Como si La Matanza pudiera ser una réplica del Brasil que llevó a Jair Bolsonaro a la presidencia del Brasil, la jefa del distrito parece haber decidido postularse directamente a la primera magistratura en 2019 y no a la gobernación, como se dijo hasta ahora.
Cristina dijo en el Instituto Patria que no se postularía —¿Acuerdo con Frigerio y Monzó, casi con un pie afuera de Cambiemos, a cambio de que no le saquen los fueros?— y en medio de la danza de candidatos apoyaría de buena onda a la gobernadora matanceña.
Eso sí, solo apoyo moral, porque dinero… nada. Primero porque no tiene forma de sacarlo sin que se lo decomisen y, segundo, porque los ex presidentes nunca abren la billetera cuando abandonan el poder.
Dicen que Magario precisa 150 millones (no nos dijeron si pesos o dólares) y no llega de ninguna forma a ese monto.
Las iglesias “truchas” de su territorio son muchas de ellas en realidad bunkers de bandas narcos (con sede en el barrio Puerta de Hierro), pero las iglesias para aportar tienen que justificar quiénes son sus mecenas, ya no vale como antaño hablar de “colectas”. Y eso vale para todos, desde kirchneristas hasta Cambiemos.
Los umbandistas de Bolsonaro están desde hace tiempo relacionados con sus pares de La Matanza. Son una banda de gente, pero todos de muy pobres recursos económicos (los fieles, sus líderes son millonarios todos).
Algunas iglesias evangélicas tienen más poder de captación, pero igual: llegar a 150 millones es una bocha difícil de lograr.
Son fanáticos, sectarios y lavadores de cerebro compulsivos, pero no les cierran los números para lograr “fondos genuinos” comprobables.
Tito Garabal, periodista histórico ligado al Episcopado reconoce que la Iglesia Católica dejó pasar el fenómeno de las sectas truchas que se afincaban en La Matanza y ahora es tarde para frenar el fenómeno.
Mezcla de religiosidad criminal, narcotráfico y otros ítems de la delincuencia, junto con un fanatismo sin precedentes, Magario tiene todo su apoyo y a Cristina le gusta más que otros candidatos (Rossi, Moreno, Spinoza, etc.).
La gente se cansó de los candidatos tradicionales, por eso pasa de Lula a Bolsonaro y puede hacerlo de Macri a Magario.
Aún falta una eternidad para 2019, pero así están hoy las cosas.