–¿Vos sos Rosa?
–Sí…
–Si seguís jodiendo, tu hija va a nacer con una bala en la cabeza.
Transcurría plena era K cuando el agente Raúl Rosa escuchó la amenaza de boca de un hombre al que nunca antes había visto. Se lo cruzó en el ascensor de la sede de la SIDE en la calle 25 de Mayo, en el microcentro porteño. Cuando llegaron a la planta baja, cada uno siguió su camino.
El desconocido era morocho, medía 1,80 y andaba por los 50, con el pelo negro y un traje caro. Y estaba bien informado: la esposa de Rosa estaba embarazada y la hija mencionada en la amenaza iba a nacer cuatro meses después.
Rosa salió a la calle aturdido, sin voltear a ver al desconocido, más alto y morrudo que él, aunque no por tanto. Si al menos hubiera tenido su arma a mano… Pero hasta eso le habían sacado sus superiores.
Insultó en voz baja. Y allí mismo decidió que era hora de renunciar.
Lo hizo por teléfono unas horas más tarde, sin mencionar los motivos porque acaso no hacía falta. Sentía miedo. El desconocido incluso lo había llamado por su nombre real, protegido por el secreto de Estado: para la mayoría de la gente, Rosa era Ramiro Rodoni –su alias de espía, con idénticas iniciales–, pero no para aquel robusto emisario que sabía bien a quién le hablaba.
Esa mañana, antes de la escena del ascensor, el jefe de Delegaciones Provinciales de la SIDE, Alejandro Motta, lo había convocado a su oficina para informarle que sería trasladado a la sede de Trelew, en Chubut, bien lejos de donde pudiera seguir molestando. Y no solo eso: el pasaje se lo tenía que pagar él mismo y no le iban a abonar el plus obligatorio por desarraigo.
¿Cómo había llegado a esa instancia dramática? ¿Por qué querían deshacerse de él? ¿Qué había visto o escuchado para que incluso hubieran amenazado a su familia? Rosa ahora lo contará por primera vez ante un medio.
Detallará cómo destapó uno de los mayores escándalos del kirchnerismo, el de las “narcovalijas” de Southern Winds, un hallazgo que le valió ser perseguido y marginado por sus superiores de la SIDE. Dirá que fue testigo de carpetazos y escuchas ilegales a opositores y empresarios. Y revelará que los jefes de la Secretaría de Inteligencia K se enriquecieron con los fondos reservados del organismo.
Rosa no es un ex agente cualquiera: dirigió la División de Casos Especiales de la SIDE, abocada a las investigaciones sobre narcotráfico. Y antes de aceptar esta entrevista, la primera que da, me confió sus experiencias para un libro de inminente aparición, “Historias de espías (y espiados)”. También aportó su testimonio a la Justicia en diciembre de 2017, en un expediente que instruye el juez federal Sergio Torres y que hasta hoy no tomó estado público. Y antes de eso, aclara, informó del asunto al actual jefe de Inteligencia de Macri, Gustavo Arribas, aunque sin encontrar la empatía esperada.
Noticias: ¿Por qué elige hablar ahora?
Raúl Rosa: Pasaron los años, ya no tengo miedo, y de los que estaban conmigo en la Secretaría por entonces, hoy no queda ninguno. Si hablo es por una cuestión de reivindicación personal y profesional, y porque me parece aberrante lo que viví.
Noticias: ¿Renunció por un apriete?
Rosa: No uno, varios. El último fue el del ascensor, pero antes de eso ya me hacían la vida imposible. Me sacaron gente, recursos, tecnología, incluso mi arma, no autorizaron la renovación de mi credencial. Me querían fuera de la SIDE.
Noticias: ¿Por qué?
Rosa: Me metí donde no debía. Descubrí el caso de las valijas con droga de Southern Winds un año antes de que saliera a la luz en los medios. Informé a mis superiores, pero fui ignorado y empezaron a perseguirme. Ellos intentaron tapar todo porque, claro, era un negocio del kirchnerismo.
Según el ex agente, el gobierno de Néstor Kirchner no solo no combatió el flujo de cocaína que traspasaba las fronteras a bordo de una aerolínea alimentada con fondos del Estado, sino que, por el contrario, era el mayor responsable del escándalo. El caso llegó a los medios luego de que a comienzos de 2005 trascendiera que en el aeropuerto madrileño de Barajas fueron secuestradas cuatro valijas que contenían 59 kilos de cocaína. El equipaje, procedente de Ezeiza, había llegado en un vuelo sin pasajeros de Southern Winds. En las etiquetas de esas maletas, que nadie fue a retirar, se leía: “Embajada argentina en España”. Un avión pagado por el Estado argentino, sin pasajeros, y con valijas repletas de droga que estaban destinadas a otra dependencia del mismo Estado.
