Hace algún tiempo, durante uno de mis habituales viajes a Buenos Aires, una pareja de pseudo médicos (un hombre y una mujer) hablaba, con aparente solvencia profesional, sobre la física cuántica aplicada al arte de curar. A la sazón dialogaban con Claudio María Domínguez (¿se acuerdan del chico “ODOL pregunta”?) quien conducía un programa en el Canal 26 de cable y por el cual solían desfilar nigromantes de toda calaña. Don Claudio entrevistaba con ostensible obsecuencia a taumaturgos que aseguraban que podían eliminar en un periquete desde un "callo plantar" hasta excluir una molesta "culebrilla", pasando por los estados de "empacho", "estrés agravado" por los bajos sueldos, eliminar desagradables crisis crónicas de "flatulencias hediondas", hasta curar "males de ojo", limpiar de maleficios hogares e industrias, arreglo de entuertos matrimoniales y cosas por estilo. Todo ello expuesto con una seriedad y certidumbre que sinceramente pasmaba.
Hoy lo traigo a colación por: a) la notable cantidad de patochadas que procuran vendernos como si fuéramos idiotas (píldoras y efervescentes para adelgazar; yogures mágicos para niños que dan a tener mayor estatura; pociones en forma de bebidas gaseosas para sustituir lo que natura brinda en nutrientes naturales; cremas planchadoras de cutis a base de baba de caracol; máquinas de ejercicios que resultan inútiles como timbres de bóvedas, etc.); y b) porque tomé conocimiento sobre una nueva especialidad de la histología que empequeñece las curas milagrosas de Jesús: la medicina cuántica. ¡Aleluya, hermanos, parece que la humanidad está salvada!
Como les decía, aquel par de galenos revelaban a la audiencia que ellos aplicaban la física cuántica en medicina para el tratamiento y curación de muchos padecimientos físicos del ser humano. Tal y como describieron de manera sucinta el proceso curativo de diferentes afecciones, contarían - no mostraron ningún equipo que diera una idea de qué se trataba- con una aparatología a la que únicamente ambos tenían acceso y dominio. Cómo y bajo qué circunstancias ingresaron esos equipos al país es un misterio ya que no lo dijeron. Lo cierto es que afirmaban poseerla y aplicarla para el bien de los pacientes que habían sido desahuciados por la medicina clásica.
Ahora parece ser que andan boyando por ahí institutos y centros sanadores en los que se aplica, como un novedoso y mágico método terapéutico, la medicina cuántica, especialidad no reconocida por la Academia Nacional de Medicina de la República Argentina (ver in fine). Se la promociona como la última alternativa válida para superar los fracasos de la histología tradicional. O sea, que se contaría con dispositivos de avanzada tecnología que posibilitarían eliminar de cuajo un carcinoma maligno o restaurar partes óseas deterioradas por la artrosis o artritis, entre otros achaques.
Como la física sólo podría aplicarse en medicina a través de dispositivos ideados y creados por técnicos y científicos que no son médicos, me sentí interesado por conocer más del asunto. Estimaba que la existencia de tal régimen de curación, para los pocos que pudieran pagarlo, podría favorecer a la comunidad más allá de los métodos convencionales.
Ahora bien, ¿cómo se concatena de manera práctica la física cuántica con la tecnología médica de vanguardia? Es un misterio que sería interesante conocer. En lo personal, ignoraba – y aún lo sigo haciendo – que se hubiera alcanzado progreso. Por ello, traté de incursionar en la cuestión, pero tropecé con un sin número de dificultades.
No pretendo en este artículo dar cátedra sobre física cuántica, cuyos alcances habrían permitido la creación de una “nueva rama” de la medicina moderna: la Medicina Cuántica (que aún no consta en las cartillas de las Obras Sociales ni es aceptada por el PAMI). Pero por algo hay que empezar. Ahí vamos.
La pomposa designación elegida seguramente logra llamar la atención y llena de esperanzas a enfermos desesperados que creen estar frente a una piedra filosofal en materia de salud. O sea, el uso del quantum para recobrar la salud quebrantada. Solo intentaré informarles, estimados lectores, en qué investigación me sumergí por causa de aquel par de curanderos. Para ello, no hesité en apelar al invalorable aporte que dejaron los sabios Max Karl Ernst Ludwig Planck, Albert Einstein y Niels Bohr, entre muchos otros, y el escritor Michael Crichton, también doctor en medicina y que de esto sabe mucho, aunque parece que no todo: los galopos no solo superaron sus novelas, sino también los trabajos de los sabios galardonados con el Premio Nóbel.
