Como ocurrió en los ´90 con Domingo Cavallo, y mal que le pese al kirchnerismo, el tramo final de esta etapa política de Cristina Fernández también encuentra a un ministro de Economía como eje de poder, en el centro del ring, influyendo sobre casi todas las decisiones clave.
Ese hombre es Axel Kicillof, a cargo de la Economía, pero también de la guerra con los fondos buitre, la energía y las finanzas, con delegados en una treintena de empresas que son las que más facturan en la Argentina, llegada a la ANSeS -el organismo que administra más fondos en el país-, y una ambición política que cultivó en sus años universitarios en la UBA en la agrupación "Tontos pero no tanto" (TNT).
Lo curioso es que desde que asumió en noviembre de 2013 Kicillof no pudo mostrar crecimiento ni de la economía ni del empleo, fracasó en sacar al país del default y no logró la llegada de inversiones, a tal punto que debió dar el brazo a torcer y salir a tomar deuda en dólares a una tasa que duplica las que pagan Bolivia o Perú.
La actividad acumula más de un año de retroceso y la industria 22 meses, el proceso de deterioro más prolongado desde 1980, mientras que hace un año y medio dejó de ser capaz de generar empleo.
Los pocos puestos de trabajo logrados en los últimos tiempos los generó el Estado, que cada vez se parece más a una burocracia elefantiásica.
En empresas manejadas por el gobierno algunos gerentes empezaron a poner el grito en el cielo, hartos del ingreso de militantes de La Cámpora que ya no saben en qué puesto poner y en realidad entran para "cebar mate y hacer bulto en los actos públicos", según se admite por ahora en tono muy bajo.
La contracción de la actividad económica y de la producción industrial se suceden mes a mes, y el consumo y las exportaciones van en el mismo sentido.
Pese a todo, Kicillof se consolida como el funcionario de mayor preponderancia en el universo cristinista que aspira marcar la cancha de quien sea su sucesor.
Kicillof acaba de poner tres directores en el Banco Central con pretensiones de ocupar el cargo varios años, por si al obediente y prolijo Alejandro Vanoli algún día le crecieran alas de independencia.
El ministro ya controlaba la Comisión Nacional de Valores y tiene ojos y oídos en unas 30 empresas en las que el Estado heredó directores por la estatización de las AFJP.
Algunas de esas compañías las sigue en persona: es el caso del Grupo Clarín, a cuya asamblea de accionistas asistió en la semana y votó, por ejemplo, a favor de la distribución de dividendos.
Además, por primera vez desde el 2003, el control de la política energética dejó de estar en manos del histórico Julio De Vido.
Es que Kicillof desplazó tras once años en la Secretaría de Energía a Daniel Cameron, un clásico del kirchnerismo que había sido ministro de Néstor Kirchner en la gobernación de Santa Cruz.
Su lugar fue ocupado por Mariana Matranga, una ingeniera química de 38 años especializada en petróleo y exasesora de YPF, que asumió para "recuperar el autoabastecimiento", una bandera que agita el Gobierno, si bien esa capacidad se perdió durante esta gestión.
Kicillof no sólo maneja los principales resortes de la economía, sino que también tiene puestos los pies en la Cancillería y espacios clave para el comercio exterior.
Una de sus funcionarias más cercanas, Cecilia Nahón, ocupa la embajada más importante, la de Estados Unidos.
Esta economista con master en Desarrollo de la London School of Economics, militó en "TNT", es madrina de uno de los hijos de Kicillof y está casada con Sergio García Gómez, gerente en Aerolíneas Argentinas, otro espacio clave donde talla el ministro formado al calor del marxismo teórico.
Pero al funcionario no sólo le interesan los puestos de alta visibilidad, sino sobre todo los que manejan fondos multimillonarios.
Eso explica que haya desplazado, para rabia del gobernador entrerriano Sergio Urribarri, a Mauro Alem del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE), para ubicar allí a su amigo Federico Pastrana.
El ministro ya dejó de ser un jovencito, y su transformación y consolidación evolucionó desde que la presidenta lo llamó con un "Vení chiquito" en un acto público, que luego se develó más una frase de admiración y necesidad, que un tono despectivo.
Fue Cristina quien le dio un lugar especial en su Gobierno -habría que revisar la foto de asunción del ministro y el abrazo y la mutua mirada cómplice para asimilar más cómo arrancó esta historia- y Kicillof parece haber estado a la altura de las circunstancias fijada por la mandataria.
Eso explica que, cuando los sindicalistas fueron en banda a reclamar una baja en Ganancias, hayan recibido una curiosa respuesta del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández: "El rusito no quiere".
También que ahora que los gremios pretenden arrancar con un 3 la pauta de aumento salarial, Carlos Tomada, el ministro de Trabajo, les haya aclarado: "Kicillof no quiere aumentos superiores al 24%, ese es el tope".
El ministro de Economía, que en septiembre cumplirá 44 años, fue además el único que logró despachar al intratable Guillermo Moreno, algo que habían intentado casi todos sus antecesores.
Y también logró que su crecimiento político fuese acompañado por sus segundas líneas, a tal punto que en el Palacio de Hacienda ya se desató una guerra sorda por su sucesión, si es que llega a ser electo vicepresidente de Daniel Scioli como especula la mayoría de los dirigentes oficialistas con alguna llegada a las oficinas reales del poder, las de Carlos Zannini.
Emmanuel Alvarez Agis, el viceministro de Economía, y Augusto Costa, el secretario de Comercio, mantienen una por ahora diplomática puja por la "sucesión" de Kicillof y se imaginan al frente de la Economía en el próximo período.
La enumeración de esferas donde Kicillof tiene influencia directa o indirecta es muy extensa, pero lo que le quita el sueño a algunos funcionarios es si su avance terminó o aún resta una avanzada final sobre otros ministerios.
Habrá que ver si el sueño de Kicillof de modelar la Argentina que soñó en los pupitres de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, junto al prematuramente fallecido Iván Heyn, tiene el destino que imaginó cuando bramaba retórica al frente de su universitaria TNT.