Narcotráfico a alta escala.
Según el relato de Rosa, la historia comienza a ponerse interesante en noviembre de 2003, solo medio año después de que el kirchnerismo asumiera el poder. En ese momento, la División de Casos Especiales de la SIDE que él comandaba detectó a un ciudadano peruano, Jesús Carlos Vega Burga, que había arribado a Córdoba en un vuelo chárter de la mencionada aerolínea Southern Winds procedente de la ciudad de Tacna, en Perú. El hombre tenía la intención de hacer ingresar al país a otros peruanos de manera ilegal: tráfico de personas era la figura penal que le correspondía a esa actividad. En los meses anteriores, entre junio y noviembre, se habían secuestrado unos 60 kilos de cocaína de origen peruano en Córdoba, Santiago del Estero, Salta, Santa Fe, Buenos Aires y Capital Federal. Concretamente en el aeropuerto de Córdoba, fueron secuestrados tres kilos en agosto y en posesión de otro peruano, Daniel Alejandro Arnúa, también procedente de Tacna en un vuelo de Southern Winds.
Rosa y su equipo empezaban a notar un patrón. El agente sabía, por otro lado, que en el juzgado federal a cargo de Rodolfo Canicoba Corral se estaba investigando una red de tráfico de drogas que ingresaba cocaína desde Perú utilizando la ruta Córdoba-Buenos Aires.
La sucesión de hechos motivó un primer informe escrito de Rosa, que fue elevado primero a la Dirección de Análisis Interior de la que dependía su división y luego a la Dirección General de Análisis, ambas con competencia para tomar algún tipo de medida ante lo que se evidenciaba como una nueva ruta del narcotráfico.
Pero nada de eso ocurrió. El informe de Rosa fue recibido y archivado.
“Encubrimiento de actividades ilícitas” es la expresión que el agente usó en su amplio testimonio ante la Justicia, que también sirve como hoja de ruta de esta nota. Los encubridores, claro, serían los jefes de aquella SIDE K.
Poco después, el 9 de enero de 2004, la División de Casos Especiales de Rosa detectó que otra vez en el aeropuerto de Córdoba se habían secuestrado 17 kilos de cocaína en poder de dos peruanos, también procedentes de Tacna. Nuevamente venían en un avión de la aerolínea maldita, Southern Winds.
Rosa elevó un nuevo informe, que fue igual de desatendido que el primero.
Y tres días después ocurrió algo sospechoso: la agente Vera Caprano –su nombre real, con las mismas iniciales, está protegido por el secreto de Estado– le informó a su jefe Rosa que la carpeta titulada “Narcotráfico” había desaparecido de los archivos informáticos de la Secretaría. Alguien la había borrado sin dejar rastro.
Explica Rosa: “En este punto entendí que éramos un estorbo para las autoridades de entonces. Lo de la carpeta claramente fue un mensaje… Obviamente elevamos otro informe, pero no pasó nada. Solo pudimos recuperar parte del material borrado gracias a los backups”.
Noticias: ¿Qué contenía la carpeta?
Rosa: El trabajo de años. Toda la información que habíamos reunido a nivel nacional sobre el narcotráfico, con datos de causantes, procedimientos, incautaciones, modus operandi, descripciones situacionales, rutas de tráfico, metodologías de enmascaramiento, todo…
Noticias: ¿Qué dijeron sus superiores?
Rosa: El evento fue catalogado como un hecho menor por ellos. El jefe del Departamento de Orden Constitucional, del cual dependía mi división, era José Lisanti. Y también estuvo involucrada la directora de Análisis Interior. Ninguno de los dos hizo nada. Yo solicité en varias oportunidades que se abriera un sumario administrativo interno por la destrucción de esos archivos, pero no me hicieron caso.
El nombre de la directora que menciona el ex agente aparece en su declaración judicial: Lidia Graciela Palacios.
Desoído por sus superiores en la SIDE, Rosa hizo algo más: expuso el caso de las valijas de Southern Winds ante otro organismo del Estado. Así lo cuenta él: “En mi carácter de representante de la SIDE ante la Sedronar, el ente encargado de la lucha contra el narcotráfico, tenía reuniones con ellos una o dos veces por mes. El 2 de julio de 2004, en una de esas reuniones, doy a conocer claramente la existencia de la nueva ruta Tacna-Córdoba-Buenos Aires, y menciono a Southern Winds como la empresa utilizada para transportar la droga”.
