Los 3 derechos humanos (existen sólo 3, el resto no los son) que definen la existencia y la integridad física, psicológica, mental, emotiva, ética y moral de las personas son: el derecho a la vida, a la libertad y a la igualdad ante la ley.
Estos 3 derechos, exigen de parte de todos, una sola acción: la no acción; esa no acción se llama respeto. El respeto es la única regla esencial e imprescindible para la convivencia en sociedad; en ella se sintetizan las declaraciones de derechos y garantías. Dice el cristianismo “ama a tu prójimo como a ti mismo”, yo digo “respeta a tu prójimo como a ti mismo”.
Hace unos días, todos nos vimos conmovidos por un video de una actriz que denunciaba haber sido violada, 10 años atrás, cuando sólo tenía 16 años. La violación es un acto aberrante, absolutamente repudiable y que debe ser castigado por la ley con penas extremadamente severas.
Pero ese relato, difundido en un video cuidadosamente producido, no es condición suficiente para condenar al presunto violador. La palabra del acusado y del acusador tienen el mismo valor y merecen el mismo respeto por parte del resto de la ciudadanía; al menos hasta que se demuestre que alguna de las partes ha mentido, momento en que la justicia emitirá su veredicto.
En este punto, el argumento con esgrimen algunos, es que la justicia es heteropatriarcal y no va a hacer nada, discrepo con este punto. No sólo no es así, sino que incluso existen secretarias, ministerios y legislaciones que otorgan privilegios a las mujeres tan sólo por su condición de tal; cuando la ley no debería hacer distinciones por sexo, religión, raza o demás condiciones personales.
La justicia es tremendamente ineficiente para ambos sexos; más que heteropatriarcal diría que es humanodelictual. Las posibilidades de que se resuelva un delito y el damnificado sea resarcido, en nuestra argentina de hoy, son casi nulas. Sin dudas, la palabra del acusador y del acusado tiene el mismo valor, son las pruebas las que deben definir quién miente y quién dice la verdad, y recién ahí emitir una sentencia. La ineficiencia y lentitud de la Justicia Argentina, la convierten en Injusticia Argentina, pero ese es otro tema que nos atraviesa a todos.
Volviendo al tema, si uno repasa las reacciones en las redes, se encuentra con un número importante de personas que dudan e incluso descreen de lo que relata la actriz. ¿Esto significa que defienden al presunto violador?, en absoluto. Creo que el principal factor de descreimiento es la politización del tema.
La innecesaria portación de pañuelos verdes por parte del colectivo (¿hay algo más denigrante que perder la individualidad?) de mujeres, convirtió un tema que nos importa y atañe a todos, en una bandera ideológica y discriminadora (en el mal sentido del término).
Los pañuelos verdes se identifican con la defensa del aborto (flagrante violación de los derechos del niño por nacer) y con la imposición de la ideología de género en la educación (ataque frontal contra la soberanía de la sociedad base de un país: la familia). Ahora pretenden ser los dueños y únicos defensores de las mujeres, replicando lo que hicieron en el pasado estos mismos grupos de izquierda con las banderas de los derechos humanos.
Cabe aclarar que los derechos humanos (entre ellos la igualdad ante la ley de todos, hombres y mujeres) no son un invento de los socialistas; fueron promovidos por el liberalismo inglés y grabados a fuego en la Revolución Francesa.
Los mismos pañuelos verdes neomarxistas mostraron sus contradicciones y falta de coherencia, al votar en contra la ley de prisión efectiva para violadores. La izquierda en pleno (socialistas y Kirchneristas), María Cristina Brítez, Juliana di Tullio, Myriam Bregman y Victoria Donda entre otros, prefieren que los violadores estén sueltos en las calles y no en la cárcel, ¿no es paradójico?
Ni que hablar del ambiente artístico y de los medios, que salieron a “matar” al acusado antes de que se expida la justicia; personas que no soportan un archivo; individuos que maltrataron y denigraron mujeres por docenas y décadas, incluso algunos llegando a ejercer violencia física contra sus parejas. Pregunto, ¿Por qué el colectivo feminista no los ha escrachado (ojo no acuerdo con el escrache)?, ¿por qué a unos si y a otros no?
Por último, hay un tema que no es menor y es el número significativo de falsas denuncias en lo referido a la violencia de género. Esto no quiere decir que no se le deba creer a quien denuncia; esto quiere decir que la palabra del denunciante no es la palabra de dios, es preciso demostrar la veracidad de las acusaciones.
Existen miles de ejemplos de falsas denuncias; desde la resonante acusación de Chloe Melas contra Morgan Freeman por haber abusado de 16 mujeres (se demostró que era todo mentira); hasta las registradas en los divorcios (sin dudas hay casos verídicos pero otros no) que buscan “monopolizar” a los hijos.
Incluso este perverso accionar contra los hombres por algunas mujeres, llega al extremo de “lavarles el cerebro” a sus hijos para que denuncien a sus padres. En el Congreso Internacional sobre Maltrato Infantil, realizado en Sudáfrica, el Programa de Asistencia del Maltrato Infantil del Gobierno porteño presentó una ponencia que informaba que, del total de denuncias de abuso sexual de niños, se consideraron creíbles tan sólo el 22,56 por ciento de los casos.
Virginia Berlinerblau, psiquiatra infanto-juvenil y perito del Cuerpo Médico Forense, explica que de las denuncias de abuso sexual infantil entre 1994 y el 2000, se validaron el 52,7 por ciento; o sea, la mitad eran falsas. La asesora de la Dirección Nacional de Política Criminal, Graciela Hubez, asegura que “Hoy existen métodos que permiten saber si un chico fantasea o fue influido para mentir”.
El tema es tan grave, que incluso llevó a los padres a fundar la Asociación de Padres Alejados de sus Hijos (Apadeshi), buscando recuperar el derecho de ver a sus hijos.
El Consejo General del Poder Judicial España, señala que la tasa de denuncias falsas es del 80% respecto de los hombre enjuiciados por violencia de género.
¿Con todo esto quiero decir que la actriz miente?, de ninguna manera. Sólo digo que debemos dejar actuar a la Justicia y que debemos presionar a la Justicia para que haga su trabajo bien, en tiempo y forma; en esta instancia, la palabra de acusador y acusado valen lo mismo.
El error es la condena mediática, sin juicio previo, que pesa sobre el acusado. La Santa Inquisición de los pañuelos verdes ha quemado en la hoguera al actor, lo ha transformado en un paria social, lo ha demonizado sin la certeza de su culpa y le ha infringido a su familia una herida mortal.
Si el actor resulta culpable, debe recibir una condena severísima; pero, si llegara a resultar inocente, ¿Quién le devolverá su vida?, ¿Quién se hará responsable del linchamiento emocional, laboral y social?