"Llegó el momento de dejar de hablar de igualdad con las mujeres y ponerla en práctica", y añadió: "Hay que hacerlo no porque es políticamente correcto el discurso, sino porque la paridad es una necesidad en esta sociedad tan asimétrica que vivimos". Jorge D'Onofrio,
Es realmente preocupante que alguien crea en estos proyectos, pero aún es más preocupante que quienes deben pensar en la igualdad de derechos y legislar al respecto, apoyen semejante barbaridad.
La diputada Sandra Paris explicó que el fin es "lograr cambios para establecer igualdad de acceso a los cargos legislativos y ejecutivo", por su parte Malena Galmarini consideró que se trata de "un paso hacia una sociedad más igualitaria".
Confundir igualitarismo con igualdad es el eje central del discurso de los nefastos demagogos que nos lleva a la pérdida de la libertad, al ninguneo del mérito y a la denigración de la mujer y de su dignidad.
La esposa de Sergio Massa también recordó que "en los 50, hubo que pelear para que las mujeres pudiéramos votar y hoy avanzamos respecto de los derechos de las mujeres", mientras que Lucía Portos aseveró que "esta ley amplía derechos".
Confusión y más confusión. Una cosa es la búsqueda de la igualdad de derecho, como lo fue el voto femenino y otra muy distinta es buscar la igualdad de hecho regulando la cantidad de candidatos según el sexo. Esto atenta contra el derecho a elegir a quien uno desee más allá de su género.
El definir un porcentaje de bancas que deben ser ocupadas por mujeres, es algo absolutamente machista. ¿Por qué no definir un porcentaje de bancas de hombres? Quienes redactaron los proyectos y quienes dan la noticia, muestran ser los primeros en menospreciar a las mujeres.
Nuestra Constitución no restringe la integración del poder legislativo solo a los hombres. El espíritu de nuestra Ley Primera es el de conformar los órganos de gobiernos con los mejores hombres (genérico, hombres y mujeres) posible; cosa que parece bastante alejada de nuestra realidad actual.
Por supuesto que en el siglo XIX no se elegían mujeres, pero eso no tiene que ver con el derecho, sino con el desarrollo cultural. En nuestro país hemos tenido hasta hace pocos meses una presidente reelecta, tenemos una vicepresidente y una gobernadora conduciendo los destinos de la provincia más grande de Argentina. Creo que las mujeres son absolutamente reconocidas en la política de nuestra patria.
Por otra parte ¿Cuál sería el problema si todos los legisladores fuesen hombres? ¿Y si todos fuesen mujeres? No me interesan los genitales de nuestros congresistas, ¡si me importan sus neuronas y su moral!
Si verdaderamente queremos alcanzar la igualdad de los hombres y las mujeres, debemos tratarlos con igualdad; no debemos intentar que sean iguales. Decía Hayek “hay una gran diferencia entre tratar a los hombres con igualdad e intentar hacerlos iguales. Mientras lo primero es la condición de una sociedad libre, lo segundo implica, como lo describió Tocqueville "una nueva forma de servidumbre".
Aprendamos a elegir por capacidad y honestidad, dejemos de seguir a quienes nos prometen fantasías, dejemos de pensar en términos de hombre o mujer, judío cristiano, oficialista anti, amigo enemigo.
Empecemos a pensar con la cabeza, no con el corazón, no con el estómago y menos aún con los genitales. La condición distintiva del ser humano es la razón, hagamos uso de ella.
Busquemos la igualdad de derecho, que es la expresión de la libertad; rechacemos el igualitarismo de hecho que es sinónimo de sometimiento. Para alcanzar el igualitarismo deben encerrarnos dentro de un molde, eso es ser esclavo de un sistema social. El igualitarismo toma la sociedad libre, la degenera y la convierte en una sociedad de mediocres, donde sobresalir o ser distinto es un pecado.
¡Que las licuadoras sean iguales! Soy un ser humano por sobre mi raza, sexo o religión. Valgo por mis méritos y por mi ética, y defiendo orgulloso el derecho de todos de ser únicos. ¡Viva la diferencia!