Las redes sociales, durante el kirchnerismo, fueron un ámbito de discusión política y de enfrentamiento, entre quienes cuestionábamos al régimen K y quienes lo defendían.
Ahora bien, el kirchnerismo utilizó su poder para atacar, desprestigiar y perjudicar a quienes osaban manifestarse de modo crítico. Desde el empleado de una inmobiliaria quejoso del cepo, pasando por el abuelito que quería regalarle dólares al nieto, ambos denostados por la ex Presidente vía cadena nacional, hasta la expulsión y armado de causas penales inconsistentes a funcionarios públicos como la Prof. Graciela Bevacqua, entre otros, que sólo intentaban cumplir con su deber.
Ni hablar del impacto que tuvo en este sentido la muerte del Fiscal Nisman, y la acción de desprestigio permanente instalada por el régimen kirchnerista, antes y después de su muerte.
Para decirlo claramente: el kirchnerismo no perseguía ni maltrataba a todas y cada una de las personas que opinaban distinto, pero siempre encontraba algún caso testigo para aplicar injustificados e ilícitos castigos ejemplificadores. La cuestión era mantener el temor en la ciudadanía. “Hay que tenerle miedo a Dios y un poquito a mí” llegó a decir la autodenominada “Mamá de Todos los Argentinos”.
Lo cierto es que, desde las 00:00 horas del 10 de diciembre de 2015, momento en que Cristina Fernández dejó la Presidencia de la Nación, pude advertir que muchas personas conocidas, no kirchneristas, que antes no opinaban públicamente, se volcaron a las redes sociales a discutir sobre política. Tanto para criticar al viejo régimen, como para –unas semanas después- comenzar a cuestionar al actual gobierno, con la más absoluta libertad.
No soy quien para evaluar el temor de otros, ni considero que el silencio del pasado invalide las críticas del presente. Yo mismo –si bien expresé públicamente objeciones, críticas y denuncias contra el kirchnerismo- tomé recaudos como el de no incluir fotos o menciones de familiares en mis cuentas de Facebook o Twitter. Lo que sí considero que merece ser evaluado es el cambio de clima en cuanto a la posibilidad de expresarse sin esperar consecuencias negativas.
Entiendo que, respecto de esta cuestión, los mensajes del gobierno de Cambiemos son claros: aliados como la Dra. Carrió, o referentes del radicalismo (también integrante de Cambiemos) manifestaron públicamente sus críticas a algunas medidas de Macri. Jamás recibieron represalias o agresiones de ningún funcionario gubernamental. Impensado en otras épocas. En esta misma línea, la relación entre el gobierno y la oposición no fanática parece encaminarse por carriles de una convivencia poco frecuente en Argentina. En definitiva, nada hace prever que alguien pueda padecer dificultad alguna por cuestionar públicamente al actual gobierno.
No obstante esta situación, desde fanatismo cristinista, desde la extrema izquierda y desde una parte del sindicalismo mafioso, todos ellos unidos por Milagro, se pretende instalar la idea de que el gobierno nacional persigue políticamente a los opositores.
¿Quiénes son los opositores perseguidos? Veamos: jerarcas del clientelismo feudal, funcionarios corruptos, inútiles que percibían sueldos astronómicos mientras sus capacitados y mal pagos compañeros de trabajo eran postergados, y diferentes personajes que cometieron todo tipo de ilícitos contra la administración pública. Esos son los “perseguidos”. Esos son los que, ahora, tienen miedo. Si es así, ojalá sea un miedo fundado. Porque, en este punto, no hay término medio. O se termina con las injusticias, el feudalismo, los favoritismos y la corrupción, o el miedo volverá a tocar la puerta de los ciudadanos de bien.