nisman es por ello un triste recordatorio de lo que esperamos de quienes asuman la responsabilidad de gobernar la Nación, las Provincias y Los municipios luego del próximo ejercicio electoral en cuanto a su comportamiento personal y público, como así del tamaño de la labor que deberán realizar para reconstruir el Estado. Esperemos que la responsabilidad no les quede grande y sepamos elegir a los honrados y capaces para no tropezar otra vez en las mismas piedras.