Como ya hemos señalado en más de una ocasión en esta columna, los funcionarios kirchneristas, en general, tienen dos problemas, a saber: el primero y más preocupante para ellos es que muchísimos ex integrantes de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner están muy comprometidos con la Justicia, y saben que, tarde o temprano, de no mediar nada "raro", una legión de ex funcionarios K terminará tras las rejas.
El segundo es que a muchos se les acabó el negocio, comenzando por ñoquis de todo tipo y color, pasando por empleados de Aerolíneas Argentinas y otras dependencias públicas, terminando en personajes más "gordos", como podrían ser Luís D´Elía o Hebe de Bonafini, solo por citar algunos ejemplos.
Muchos, muchísimos, se quedaron sin negocios. Negocios que iban desde el "Plan Qunita" hasta "Sueños Compartidos", u otros peores como las recetas truchas del PAMI. La lista se está convirtiendo en interminable, tanto que todas las semanas aparecen millones de dólares/pesos guardados en lugares insólitos y empresarios millonarios que no pueden justificar su fortuna. Esta última semana fue el turno de Carlos Daniel Tomeo, empresario tabacalero denunciado por Carrió, a quien además señaló como testaferro de Aníbal Fernández y Moyano.
Sin embargo, la red de corrupción fue tan grande que el problema también abarca a muchos medios y periodistas quienes hoy ya no reciben millonarias pautas por difundir el relato y, lógicamente, también están en problemas.
Todo termina en una sola persona, que como no puede ser de otra manera es la jefa de la asociación ilícita, Cristina.
Para decirlo de manera simple, clara y sencilla, estos personajes apuntan a dos frentes. El primero es tratar, por todos los medios de voltear el gobierno de Macri, cosa que a esta altura no es ninguna novedad.
La segunda, que apunta directamente a Cristina y para ella es lo prioritario, será presentarse a elecciones como candidata a senadora el próximo año. De hecho ya se están realizando encentas incluyéndola como candidata por la provincia de Buenos Aires.
Obviamente, el intento de presentarse como candidata a senadora y obtener una banca en el Congreso Nacional tiene un solo fin, el de conseguir fueros para escapar de la justicia.
Decididamente, queda bien claro que, como buena peronista, Cristina sigue los pasos de Carlos Menem, quien todavía hoy sigue disfrutando de los privilegios que le otorgan los fueros como senador.
De todas maneras, debemos esperar a ver qué ocurre con la justicia, ya que en función a cuál será su situación procesal, dependerá si puede o no presentarse.
Por su parte, Mauricio Macri se encuentra en una disyuntiva. Carrió quiere a Cristina presa, y él prefiere, por razones políticas, que Cristina esté libre. Sabe que cuanto más se exponga y más hable, él más se favorece. Parece descabellado, pero no lo es. Son esas cosas inexplicables de la política argentina.
El punto es que tanto el plan A, el de desestabilizar al gobierno, y el plan B, ir tras los fueros, están en marcha.
Muestra de ello son los interminables conflictos generados, casi a diario, por agrupaciones afines al kirchnerismo. Un claro de ejemplo de ellos fueron los recientes paros de los pilotos de Aerolíneas y el posterior de los maleteros, tendientes solo a generar caos para deteriorar la imagen del gobierno por un lado, y por otro las apariciones públicas de Cristina criticando, sistemáticamente al gobierno de Macri, contando, a su vez, las bondades que dejó la década kirchnerista; bondades que, por supuesto, ven solo ellos.