El país que fue gobernado por la familia Kirchner durante los últimos 12 años está a punto de experimentar un cambio en su figura presidencial en tan solo meses, quizás simplemente de apellido, o tal vez hasta de rumbo. Es por eso importante entender, aunque sea de manera resumida, por qué la Argentina se encuentra hoy en la preocupante situación actual e intentar comprender lo que nos depara el futuro.
Todo comenzó en el 2003 en medio de una delicada situación de la cual el oficialismo se jacta de haber enmendado, pero la verdad es que, como dijo recientemente el Dr. Adrián Ravier en una de sus columnas, si bien es cierto que la situación económica ha mejorado desde el 2003 ésta no ha crecido, sino que simplemente se ha recuperado a los niveles anteriores de la crisis pero sin lograr expandir su capacidad productiva puesto que aquella mejoría no ha sido genuina, es decir lograda a través del ahorro e inversión de las personas gracias a una estabilidad que lo permita, sino que ha sido artificial, mediante empleo público, siendo el estado el principal empleador de los últimos años lo cual es lógicamente insostenible tratándose éste de un ente recaudador, pero no productor, razón por la cual al agotar recursos, para lograr sostener al creciente gasto público, el peso sobre los hombros de las empresas y trabajadores privados fue creciendo cada vez más, llegando a cargar con la presión tributaria más alta de nuestra historia.
Así, los gastos del estado fueron cada vez mayores, superando ampliamente sus ingresos, este desequilibrio es llamado déficit fiscal y ha superado al mes de julio los $153.000 millones, el cual es financiado –en parte- por una desmedida emisión monetaria que derivó en la segunda inflación más alta del planeta.
Sumado a las cargas tributarias récord y la inflación, distintas medidas del gobierno como los precios cuidados, la confiscación de acciones de YPF, el acuerdo con Irán, el cepo a las importaciones, la persecución de la AFIP a empresarios opositores, la guerra contra el campo, las retenciones a las exportaciones, el cepo al dólar y la brecha cambiaria, formaron la combinación perfecta para ahuyentar cualquier tipo de inversión en el país por considerarse de alto riesgo, de hecho se las ve más riesgosas aquí que en Irak y Nigeria aún enfrentándose a ISIS, Al Qaeda y Boko Haram, lo cual se ve reflejado en nuestra superior tasa de interés.
La situación fue sostenible durante más tiempo que en condiciones normales gracias al contexto internacional con el que contábamos, en donde los dos principales compradores de nuestros productos, Brasil y China, crecían enormemente por lo cual nos beneficiaban no solo por el mayor volumen adquirido por su ascendiente capacidad de compra, sino que además empujando los precios de estos a la alza por la superior demanda global –imaginen lo que sería el país hoy de haberse aprovechado tal entorno-. Pero todo cambió, hoy Brasil atraviesa una recesión y China no solo frenó su crecimiento sino que además devaluó, empujando así a la baja nuestras exportaciones y alentando importaciones por el abaratamiento de sus productos.
Ante este desfavorable escenario, el próximo gobierno deberá hacer además frente a los U$S 84.000 millones que suman los vencimientos totales de deuda del período 2016-2019, por lo cual será menester un giro de 180 grados que dé un claro mensaje al mercado anunciando el cese a todo ataque contra el sector privado, quitando todo obstáculo de la actividad productiva, eliminando el cepo y la inflación para permitir el ahorro y la inversión tanto interna como externa, estimulando exportaciones, consiguiendo dólares y generando los puestos privados necesarios para absorber a los empleados públicos innecesarios que deberán dejar sus puestos para –en conjunto con otras medidas- eliminar el desequilibrio fiscal.
El ajuste se dará necesariamente puesto que nada ni nadie escapa a la realidad, la diferencia radica en que este puede ser planeado y ordenado, o bien puede sorprendernos sin ya ninguna capacidad de atenuar sus efectos, generando desempleo mientras a la par crece el costo de vida, es decir la peor de las combinaciones posibles para los ciudadanos a la cual ya nos estamos dirigiendo. Está en nuestras manos elegir el camino.