Pobreza cero, derrotar al narcotráfico y unir a los argentinos, fueron las tres premisas que marcó el presidente Mauricio Macri tras jurar como tal en el Congreso de la Nación. Está claro que al menos dos de esas metas no podrán cumplirse en lo que resta de su ¿primer? mandato.
La pobreza cero fue un objetivo demasiado ambicioso que despertó no pocas críticas, pues al ser tan extremo resultó siempre técnicamente imposible. En rigor, Macri lo explicó el mismo día en que lo anunció, en el párrafo siguiente de su discurso: “Hablar de pobreza cero es hablar de un horizonte, de la meta que da sentido a nuestras acciones”. Ergo, no implicaba erradicar un flagelo de un modo tal que nadie en el mundo ha logrado, sino que planteaba un mientras tanto virtuoso en pos de un fin loable.
Pero el propio Presidente se complicó cuando en tren de explicar el concepto, elevó la vara al sugerir juzgar su gestión por la manera como haya podido reducir la pobreza. De hecho, alguna vez deslizó también que sería un “fracaso” no bajar la inflación, ni la pobreza, dos males que van de la mano. Se entiende que cuando eso dijo estaba convencido de que hablaba de objetivos absolutamente posibles. Hoy muchos opositores le adjudican el “fracaso” que él mismo sugirió.
Ni hablar de la meta de unir a los argentinos, con una grieta cada vez más pronunciada, a la que el gobierno no parece haberse esforzado por achicar, conforme su propia conveniencia para la continuidad de Cambiemos.
Derrotar al narcotráfico fue otra meta grandilocuente, sin embargo es la única con la que el gobierno siente que puede mostrar resultados positivos. Patricia Bullrich es una de las únicas del Gabinete que conservan niveles de imagen positivos. Mérito del Presidente que la bancó en sus momentos más críticos, pero más que nada de quien se sorprendió cuando Macri le anunció qué función cumpliría en su gobierno, cuando ella se imaginaba presidiendo la Cámara de Diputados o el bloque oficialista. Por eso sonó extraño cuando durante el fin de semana en el que se recompuso el Gabinete, circuló que Seguridad sería uno de los ministerios que perderían tal condición, absorbido por Defensa. Imposible.
La buena estrella de Patricia Bullrich es tal que hasta un hombre al que no se le reconocen puntos de contacto con el gobierno como es el presidente de River, Rodolfo D’Onofrio -y con muy probables aspiraciones políticas para un futuro mediato- elogió vivamente a la ministra de Seguridad cuando lo entrevistaban el día después de la victoria millonaria en el superclásico.
Fue por eso que el mensaje con el que el jefe de Gabinete arrancó su presentación el miércoles pasado en el Congreso estuvo dedicado a la seguridad: el único tema en el que el gobierno reconoce que tiene resultados positivos para ofrecer. Sobre todo cuando se busca trazar un contraste con el gobierno anterior, de esos a los que Cambiemos es tan afecto.
La visita de Marcos Peña a la Cámara baja era muy esperada, luego de que en septiembre alterara su asistencia perfecta al Congreso al ausentarse en el Senado. La oposición kirchnerista lo recibió con carteles en sus bancas donde se le reclamaba al gobierno “rehacer” el Presupuesto. Fue la tónica de la mayoría de los discursos de esa bancada. A sabiendas de que las preguntas girarían en torno a la cuestión económica fue que Peña decidió referirse a una cuestión donde pueden celebrar resultados. Ya abocado a lo que será la campaña que una vez más le tocará organizar, el jefe de Gabinete comenzó así a abonar un terreno que será uno de los ejes camino a las elecciones, destinado a reforzar el discurso hacia el votante de Cambiemos.
Dejó entonces que la cuestión económica la plantearan quienes desea el gobierno que sean identificados como los responsables de la crisis que heredó esta administración. Corrió por cuenta de Axel Kicillof, nada menos, abrir el fuego contra Marcos Peña en la sesión informativa. El exministro se había quedado sin tiempo para hablar cuando la semana anterior fue Rogelio Frigerio a la Comisión de Presupuesto; por eso esta vez fue el primero en intervenir, para enumerar los números claramente negativos con los que concluirá Macri su mandato. De todos modos, Marcos Peña optó por mostrar una actitud mesurada, sin entrar en chicanas ni excederse en las referencias a la herencia recibida. Fue incluso breve su defensa de la cuestión económica, aunque se encargó de ratificar el proyecto mandado por el Ejecutivo al Congreso.