Noticias: ¿Y qué pasó?
Rosa: El mayor Marcelo Valicente hizo un gesto de preocupación por lo que dije de Southern Winds. Era el representante de la PAN, la Policía Aeronáutica Nacional.
Noticias: ¿Por qué?
Rosa: Porque Southern Winds estaba muy emparentada al Gobierno. El tema era así. Al asumir Kirchner, la aerolínea estaba quebrada. Entre agosto y septiembre de 2003 se firma un acuerdo entre el Gobierno y Southern Winds, por el cual la empresa absorbía el personal de Lafsa, una aerolínea del Estado que nunca llegó a volar, y a cambio de eso le daban entre 8 y 10 millones de pesos de subsidios por mes. Esto lo firman Juan Maggio, de Southern Winds, el ministro Julio De Vido, y también el secretario de Transporte, Ricardo Jaime. Y luego, mediante una resolución firmada por el mismo Jaime, se le permitió a Southern Winds implementar los vuelos chárter entre Tacna, en Perú, y la provincia de Córdoba, y también se facultaba a la empresa para alterar u omitir escalas. Todo muy discrecional.
Noticias: Justo la misma ruta que estaba bajo sospecha.
Rosa: ¡Exacto! Y en septiembre de 2004, dos meses después de que yo advirtiera a la Sedronar, el ente antidrogas, sobre lo de Southern Winds, ocurre lo de las cuatro valijas decomisadas en España, en el aeropuerto de Barajas, un escándalo que recién llega a los medios en febrero de 2005, cuando el diario La Nación publica la primera nota.
El artículo de La Nación que le dio difusión al escándalo es del 13 de febrero de 2005. El día 20 del mismo mes, Rosa fue llamado de urgencia por dos de sus superiores, la directora de Análisis Interior, Lidia Graciela Palacios, y el jefe de la Dirección General de Análisis, Alberto Mazzino. Lo estaban esperando, furiosos, en la sede de la calle 25 de Mayo. Era un domingo.
Rosa recuerda el siguiente intercambio, que dejó asentado ante la Justicia.
–¿Qué sabés de lo que salió en La Nación? –le preguntó Mazzino con tono imperioso.
–Nada que no les haya informado ya antes y por escrito –se defendió Rosa.
La directora Palacios se sumó:
–Sabemos que están por sacar una nota que dice que Kirchner sabía de antemano sobre el tráfico por informes de la SIDE…
Rosa miró a sus superiores, que lo escrutaban con desconfianza.
–Yo no hablé con nadie. Les informé a ustedes, verbalmente y por escrito. Y fueron varios informes, no uno solo.
Mazzino se atajó:
–Y nosotros cumplimos en elevar esos informes. Después, si “Paco” Larcher no los leyó o los pasó por la trozer, no lo sé…
José Francisco “Paco” Larcher era el subsecretario de Inteligencia, segundo en el organigrama del organismo pero el jefe en los hechos, tanto como para permitirse pasar por la trituradora de papel cualquier informe que lo perturbara.
Ese domingo en la sede de la SIDE, sus superiores le pidieron a Rosa que confeccionara in situ un nuevo informe. El tema los preocupaba cada vez más y no debían quedar cabos sueltos.
Así lo recuerda él: “El informe que escribí ese día fue completamente modificado por mis superiores. Me obligaron a hacer hincapié en que yo asistía a las reuniones de la Sedronar, el ente antidrogas, en carácter de observador, algo falso. Calculo que fue para cubrirse ante lo que yo había advertido sobre Southern Winds en una de esas reuniones”.
Noticias: ¿Y lo hizo?
Rosa: No me dejaron alternativa… Mazzino también me dijo que Larcher era un tipo iracundo, con actitudes psicopáticas, y que estaba enormemente molesto porque lo de Southern Winds hubiera trascendido a los medios, que ya hablaban de las responsabilidades del Gobierno. Todo en un tono de amenaza…
Rosa recuerda haberlo visto a “Paco” Larcher gritando delante de Mazzino cuando algo lo irritaba:
–¡Yo soy Kirchner! ¿Me entendés? ¡Soy Kirchner! ¡Los voy a echar a todos! ¡Los voy a liquidar!
Era una escena tristemente habitual en la sede de 25 de Mayo.
Noticias: ¿Qué más le dijo Mazzino?
Rosa: Me dijo que la información sobre narcotráfico quedaría circunscripta solo al análisis, que no íbamos a actuar…
Noticias: Increíble.
