El nuevo oficialismo superó este miércoles su primera prueba de fuego parlamentaria, nada más y nada menos que el acuerdo con los "holdouts", en un debate que revolvió consignas históricas y expuso el gran fracaso argentino de más de medio siglo.
El proyecto oficial para la normalización de la deuda externa consiguió un número holgado de apoyos, entre propios y aliados circunstanciales, dejando por primera vez en años en minoría al Frente para la Victoria junto a la izquierda.
Ese es el esquema que el interbloque de Cambiemos espera repetir ante cada debate para garantizarse la sanción de leyes y la gobernabilidad de la que tanto se habló al triunfar Mauricio Macri —un presidente no peronista ni radical— en las elecciones.
El acuerdo no fue sencillo para los operadores políticos del Gobierno, al punto que el proyecto oficial sumó modificaciones de última hora con el fin de asegurarse el respaldo del Frente Renovador y el Bloque Justicialista, más otros desprendimientos del exoficialismo y diputados progresistas.
Otro dato en el que Cambiemos puso el acento fue en la disciplina, que terminó de concretarse a la hora de la votación con cada diputado sentado en su banca: el resultado fue de 165 votos positivos contra 86 negativos sobre un total de 257 integrantes de la Cámara baja.
A partir de este miércoles, el oficialismo tendrá otro desafío clave en un Senado dominado por el peronismo.
No obstante, la versión de la Cámara alta del FPV es menos ideologizada y más pragmática que la de Diputados, sobre todo porque los senadores responden en buena parte a gobernadores necesitados de sacar provecho del acuerdo con los holdouts.
Con una marcha masiva en las calles y la consigna "Patria o Buitres" enarbolada por cada orador del Frente para la Victoria y de la izquierda, esta discusión puso nuevamente sobre el tapete consignas históricas sobre la independencia o sumisión del país.
Además, no es más que una muestra del fracaso argentino de varias décadas, encarnado por golpes militares y gobiernos democráticos que no supieron aprovechar el potencial del país y que quedaron atrapados por la pesada mochila de la deuda externa hasta que explotó en el gobierno de la Alianza.
Luego, el kirchnerismo bajó sustancialmente el peso de esa carga, pero no logró cerrar definitivamente el capítulo del default y un fallo —ratificado por tribunales superiores— del juez Thomas Griesa abrió la disyuntiva actual sobre acordar en condiciones muy desfavorables o seguir resistiendo con mucha retórica pero pocas herramientas.
Así, mientras el oficialismo asegura que este acuerdo será el punto de partida para una Argentina encaminada hacia el desarrollo, sobre la base del financiamiento externo, la reinserción internacional y la llegada de inversiones, para la oposición dura se trata de una nueva fase de endeudamiento que pondrá contra las cuerdas, al decir del general Perón, la independencia económica y la soberanía política del país.