Ese texto es el que también desde el bloque Justicialista reclamaron rehacer. Diego Bossio fue el encargado de pedirlo, generando inquietud en una administración que necesita los votos de esa bancada para aprobar el Presupuesto. Como sea, fue un dato positivo para Cambiemos que a la hora de las preguntas, ni Bossio, ni el massista Marco Lavagna, tomaran la palabra para criticar el Presupuesto, siendo aquellos con los que tendrá que negociar mucho el gobierno. A la hora de los cierres, tampoco intervino el presidente del bloque Justicialista, Pablo Kosiner -un hombre de Urtubey-, pues se encontraba de viaje y esa bancada consideró que no hacía falta que nadie tomara su lugar para confrontar con Peña.
El gobierno cuenta los votos uno a uno para el Presupuesto, lo mismo que las firmas que va logrando para la adenda del Pacto Fiscal. Celebró el jueves haber sumado 18 gobernadores, pero busca por lo menos tres más: el santafesino Miguel Lifschitz, el chubutense Mariano Arcioni y el formoseño Gildo Insfrán. No por los votos que puedan aportar para el Presupuesto, sino por el símbolo político de haber alineado a la mayoría de los gobernadores. Los tres son de los más duros con el gobierno, pero no integran el pelotón de inflexibles, compuesto por la santacruceña Alicia Kirchner, el pampeano Carlos Verna y el puntano Alberto Rodríguez Saá, que no firmarán. El viernes que viene es el límite que se ha impuesto el gobierno para reunir firmas, antes de mandar el proyecto a Diputados: quiere que se apruebe junto con el Presupuesto.
Y respecto de la ley de leyes, sabe que tendrá en el interbloque Argentina Federal los votos que le faltan para completar la aprobación del Presupuesto, pero su mayor preocupación es -como hemos dicho- la votación en particular, donde debe defender a capa y espada que no le volteen artículos clave en esa instancia. Es lo que se va a negociar hasta el 24 de octubre, cuando se debata la ley de leyes.
Será en un Congreso con recintos cerrados para las leyes, pero ciertamente activo en las comisiones. Aunque allí tampoco se produzcan avances. Como sucedió esta semana en la Bicameral de Control del Ministerio Público, donde el oficialismo quería imponer a Elisa Carrió. La líder de la CC había dejado trascender sus cartas el miércoles anterior en el programa A dos voces, en el que al pasar anticipó su deseo de presidir esa comisión. Fue suficiente para que la oposición se uniera para frustrarlo.
Un claro pase de factura por cuestiones pendientes que la oposición no le perdona, como cuando en 2016 Carrió hizo caer un acuerdo que se había alcanzado con el massismo, para avanzar con un proyecto de ley de reforma del Ministerio Público Fiscal que acotaría el poder de Alejandra Gils Carbó. Seis meses se trabajó en ese proyecto y justo cuando llegaba al recinto para su aprobación, Lilita rechazó el 24 de octubre de 2016 la reforma del Ministerio Público, que terminó naufragando. “No se debe legislar para una persona”, fue el argumento que dio Carrió.
En ese contexto se enfrascó luego en una fuerte pelea con Germán Garavano, por dichos del ministro de Justicia sobre la libertad de los expresidentes. No pasó desapercibido para Lilita que el funcionario hubiera pronunciado semejantes dichos en El Destape Radio, del kirchnerista Roberto Navarro, en la AM 530, propiedad de Aníbal Fernández.
Puesto nuevamente en un angosto desfiladero, el Presidente respaldó personalmente a su ministro, aunque sin expresarse en público, y habló también con su amiga Lilita, mas sin resultados positivos. No puede “entregar” a Garavano: una señal de “debilidad” es un “lujo” que no puede exhibir un presidente cuando precisamente está débil.
El fallo de la Cámara Federal absolviendo a Carlos Menem al día siguiente de la polémica pareció darle la razón a Carrió. No podía no saber Garavano que ese fallo iba a salir de manera inminente cuando habló de la manera que lo hizo. Es lo que enoja más a la líder de la Coalición Cívica.
Con el deseo de poner paños fríos, una diputada muy allegada a Lilita, Paula Oliveto, aclaró que “no hay grieta en Cambiemos, porque no se pone en duda nuestra continuidad en el gobierno. La CC-ARI ha luchado mucho en materia de corrupción y ese es nuestro compromiso”. Un toque de cordura imprescindible para tiempos complicados.