Los argentinos tenemos una relación compleja y traumática con nuestras FFAA. El siglo 20 estuvo signado por la participación del ejército en la política nacional, hasta el punto de tomar el gobierno por la fuerza.
El golpe del ‘30 que impuso a Uriburu, escoltado desde el estribo del auto que lo llevaba a la Casa Rosada por un joven oficial Juan Domingo Perón; el golpe del ´43, que llevaba el germen del peronismo; el golpe del ´55 que derrocó a Perón, el del 62 que volteó a Frondizi, el del 66 que se llevó puesto a Illia y, por último, el golpe de 1976 que sumió al país en una profunda oscuridad.
Después de aquella dictadura las FFAA quedaron completamente desprestigiadas a los ojos de la sociedad.
Si bien el Ejército ya no es el mismo, todavía quedan otras rémoras: hasta antes de ayer estaba comandado por el general Milani y el Secretario de Seguridad de la Nación era Sergio Berni, un militar vinculado con los sectores carapintada que apoyaron al kirchnerismo. Es decir, el mismo kirchnerismo que hoy se opone a la intervención de las FFAA tuvo en dos cargos claves a militares que se ocuparon de intervenir en política interior, incluso de manera ilegal.
El decreto de Macri viene a contestar una pregunta: ¿Queremos o no queremos FFAA? En cualquier caso, es completamente inviable mantener una estructura ineficiente, obsoleta e inútil.
Hay unos veinte países que decidieron no tener FFAA. Tienen acuerdos regionales para ser defendidos por otras naciones. En ese grupo y con distintos regímenes están Panamá, Costa Rica, Granada y Liechtenstein.
En nuestro país la Ley de Defensa Nacional y la Ley de Seguridad Interior de 1988 delimitaron el accionar de la FFAA a la defensa y marcaron las excepciones en las que podrían actuar en seguridad interior.
Pero el decreto 727/06 de la gestión Nilda Garré determinó que las FFAA solo actuarían contra agresiones externas de FFAA de otro Estado. Esto les impediría actuar, por ejemplo, contra el terrorismo. O sea una hipótesis de conflicto por fuera de la realidad internacional contemporánea. Hoy casi no quedar guerras como las que conocimos hasta el siglo XX entre dos ejércitos regulares. Una de las últimas fue, precisamente, la guerra de Malvinas.
Macri acaba de derogar el decreto 1691 de Kirchner y modificó en varios puntos el decreto 727. El presidente no quiere a las FFAA patrullando, según dijo el ministro Aguad ayer, sino para trabajar en temas de terrorismo, narcotráfico, ciberdefensa, cuidado de fronteras y asistencia social en catástrofes.
La respuesta de Macri a la pregunta acerca de si queremos o no tener FFAA es: “Sí, tengamos FFAA”. Ahora bien, hay que depurarlas, profesionalizarlas definitivamente y, sobre todo, despolitizarlas. No hablo de lo que puede quedar de 1976. Me refiero a la estructura política que dejó el kirchnerismo: un ejército al servicio del famoso proyecto “nacional y popular”.
Recordemos la historia reciente: Cesar Milani, el jefe del ejército del gobierno kirchnerista, manejaba una agencia de inteligencia paralela. Esto fue denunciado por Nisman antes de su asesinato y declarado por Stiuso, después, en la causa “Nisman”. Por supuesto tenía órdenes y presupuesto directamente de Casa Rosada.
La hipocresía del kirchnerismo al oponerse al decreto es proverbial: en 2012 se reveló que Gendarmería hizo trabajos de espionaje de dirigentes sociales, dirigentes rurales y opositores: espiaron y monitorearon más de mil organizaciones. La inteligencia se desarrolló de 2004 a 2012, previo al llamado “Proyecto X” y fue, en todos los casos, ilegal sin orden judicial.
Una vez más el cinismo del discurso “progresista”: ahora se espantan, cuando fueron los responsables del espionaje ilegal y la política de los carpetazos.
Por otra parte, ¿cuántos topos dejaron en las FFAA los tres gobiernos kirchneristas? Recientemente salió a la luz un espía acreditado como periodista en Casa Rosada. (Juan Manuel Illescas). 15 Minutos antes de irse, el kirchnerismo dejó un ejército propio antes de irse en todos los estamentos del Estado: ñoquis, gente puesta para boicotear y para obstruir cualquier medida de gobierno. ¿Cuánta gente quedó en las FFAA de la estructura paraestatal que montó Milani? ¿Cuántos agentes de inteligencia militar operan hoy dentro de las fuerzas de seguridad?
Este problema no se trata de izquierdas o derechas. No se resuelve sólo con discursos encendidos. Evaluar esta situación pensando en que la derecha es represiva y la izquierda garantiza los derechos humanos es una falacia que arrastramos desde el siglo pasado.
¿Existen estados más represivos que el de China, Norcore o el régimen venezolano? Ahí tenemos un dramático ejemplo de las FFAA trabajando para sostener un régimen antidemocrático, represivo con presos políticos y fusilamientos de opositores.
Si buscamos ejemplos en países democráticos encontramos que en Europa Francia hace uso de sus fuerzas de defensa en apoyo a la seguridad interior. En España las FFAA actuaban en la amenaza terrorista de ETA, que tantos años los asoló, y también fue considerada la posibilidad de que interviniera frente a la reciente secesión de Cataluña.
Para saber qué FFAA queremos, tenemos que tener en claro otra cosa: que país queremos. El riesgo es que un eventual futuro gobierno populista pueda utilizar este decreto para reprimir, tal como sucede hoy en Venezuela.