Mauricio Macri dijo ante la Asamblea Legislativa que "lo peor ya pasó", pero los mercados, el establishment local y los inversores internacionales tienen dudas sobre si realmente podrá imponer las "reformas" que consideran necesarias para normalizar el funcionamiento de una Argentina siempre en estado de erupción.
Parte de ese plan de reformas está vinculado con la profundización del ajuste para encaminar el equilibrio de las cuentas públicas, una tarea ciclópea en el país del desorden casi permanente.
El daño provocado por el populismo kirchnerista, sobre todo durante los ocho años de mandato de Cristina Fernández, desestabilizó casi todas las variables de la economía.
Ese controversial gobierno, que pareció pensar solo en perpetuarse en el poder y administró las cuentas públicas como si no existiese un mañana, dejó desafíos que por ahora aparecen demasiado grandes para la alianza Cambiemos.
Macri viene intentando desde su asunción que la Argentina empiece a funcionar como un "país normal", donde los derechos pasen a tener el mismo estatus que las obligaciones.
Pero el hecho de que el presidente provenga de "cuna millonaria", sumado a que su equipo económico tiene vínculos demasiado estrechos con el mundo de los poderosos, le hace un flaco favor a ese objetivo.
Uno de los puntos más flojos del Gabinete es el ministro de Finanzas, Luis Caputo, un tiburón en el universo de la especulación bancaria, que emerge demasiado vulnerable a las denuncias que llueven desde la oposición.
A Caputo -quien acaba de salir fortalecido con la llegada de Leandro Cuccioli, un hombre de su equipo, a la Jefatura de la AFIP tras la sorpresiva renuncia de Alberto Abad- lo acusan de ser una especie de "zorro suelto en el gallinero".
Es que, al emitir deuda -más de 130.000 millones de dólares desde que asumió Macri-, lo hace entre los mismos banqueros con los que trabajó codo a codo casi hasta asumir.
Esa debilidad obligó al jefe de Gabinete, Marcos Peña -a esta altura un hombre indispensable para Macri- a salir a respaldar al ministro de Finanzas tras ser señalado como accionista de dos compañías offshore en Islas Caimán y dueño de una gerenciadora de fondos de inversión en Miami, algo que habría ocultado en su declaración jurada al asumir como funcionario.
"Lo recontra banco. Si lo banco es por algo. Lo conozco. Somos todos ciudadanos ante la ley, pero no tengo dudas de su integridad y de su capacidad", dijo Peña sobre "Toto" Caputo, lo que se dice poner las manos en el fuego.
No sólo eso: Peña dijo que Caputo es un "orgullo para este país y para el Gobierno; dejó todo lo que estaba haciendo para venir a la Argentina".
Tal vez ahí radiquen parte de los problemas que enfrenta Macri: hay demasiados CEOs que "dejaron" negocios millonarios para asumir como funcionarios de alto calibre, y los intereses se entrecruzan en forma casi permanente.
A Caputo se suma Juan José Aranguren, quien de un plumazo pasó de ser el mandamás de Shell en la Argentina a cruzar el mostrador y manejar la política enegética y minera del país.
Mario Quintana, un reconocido empresario que se hizo bien de abajo y llegó a fundar un fondo de inversión multimillonario que, entre otras cosas, creó la exitosa cadena Farmacity, es uno de los hombres clave del Gobierno, como vicejefe de Gabinete.
El otro número dos de Peña es Gustavo Lopetegui, ex mandamás de LAN, y así sigue la lista...
Nadie duda de la capacidad de management de estos hombres, y esto ni siquiera es un ensayo de poner en duda su honestidad.
Pero tanta relación con el mundo de los negocios los convierte en blanco fácil para la oposición, y pueden representar un desgaste adicional para un Macri que a esta altura no se puede dar demasiados lujos políticos.
Sin embargo, lejos de dudar sobre el camino a seguir, el presidente parece sentirse cómodo y seguro con ellos: Marcos, Mario y Gustavo son mis "ojos e inteligencia", dijo el jefe de Estado.
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— Christian Sanz (@CeSanz1) 26 de agosto de 2017
El desafío es mayúsculo, porque con sus políticas populistas, Cristina desalentó la cultura del trabajo, confundió a muchos con el argumento de que tenían todos los derechos y casi ninguna obligación, convirtió a la obra pública en un lodazal de corrupciones varias, creó un Estado elefantiásico e inútil para casi todo, convenció a la gente de que no era necesario pagar las deudas y acostumbró a los empresarios a vivir de subsidios y protección, por lo que la infraestructura fabril atrasa décadas.
En el país de las maravillas que la ex presidenta transmitía en cada una de sus cadenas nacionales rodeada de militancia fervorosa, crecían en forma subterránea inconsistencias y falsedades que el país tardará mucho tiempo -tal vez décadas- en revertir, si es que alguna vez lo logra.