Entiendo que debo comenzar por recordar que la física - un tema que se toca en la secundaria - es la ciencia de la materia inanimada y de la energía susceptible de expresión matemática. Por lo tanto, dos son sus conceptos fundamentales: materia y energía.¿Qué es materia? Cualquier cosa que ocupe un lugar en el espacio. ¿Qué es energía? La acción que un cuerpo ejerce para mover a otro. En síntesis, la física estudia el sonido, el calor, la electricidad, el magnetismo, la luz y una aglomeración de propiedades.
En otro plano, hace poco más de un siglo Planck (1901) resolvió el problema de la distribución espectral de la energía de la radiación, arribando a la conclusión de que la radiación emitida de energía está integrada por cuantos de energía o fotones. El genio alemán había establecido que la energía era una onda continua que estaba integrada por unidades prudentes que bautizó como quantum. Así las cosas, la revelación de que la energía se dividía en quantum fue el origen de lo que más tarde se dio en llamar Física Cuántica. Fue uno de los grandes avances de la física del Siglo XIX.
Tiempo más tarde, en 1905, Albert Einstein presentó un trabajo - siguiendo los pasos de Planck -, en el cual expuso la interpretación cuántica del efecto fotoeléctrico. En esto avanzó más que allá que el descubridor de los quantum y, en lugar de admitir tan sólo que la materia y la radiación intercambian discontinuamente la energía, atribuyó naturaleza corpuscular a la misma radiación. Con lo cual probó que podía aplicarse el efecto fotoeléctrico partiendo de la hipótesis de que la luz se componía de partículas, a las que llamó fotones. Matemáticamente, las ecuaciones daban un resultado válido. La propuesta revolucionaria de Einstein parecía contradecir la teoría, universalmente aceptada, de la luz como ondas electromagnéticas suavemente oscilantes, pero el sabio logró definir que los quantum de luz podían ayudar a explicar fenómenos que estaban siendo estudiados por físicos experimentales.
Con aportes de unos y otros, los científicos no tardaron en hacerse cargo de que no sólo la luz, sino la energía toda estaba formada por partículas. De hecho, toda la materia del universo se constituía de partículas. Los átomos se componían de partículas pesadas en el núcleo y de electrones ligeros que se movían a gran velocidad alrededor de este. Según la nueva concepción, todo son partículas. Por lo tanto, estas partículas son unidades discretas o cuantos. Y la presunción que describe el comportamiento de estas partículas es la Teoría Cuántica, un descubrimiento fundamental de la física del Siglo XX que llegó de las manos y el cerebro de Max Planck.
Los investigadores siguieron rompiéndose la crisma para conocer en profundidad el fenómeno y no tardaron mucho en detectar que se trataba de entidades extrañas. V.g.: no es posible conocer con certidumbre dónde están; es imposible medirlas con exactitud y nadie ha podido pronosticar qué harán. En algunas ocasiones se conducen como partículas y otras veces tienen la conducta de ondas.
“Con la Teoría Cuántica - cito - se dan dos hechos. En primer término se la vio comprobada infinidad de veces. No hay errores posibles. Puede aseverarse que es la teoría más confirmada de la ciencia. Y no quedan dudas de que la Teoría Cuántica es la descripción matemática correcta del universo” (Revista En plenitud ). Empero, he ahí la dificultad: se trata solo de una descripción matemática. Se limita a una miscelánea de ecuaciones. Y los físicos y matemáticos no lograban visualizar el mundo que se insinuaba en esas ecuaciones: era demasiado irregular y hasta, en cierta forma, contradictorio.
Según se sostiene, a Einstein eso no lo seducía. Lo interpretaba como un traspié de la teoría. Pese a todo, la tesis generada por Planck siguió confirmándose y las cosas fueron de mal en peor. Incluso científicos que habían alcanzado el Premio Nóbel por sus aportes a la teoría cuántica debieron reconocer sin ambages que no lograban entenderla tal y como intentaban. Tan es así que esto creó una situación fuera de lo común. A través de los últimos cien años se tuvo a mano una teoría del universo que todos usan y en la que todos coinciden en que es correcta, pero nadie aun está en condiciones de revelar qué dice realmente esa teoría acerca del mundo y cuál sería su aplicación práctica. Eso sí, existen severas dudas en que la física cuántica tenga algo que ver con la cura de una notable cantidad de afecciones a la que la medicina convencional logró resolver de manera absoluta.
