Naciones Unidas ha definido la “violencia de género” como “aquella que se dirige a individuos o grupos sobre la base de su género”. Es decir: para que un acto violento pueda ser categorizado como “violencia de género”, debería constatarse que el móvil del acto es el odio hacia el otro género como tal, de la misma forma que, por ejemplo, damos por hecho que la “violencia racial” se trata de aquella que fundamenta su eficacia en el odio de raza.
En los últimos tiempos, no obstante, hemos asistido a una progresiva ideologización de la cuestión, y el uso cotidiano de la expresión “violencia de género” ha devenido simplemente en la violencia del hombre hacia la mujer que, sin importar los verdaderos móviles de la misma, comenzaron a forjar la sensación de que en todo acto de violencia que vaya en esta dirección, media el odio hacia el sexo femenino como tal. Nada más alejado de la realidad.
La problemática de la violencia perpetrada por hombres hacia mujeres sería mejor abordada si se hiciera a un lado la ideología de género. En efecto, podríamos constatar que la violencia, en cuanto tal, tiene un sinfín de determinantes que exceden a la categoría del género que, llamativamente, se ha impuesto en nuestros días de manera excluyente como la razón explicativa de la violencia entre los sexos.
Pero la violencia es un flagelo que azota a nuestra sociedad en todas sus dimensiones. Por empezar, valdría recordar que según DatosMacro, en Argentina el 83,6% de los asesinados son hombres y el 16,4% mujeres. ¿Esto evidencia que tenemos que preocuparnos entonces más por los primeros que por las segundas? Semejante pregunta, en su propia ridiculez, pone de relieve la inconveniencia de recortar la realidad por los bordes del género.
Asimismo, la ideologización de la cuestión de la “violencia de género” nos lleva muchas veces a olvidar que la mujer también puede hacer uso de la violencia contra el hombre. Las consecuencias están a la vista: las manifestaciones contra la violencia de género se cierran discursivamente a la unidireccionalidad de la misma; la violencia de la mujer hacia el hombre es un recurso típico del humor y resulta socialmente aceptable; la academia no le presta la suficiente atención. Las investigadoras Ann Frodi, Jacqueline Macaulay y Pauline Thom han revelado por ejemplo que de 314 estudios sobre violencia realizados a lo largo de siete años, sólo el 8% se preocupaba sobre la violencia femenina.
¿Y es que verdaderamente la mujer también puede ejercer violencia contra el hombre? Hay estudios que han llegado a resultados determinantes. He aquí un breve recorrido sobre algunos de ellos.
En un estudio longitudinal realizado en Estados Unidos por Murray Straus y Richard Gelles con más de 430 mujeres maltratadas, se encontró que el hombre daba el primer golpe en el 42,6% de los casos mientras la mujer lo hacía en el 52,7%. En la Encuesta Nacional de Violencia Familiar de Estados Unidos (1990) se encontró que hombres y mujeres tenían mismas probabilidades de dar el primer golpe a su pareja en el marco de un conflicto. El Departamento de Justicia de Estados Unidos analizó los 75 mayores condados judiciales y halló que, de 540 asesinatos entre cónyuges, en 318 (59%) casos era mujer la víctima, y en 222 (41%) casos quien terminaba muerto era el hombre. Martín Fiebert, de la Universidad de California Long Beach, en base a 117 estudios que reunieron 72.000 casos, concluyó que “la violencia doméstica es mutua, y en los casos en que hay un solo miembro abusador, éste es un hombre o una mujer, por igual”. En la Universidad de Hampshire, estudios concretados por el Laboratorio de Investigaciones de la Familia en 1975, 1985 y 1992, hallaron que “las tasas de abuso eran semejantes entre esposos y esposas”. En el clásico estudio de Alice Eagly y Valerie Steffen sobre la violencia, se encuentra que los hombres son apenas más violentos que las mujeres. En una encuesta realizada en la Universidad de Lima se encontró que las mujeres atacan psicológicamente en el 93,2% de los casos mientras los hombres en el 88,3%, y físicamente las primeras en el 39,1% de los casos frente a un 28% en los hombres. La Universidad Nacional de México, con la ayuda de datos del Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar en México, halló que 2 de cada 50 hombres son víctimas de violencia física y psicológica por parte de su pareja (algo similar se encontró en Corea, Japón, India, y otros países latinoamericanos). En España, según cifras del año 2000 del Ministerio del Interior, el número que la violencia entre cónyuges dejó en ese año fue de 64 mujeres (59,26%) y 44 hombres (40,74%), aunque los casos en los que la persona terminó muriendo son bastante más altos para las mujeres (44 contra 7), no obstante lo cual, si agregamos en este análisis parejas de hecho y noviazgos, los números se vuelven a acercar (67 mujeres asesinadas y 44 hombres asesinados). En Kentuky (Estados Unidos) el Law Enforcement Asistance Administration estudió a parejas con problemas de violencia, encontrando que el 38% de los ataques eran de las mujeres hacia los hombres. En Inglaterra y Gales, la British Crime Survey reveló que el 4,2% de las mujeres y el 4,2% de los hombres informaban haber sido agredidos físicamente por su pareja. Otro estudio en Inglaterra, el de Michelle Carrado et al. examinó a 1.955 personas y halló que el 18% de los hombres y el 13% de las mujeres decían haber sido víctimas de violencia física por parte de sus parejas en algún momento de su vida. En Canadá, Reena Sommer de la Universidad de Manitoba llevó adelante una investigación de varios años y encontró que el 26,3% de los hombres admitió haber sido violento físicamente contra su pareja en algún momento, frente al 39,1% de mujeres que admitió lo mismo respecto del hombre. En Nueva Zelanda está el “estudio Dunedin”, en el cual 1.020 personas fueron examinadas durante veintiún años, y donde se encontró que el 37% de las mujeres declararon haber sido violentas con sus parejas, mientras el 22% de los hombres admitió lo mismo.
Ya hemos explicado que si bien se define la violencia de género como aquella que está motivada por el odio hacia el otro género, actualmente el uso de esta categoría se ha extendido a todos los casos en los que una mujer resulta agredida por un hombre, creándose la falsa sensación de que la violencia que va en este sentido está siempre determinada por el odio de género y que estamos inmersos en una suerte de “guerra de hombres contra mujeres”. Pero este reduccionismo no podría explicar, por ejemplo, porqué en Estados Unidos se ha encontrado que la violencia en parejas lesbianas y homosexuales es tan frecuente como la que ocurre en parejas heterosexuales. ¿No será que son móviles un poco más complejos y variantes que la simple aversión por el otro género, los que desencadenan comportamientos violentos?
Y es que entendiendo la violencia como un todo complejo, teniendo en cuenta que tanto hombres como mujeres pueden ser violentos entre sí y a raíz de las más variadas causas, podremos avanzar de manera mucho más contundente en la erradicación de la violencia en cuanto tal que es, en definitiva, el gran azote contra nuestra sociedad.
(*) Agusín Laje acaba de lanzar su nuevo libro, en coautoría con Nicolás Márquez: “El libro negro de la Nueva Izquierda. Ideología de género o subversión cultural”.