El "NO" a la reelección indefinida se impone en el referéndum y Evo Morales no podrá presentarse en las Elecciones Presidenciales 2019. El efecto dominó continúa. Como sucediera con la Argentina y Venezuela en los últimos meses de 2015 en Bolivia la indestructible fuerza del progresismo encuentra su límite. La urnas, la voluntad popular, el pueblo en elecciones democráticas le ponen fin al sueño de poder eterno de Evo.
Esa potencia política nacida a inicios de siglo de las mismísimas entrañas de la región parece acercarse a su fecha de vencimiento. Este movimiento latinoamericanista y progresista, chavista y bolivariano, de izquierda y anti imperialista, nacional y popular, revolucionario y refundador, ciudadano y reformista pierde la solidez que lo caracterizó e inclusive muestra incontestables señales de desaparición.
Para colmo de males el superpoderoso Brasil, gobernado por el Partido de los Trabajadores, se hunde en la hiper recesión e hiper contracción. La macro muestra los peores resultados en 70 años según números del Banco Central y por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial Brasil atravesará 3 años consecutivos de declive económico.
Definitivamente se necesita un gobierno experto en el desmanejo para alcanzar tan espectacular record.
No es fácil llevar a la economía de una nación a su peor momento en siete décadas, para lograrlo hay que ser sin dudas muy hábil en el arte de retroceder.
Mientras tanto en Washington siguen de cerca los acontecimientos. Nunca se debe subestimar la habilidad y precisión de la diplomacia norteamericana. El Departamento de Estado supo esperar pacientemente la oportunidad y en cuanto percibió el incio del proceso de resquebrajamiento del sistema bolivariano atacó con extrema habilidad. En un viaje relámpago y estratégico Barack Obama visitará Buenos Aires y La Habana, penetrando en el corazón de la retórica anti imperialista.
Un Presidente de los Estados Unidos llega a la isla por primera vez desde 1928. Raúl Castro, en un acto contrarevolucionario, abre una puerta que permaneció cerrada durante 80 largos años. Los próximos 21 y 22 de marzo será el anfitrión del líder de la mayor superpotencia mundial y, en ese mismo acto, le clavará una puñalada en el corazón a todos los latinoamericanos que honestamente comulgan con las ideas de izquierda. Horas después Obama se desplazará al sur del sur y relanzará las relaciones con la Argentina. Sucede que desde la derrota electoral del Kirchnerismo la tercera economía latinoamericana ya no es una piedra en el zapato de la Casa Blanca. Buenos Aires será, a partir de ahora, un importante aliado para los Estados Unidos en la región.
Póngase usted en la piel de usted mismo algunos años atras. Recuerde cual era el clima político que se respiraba en América Latina cuando con contundencia Chavez, Kirchner, Lula, Morales y Correa no solo ascendían al poder sino que también se reelegían con destacable facilidad. Existía en efecto una sensación relativamente extendida de que este flamante ciclo había llegado para quedarse. Ya nadie podría arrebatarle el poder a estos nuevos gobiernos, "realmente" populares y "realmente" representantes de la América Latina profunda. Hoy, algo más de una década después, podemos constatar que el destino tenía guardado un inesperado y alternativo desenlace para la novela política regional.