Hannah Arent fue una política, filósofa y luchadora alemana de origen judío que pudo escapar del holocausto gracias a que se encontraba en Francia cuando comenzó la persecución hitleriana.
Trabajó como periodista y maestra de escuelas superiores durante su prolongado exilio en los Estados Unidos.
En 1962, cuando ya tenía 56 años y estaba mundialmente consagrada como una brillante intelectual, la revista New Yorker, la más prestigiosa de norteamérica, le propuso concurrir a Jerusalén para cubrir el juicio al criminal de guerra Adolf Eichmann.
El ex jerarca nazi había sido apresado clandestinamente y secuestrado en Argentina pocos meses antes. El gobierno israelí estaba listo para someterlo a un proceso penal que terminaría con la pena capital.
Sus primeros artículos se esperaban para principios de 1963 y todos creían que la escritora iba a ser implacable con los horrores del Tercer Reich.
Sin embargo, los contenidos de sus trabajos fueron completamente inesperados.
Arendt no sólo destrozó a los asesinos germanos. También, se ocupó con detenimiento de los propios consejos judíos en el marco de la espantosa “Shoá”.
Hannah contó que, “de camino a la muerte, los judíos habrían visto a pocos alemanes. Los miembros de los consejos propios habrían obtenido de los nazis un enorme poder sobre la vida y la muerte, hasta que fueron deportados ellos mismos”.
Así, por ejemplo, las listas de transporte a los campos de concentración fueron realizadas por los propios jefes comunitarios judíos.
“Este papel de los dirigentes de la comunidad en la destrucción de su propio pueblo es para nosotros el capítulo más oscuro de nuestra historia”, dijo.
El antiguo rabino de Berlín, Leo Baeck, uno de los miembros de la colectividad más importantes de toda Alemania, comentó en el juicio a Eichmann que “era mejor para los judíos no saber su destino, ya que la espera de la muerte sólo hubiera sido más dura”.
Hannah Arendt sintió como un alivio encontrarse en el juicio con antiguos miembros de la resistencia.
“Su entrada en escena ahuyentaba el fantasma de una docilidad general ya que eran increíbles las entregas directas de las víctimas para su ejecución realizadas por los comandos judíos. Todo eso era espeluznante, pero no era un problema moral para los entregadores”.
“En los campos se quebrantaba la dignidad de las personas y se las llevaba a colaborar en su propia destrucción, ayudando en la ejecución. Nosotros debemos decir que los mismos judíos tuvieron su participación en los millones de asesinatos” detalló la periodista escandalizando al mundo entero.
Como es obvio, resulta casi imposible trazar un paralelo entre el holocausto y cualquier otro escenario horroroso de la vida contemporánea.
Sólo el genocidio armenio de principios del siglo XX a mano de los turcos, el desastre del estalinismo en la Unión Soviética o las locuras criminales del “salto adelante” y la “revolución cultural” de Mao Zedong se le pueden parangonar.
Sin embargo, es importante repasar la locura del nacional socialismo para sacar conclusiones y aprender de una experiencia tan traumática.
En pleno siglo XXI, en mi propio subcontinente, un grupo de dirigentes de la “oposición” venezolana están negociando con un régimen de narcotraficantes y asesinos (que nunca pudieron probar que habían ganado la última elección presidencial) a un centenar de presos políticos a los que el régimen chavista ha tomado de rehenes.
Bajo el paraguas cada vez más vergonzoso del Vaticano, Nicolás Maduro y sus secuaces se dan el lujo de ir soltando de a uno a sus “presas” tal como hacen los ladrones de entidades bancarias cuando se encuentran acorralados y trocan libertades de cautivos por pizzas y gaseosas para pasar la noche.
¿Cuántos kilos de Leopoldo López vale una votación en el Amazonas para definir los diputados locales?
¿Cuántos dedos o extremidades del alcalde de San Cristóbal Daniel Ceballos sirven para conseguir que se respete la autonomía de la Asamblea Nacional?
Un viejo refrán nos recuerda que “para poder dialogar, primero tienes que soltar el palo que sostienes en tu mano”.
En otras palabras: no se debería establecer ningún intento de entendimiento mientras las hordas bolivarianas tengan prisioneros detenidos de manera completamente arbitraria.
¿Quieren que la víctima de una violación negocie con su victimario el uso de un preservativo para evitar mayores problemas?
Si Hanna Arendt viviera y pudiera ser testigo de lo que está ocurriendo por estas horas en Caracas tendría una gran severidad a la hora de catalogar a esta troupe de impresentables que han decidido ser meros cortesanos en el banquete de los asesinos.
El papa Francisco le da tiempo al “madurismo” para que suene la campana salvadora de enero de 2017. Dentro de pocas semanas, los dictadores se asegurarían su continuidad hasta el 2019.
Estos tipejos de la Mesa de Unión Democrática (MUD) que hoy sonríen por su “capacidad de negociación” van a tener que responderle al pueblo de Venezuela, de Latinoamérica y a los propios López, Ceballos y Ledezma por su increíble tibieza/complicidad.
Los vamos a estar esperando y, más tarde que temprano, ese día llegará.