Rosa: También me dijo que claramente en el caso Southern Winds había funcionarios del Gobierno involucrados en el narcotráfico, y que Kirchner recibía dinero de esos actos delictivos a través de Ricardo Jaime, pero que creía que el Presidente no conocía la real procedencia espuria del dinero.
Noticias: O sea que habría sido un negocio de Jaime, que participaba a Kirchner sin llegar a explicarle los detalles.
Rosa: Eso mismo. Por eso quisieron tapar todo desde un comienzo.
Lo mismo, ya se dijo, declaró el ex agente ante la Justicia.
Por su parte, en el viejo expediente que investigó las valijas de Southern Winds cuando explotó el escándalo, uno de los indagados también había apuntado de lleno contra el secretario Jaime. Era el jefe de pista de la aerolínea, Walter Beltrame. “La empresa perdía los subsidios”, dijo, si no se hacía lo que pedía el polémico funcionario kirchnerista. Beltrame concluyó que para Juan Maggio, el dueño de Southern Winds, “Jaime era parte de la empresa”.
El declarante era hijo, a la vez, del jefe de Seguridad del aeropuerto de Ezeiza, el comodoro Eduardo Beltrame, que terminó eyectado de su cargo al igual que el jefe de la Fuerza Aérea, Carlos Rohde.
La causa judicial, que al principio preocupó a la plana mayor del kirchnerismo, con Jaime y Julio De Vido a la cabeza, terminó diluyéndose hasta enfocarse solo en los personajes menores. Juan Maggio y su hermano Christian, los dueños de la aerolínea, fueron sobreseídos. Y el que pagó con una condena fue Walter Beltrame. Southern Winds tuvo que cerrar por culpa del escándalo.
Sigue hablando Rosa: “Mazzino también me ordenó otra cosa. Me dijo que en las reuniones de la Sedronar yo en adelante tenía prohibido alertar a las áreas de antinarcóticos de las fuerzas de seguridad sobre cualquier investigación que la SIDE llevara a cabo. Ya no podía colaborar con información que les permitiera combatir el narcotráfico. ¡Una orden disparatada! Me opuse abiertamente”.
Noticias: ¿Y qué pasó?
Rosa: A partir de mi negativa comencé a ser exageradamente monitoreado por el área de Contrainteligencia de la SIDE. Comenzaron a darse hechos que iban más allá de un monitoreo de contrainteligencia habitual, como podría ser algún seguimiento aleatorio. Acá, en cambio, había ensañamiento. Forzaron los cajones de mi escritorio y revolvieron todo. Bloquearon mi password. De todo hicieron.
Rosa ahora toca otra fibra sensible, la del espionaje ilegal. Dice: “Larcher armó un equipo de incondicionales para hacer pinchaduras telefónicas por fuera del circuito habitual. Y también se manejó con un grupito que respondía a mi superior Lisanti, el jefe del Departamento de Orden Constitucional. Yo veía cómo Lisanti pasaba por arriba de la jefa de la División de Asuntos Constitucionales, cuyo alias era Karen Scardia, y les pedía a los empleados de ella que le confeccionaran fichas sobre los distintos personajes que le interesaban al Gobierno”.
Noticias: ¿Qué son esas fichas? ¿Qué contienen?
Rosa: Toda la información pública, reservada y personal de distintos ciudadanos del ambiente político y empresarial. Cuando el Gobierno quiere seguir a alguien, hace una ficha. Yo esto lo veía a diario porque transitaba por ese salón para llegar hasta mi oficina. Pasaba Lisanti repartiendo papeles o recortes de diarios entre los empleados de la división y gritando: “¡Ficha! ¡Ficha!”. Esto es espionaje interno y es algo ilegal. Paralelamente, mi división estaba abocada al análisis cualitativo y cuantitativo del narcotráfico en el país, lo que a mi entender daba cobertura al resto de las actividades.
Noticias: ¿De quiénes se hacían fichas?
Rosa: Puedo hablar por lo que escuché, porque no me las dejaban ver, obviamente. Kirchner estaba obsesionado con Elisa Carrió. También los seguían a Duhalde, Lavagna, Enrique Olivera, Scioli, Macri, Gustavo Beliz, Roggio, Costantini, Eduardo Eurnekian… Una vez sorprendí a un agente con un gráfico de contactos de las empresas de Cristóbal López y con detalles de los componentes del entramado empresarial. Fue en los primeros tiempos del gobierno de Kirchner, cuando López aún era un desconocido. Cuando le pregunté qué hacía ese gráfico desplegado sobre su escritorio me contestó que no tenía idea de qué se trataba, que alguien lo había dejado ahí.