Por todo lo que acabo de exponerles, y en lo personal interesado por conocer a qué metodología apelaba aquel par de médicos para hacer de la física cuántica un paliativo y cura de enfermedades humanas (y por qué no también veterinarias), traté de contactarme con ellos sin resultados. ¿Se trataba de algún equipamiento innovador y desconocido para la comunidad científica mundial, o era simplemente la aplicación de medicina no convencional (curanderismo) a la que se le incorporó la denominación física cuántica para hacer que el "tratamiento clínico" sonara más sofisticado a los oídos de los pacientes. ¡Vaya uno a saber!
Y ahora la medicina cuántica llegó para quedarse, gracias a la cual sería factible curar desde osteoporosis y artrosis (reconstituyendo hueso a hueso y cartílago a cartílago) hasta hacer desaparecer como por arte de magia una enorme cantidad de afecciones rebeldes. Según se afirma, esta clase de medicina conocida como "Sistema Campo Cuántico" (vaya a saber de qué cuernos se trata) dio respuestas favorables a pacientes con problemas de próstata, soriasis, artritis, úlceras varias, alergia, hernia iatal, cáncer en todos sus tipos, empachos, etcétera. Pero va más allá: restablece plenamente las articulaciones deterioradas. Esto último algo efectivamente milagroso, ya que reconstituir huesos no es cosa de todos los días ni de cualquiera... Y si sigo hurgando - supongo, solo supongo -, no me sorprendería descubrir que sería adecuada para eliminar de cuajo hasta la gripe aviar... Realmente ignoraba que se hubiera instaurado una tecnología tan espectacular...
Como diría mi abuelo Isidro: "Parece cosa e'Mandinga". Sin embargo, lo que más me ha sorprendido, y me ha hecho generar mucha suspicacia, es que hacer desaparecer una úlcera de la pierna de un paciente demandó 23 meses. Así dicen que sucedió y está certificado. Sería interesante saber cuál fue el costo que afrontó el enfermo por esos casi dos años de tratamiento. Debe haber sido un fangote de morlacos. ¿O el proceso sanador fue solventado por alguna Obra Social?
En fin, cosas vederes Sancho que no crederes. Es probable que no haya sido del todo claro con esto de la física cuántica que pretende ser aplicada a la salud del ser humano, y que haya dejado muchas cosas en el tintero, por pura ignorancia. Así que necesitaría colaboración ad hoc para completar las piezas de un galimatías que amerita ser aclarado. Por lo tanto, recurro a quien pueda estar más informado e ilustrado con relación al asunto que un periodista desenfrenado - y hasta censurado por ser exageradamente honesto - como yo.
Como colofón para ratificar lo aseverado en el cuarto párrafo, debo decir que la Academia Nacional de Medicina (fundada hace 184 años), según su Estatuto y Reglamento Interno, está compuesta por cuatro Secciones especificas: a) Medicina y Especialidades Médicas; b) Cirugía, Tocoginecología y Especialidades Quirúrgicas; c) Ciencias Biológicas, Físicas, Químicas y Naturales; y d) Salud Pública y Ciencias Conexas con la Medicina (Neumonología, Toxicología, Genética en Medicina, Farmacia y Odontología).
Y según me lo confirmó el señor Presidente de la Academia Nacional, Académico Rómulo L. Cabrini, en mérito a una consulta que le formulé oportunamente, en la augusta Institución no se registran antecedentes sobre las especialidades denominadas física cuántica y medicina cuántica. Ergo: carecen de reconocimiento oficial como prácticas médicas.
Habrá más información sobre los hechiceros cuánticos, si no me atomizan...
“Bienaventurados los incautos porque algún día encontrarán lucidez”.
Juan Isidro González
Bibliografía:
-Bohr, Niel: (1934) “Teoría Atómica y Descripción de la Naturaleza” (“Atomic Theory and Description of Nature”)
-Lorentz, Hendrik Antón: “Apuntes”
-“Timeline”, by Michael Crichton (1999)
-Planck, Max: “Notas y Estudios” (“Notizen und Studien”) Institut für Mathematik