(Río de Janeiro) Brasil vuelve a ser noticia. Solo 72 horas han pasado desde las masivas manifestaciones del domingo 13/3. Solo 3 días de tensa calma para que el gigante sudamericano retorne a las tapas de los diarios del mundo. Luiz Inácio Lula da Silva vuelve al gobierno. El que supiera ser el político más popular de América Latina, hoy acorralado por la justicia, regresa a lo más alto del poder nacional. Inaugura un virtual sistema cogobierno con Dilma Rousseff.
Un ministro con más potencia política que su Presidente. Situación extraña pero no inédita. Mendeleiev y Putin vienen al recuerdo cercano. Hay antecedentes, no se ha descubierto la pólvora.
El expresidente reconoce tácitamente que su situación judicial es delicada. Escapa así del Juez de Primera Instancia Sergio Moro que lo investiga incisivamente. Ahora Lula gozará de los beneficios del poder, como Ministro de la Casa Civil accederá al Fuero Privilegiado y solo podrá ser investigado por el Supremo Tribunal Federal.
Dilma acepta la debilidad de su gobierno al dejar ingresar a Lula. Su figura se desdibuja. Se trata del último recurso para sobrevivir, para mantenerse en el Palácio do Planalto. El peso político del ex Mandatario podría influir en el Parlamento para bloquear el omnipresente Impeachment.
El ahora flamante Ministro ya trabaja en ganar nuevos apoyos parlamentarios, sobre todo en el dubitativo PMDB, que por el momento no termina de romper con el Partido de los Trabajadores.
Pero no solo se habla de política en Brasilia. La economía ocupa un lugar central en la agenda y es allí donde se especula con importantes cambios. La influencia de Lula sobre la política económica será determinante. Por el momento son solo conjeturas, pero no sería de extrañar que la búsqueda del equilibrio fiscal y la relativa ortodoxia monetaria impulsadas hasta ahora por Rousseff encuentren su final. El ex Presidente intentaría darle una importa más heterodoxa la rumbo económico, con un rol más activo del estado. "Brasil gira a la izquierda", se animaron a titular algunos.
El ojo está puesto en las reservas internacionales del Banco Central. Se trata de un botín de 370.000 millones de dólares que podría ser utilizado para instrumentar políticas fiscales y monetarias más expansivas. Inyectar dinero en el mercado, alimentar la demanda, "fogonear la economía". Llámelo usted como mejor le plazca.