El ciudadano norteamericano se encuentra ante, tal vez, una de las disyuntivas más complicadas de su historia.
Por un lado, es la primera vez que se presenta como candidato a la presidencia una mujer, Hilary Clinton, y por el otro un multimillonario que desprecia a la comunidad hispana, cada vez más determinante en las elecciones.
Tal es así que en un artículo del diario El País, Timothy Garton Ash, catedrático de Estudios Europeos de la Universidad de Oxford, afirma con mucho criterio: "Trump es tal vez el único republicano al que Hillary Clinton puede derrotar. Por otra parte, Hillary es tal vez la única demócrata a la que puede derrotar Trump”.
Por otro lado, la prestigiosa revista Time definió Trump como bravucón, showman y demagogo. Y no están lejos de la realidad. Quizás sea eso y mucho más. De hecho, cuando anunció su candidatura, los asesores que conducen los destinos del Partido Republicano pensaron que se trataba solo del delirio aspiracional de un exitoso y excéntrico empresario.
Hilary Clinton no por casualidad irá acompañada de Tim Kaine, un experimentado político, constructor de consensos y “católico de Francisco”, tal como él mismo se define. La designación de Kaine, el más latino de los senadores, busca asegurar el voto de los ciudadanos hispanos, a quienes Donald Trump ha denostado públicamente, en reiteradas ocasiones.
Los Estados Unidos pueden gustar o no. Es un país complejo de entender desde afuera. En lo personal, admiro el orden y el respeto a la ley. La gente es como en todos lados: buena, regular o mala. Algo destacable, también, es que no hay caudillismos ni existe el "si bwana" tan común en los países latinoamericanos con el presidente de turno. Si al Presidente lo tienen que destituir por abuso de autoridad o porque se le sospecha un delito, no importa de qué partido sea, se ponen de acuerdo y va a juicio político. Asume el vice, y le ponen asesores y gabinete a trabajar con él. No se cae el mundo ni ellos se vuelven locos por la ausencia de un "mesías". La división de poderes funciona como reloj y todos tiran para y por el país.
No es bueno su sistema electoral indirecto, de delegados y superdelegados, en el que se votan electores —como era en nuestro país antes de la reforma constitucional— ya que no se obtienen resultados en base al porcentaje sino que es un "toma todo".
Es un sistema arcaico e indirecto donde el que sale primero en la votación de un estado se lleva todos los electores y no la parte proporcional al porcentaje obtenido. Eso hace que estados como California que tiene asignado 50 electores, sea el que define la elección junto con los grandes estados como Florida.
Pero Estados Unidos tiene un problema, y es que la institución del voto está devaluado, y es algo un tanto contradictorio. Votar es voluntario, y muchos no lo hacen porque saben que sean demócratas o republicanos, a nadie se le ocurriría hablar, si quiera, de "socialización de la tierra", "revolución", "ley de equidad o de propiedad participada", "coparticipación federal", "estatización de medios de producción", "nacionalización de empresas", etc.
Tienen una sociedad con una identidad nacional muy fuerte y el empresariado defiende a muerte su actividad en favor del país. Por eso funciona bien la actividad privada, porque es de ellos y hay sentido de pertenencia. Hay otra idiosincrasia, ni buena ni mala, simplemente es distinta. El ciudadano estadounidense tiene pendiente sobre la cabeza el "you're fired" (estás despedido) y ello lo obliga a estar atento y ser eficiente. Si una persona es despedida injustamente, el sindicato la defiende para que se le pague la indemnización y una compensación por el daño moral que le causaron.
También es un país donde el que se empeña y se esfuerza, triunfa. Hay muchísima ayuda financiera para el "small businesses" (pymes) y hay cursos de perfeccionamiento para tener buenos resultados en los negocios que se emprendan.
El sistema contempla, además, que a la gente pobre o sin educación y sin oportunidades hay que ayudarla, pero no asegurarles vivir de por vida de la dádiva del estado o el "welfare", que es el sistema de bienestar social estadounidense regido y financiado por el gobierno federal, que comenzó en la década de 1930 durante la Gran Depresión destinado a dar asistencia a aquellos que tenían poco o ningún ingreso. En general, el norteamericano medio, sabe que las cosas no llueven ni crecen en los árboles, hay que conseguirlas por medios propios, y ese medio es el trabajo. Si se tiene un trabajo hay que cuidarlo y hay que esforzarse.
Hoy, van a tener que elegir entre una señora muy soberbia y autoritaria como Hillary Clinton, y un vanidoso multimillonario como Donald Trump, pero, de todas maneras, en Estados Unidos los presidentes no gobiernan solos, ni el congreso es "la escribanía" al mejor estilo de lo que estamos acostumbrados nosotros, ni mucho menos la Corte los complace en todo. Y si tienen que llevarlo —al Presidente— al juicio político por lo que fuere, como a Nixon, lo hacen así sea del propio partido. Nada de caudillos imprescindibles ni mesiánicos.
En realidad, ambos candidatos son muy malas opciones para el ciudadano medio norteamericano, pero el votante independiente cree que Hillary es la opción menos mala, y están convencidos de que Trump puede ser un riesgo altísimo no solo para los propios norteamericanos, también para todo el mundo, y para muchos se trata de eso: “La opción menos mala”. De cara al 8 de Noviembre, el resultado electoral de Estados Unidos es una auténtica incógnita.