Los recientes cambios que se produjeron en los planteles de periodistas de varios medios, han desatado un tsunami de discusiones y contrapuntos llamativamente intenso.
El detonante de este maremágnum fue el despido de Víctor Hugo Morales de radio Continental. Este reconocido informador, paladín del Cristinismo, se convirtió en el estandarte de los periodistas que acusan al gobierno actual de censura, discriminación y falta de espacios plurales.
Más allá de lo paradójico de esta acusación, siendo que hasta diciembre del año pasado la prensa alineada al estado hacia tañer solo una campana; lo cierto es que la situación actual tiene varias aristas que considerar.
En primer lugar, debemos diferenciar si el medio en cuestión es público o privado. Si es estatal (personalmente considero que no tienen que existir medios en manos del estado) debería tener como fin la difusión de noticias, información, programas educativos y culturales indiscutiblemente objetivos e imparciales. Lo inviable de estas condiciones refuerzan mi creencia de la incompatibilidad del estado y los medios.
La libertad de expresión no implica la obligación de ofrecer un micrófono, sino la falta de represión o censura.
Si el medio es privado, el mismo está en su derecho de contratar o despedir a quien se le dé la gana, siempre que cumpla con las leyes. Pero aquí hay un ingrediente que los periodistas pasan por alto (haciéndose los distraidos) en sus análisis y que solo Adrián Simeoni ha referido con valentía: la pauta oficial.
La pauta oficial (al igual que cualquier intromisión del estado en aquello que no le incumbe) desvirtúa las relaciones entre privados, medio y periodista; y desconoce la voluntad de los ciudadanos, de todos y cada uno de nosotros.
Los millonarios aportes del tesoro a medios “amigos”, hace que los empresarios se desentiendan del interés de la audiencia y se preocupen en satisfacer al gobierno de turno; la pauta oficial, en esencia, no es otra cosa más que un subsidio.
La persona que recibe un subsidio no necesita ser útil, no necesita preocuparse por el interés de los demás, no debe vender su trabajo, no necesita producir (incluso se transforma en una carga para la sociedad) solo debe entregar su integridad al funcionario del momento.
Con los medios que reciben pauta oficial sucede lo mismo, no les importa lo que demanda la audiencia, responden al que paga y punto.
El periodista de raza debe ser fiel a la verdad y trabajar con honestidad intelectual, solo debe responder a sus valores éticos y respetar al prójimo.
El periodista que vive de la pauta oficial se vende, deja de ser fiel a su persona y principios, para transformarse en un leal siervo del que le paga.
La lealtad es una forma de esclavitud, es la rendición incondicionada de nuestra individualidad a la voluntad de otro. Quien es leal responde ciegamente a su líder, elige no elegir, reniega de su mente, de su razón y la razón es lo único que nos diferencia de los animales. Los perros son leales.
Por ello, adhiero al comentario de Adrián Simeoni acerca de la necesidad de terminar con la pauta oficial, fuente de corrupción y sumisión. Se debe destinar esos fondos a cosas más importantes como dar agua corriente y servicios sanitarios a toda la población.