Rosa ríe por primera vez en la entrevista. En su declaración judicial aparece el nombre del agente al que sorprendió con las manos en la masa: Eduardo Vian.
Ahora recuerda otra evidencia del espionaje ilegal del kirchnerismo. El episodio se inició a fines de 2005, cuando su superior Lisanti le informó que uno de sus colaboradores, cuyo alias era Patricio Zeine –las iniciales, como siempre, se correspondían con las de su identidad real– iba a realizar tareas para la conducción de la SIDE por fuera de la División de Casos Especiales. Poco tiempo después, Rosa descubrió en qué consistía ese trabajo paralelo de su antiguo subordinado. Fue cuando, de madrugada y sin testigos, ingresó al nuevo despacho que ocupaba Zeine en el séptimo piso del organismo y divisó varias carpetas sobre su escritorio, que contenían transcripciones de escuchas telefónicas y otros papers. El encabezado de una de las carpetas decía: “Caso Miguel”. Y en su interior había un minucioso informe que hablaba de Miguel Ángel Toma, el ex jefe de la SIDE duhaldista. Apoyado en las escuchas adjuntas, el memo mencionaba una reunión privada entre Toma y un influyente ex funcionario de los Estados Unidos, Roger Noriega.
Recuerda Rosa: “No podía creer lo que veía. Un ex jefe del organismo, un ‘Señor SIDE’, como se los conoce en la jerga interna, era espiado. Un disparate. Evidentemente, Larcher no tenía límites. Para esa época, creo, Toma ya había denunciado persecución política, y luego también amenazas contra sus hijos”.
Noticias: ¿A “Jaime” Stiuso, el ex director de Operaciones, lo conoció?
Rosa: Obvio. Trabajé en Operaciones y Contrainteligencia y además capacité a muchos cuadros de él…
Noticias: ¿El equipo que Larcher armó para pinchar teléfonos dependía de Stiuso? ¿O lo hicieron por afuera?
Rosa: Eso fue por afuera de Observaciones Judiciales, el área encargada de pinchar las líneas con orden de un juez, que dependía de Stiuso. Acá no: lo hacían sin orden judicial. Pero estoy seguro de que Stiuso sabía, porque el equipo estaba formado por gente de Mazzino y ellos dos fueron amigos y socios en la función. En la Secretaría, todos sabíamos que Larcher todas las tardes le llevaba las escuchas a Kirchner y que el presidente se reía y mofaba de los que ahí aparecían hablando. Incluso, Kirchner ha llegado a llamar por teléfono a algún empresario: “¿Vos mañana te vas a juntar a comer con fulanito? Ojo, eh”, le decía el presidente, y le cortaba.
Noticias: ¿Cómo fueron sus últimos días en la SIDE?
Rosa: El desencadenante final fue una pelea a los gritos que tuve con Lisanti, por lo mismo de siempre, el vacío que me estaban haciendo mis superiores… Me relevó de mi cargo ahí mismo. Y a la semana me dijo que me expulsaba del departamento dirigido por él y que me iban a reubicar en otro lado.
Noticias: ¿Y qué pasó?
Rosa: Después de algunas vueltas, en julio de 2006 me entrevisté con el jefe de Delegaciones Provinciales, que me informó lo del traslado a Trelew y me dijo que el pasaje me lo tenía que pagar yo, una gastada parecía. Cuando me fui y bajé por el ascensor, me crucé con este individuo que nunca había visto en mi vida…
La frase del matón, la de la bala en la cabeza de su hija, aún resuena en la memoria de Rosa. La nena hoy tiene 12 años y está a salvo.
En cuanto a los agentes a los que involucra en esta trama, ni Larcher ni los demás mencionados por Rosa respondieron los llamados para dar su versión de los hechos.
Rosa continúa: “Me quedó algo por contarte de ‘Paco’ Larcher. El nivel de vida que llevaba era notable para tratarse de un funcionario público. Tuvo un incremento patrimonial imposible de justificar…”.
Noticias: ¿Cómo hizo?
Rosa: Con los fondos reservados de la SIDE. Él y también Sonia Fornasero, la directora de Finanzas, que venía de trabajar con Cristina Kirchner en el Congreso. La directora de Análisis Interior me habló más de una vez de los desmanejos de plata de Fornasero. Y Mazzino me dijo varias veces: “Mientras acá tenemos la carrera congelada, Larcher y Fornasero se juegan la guita de los fondos reservados en el casino de Puerto Madero”. También decía: “Lo único que les importa es la pelusa”, por la guita. Ese enriquecimiento está a la vista…
La revelación de Rosa explicaría por qué el patrimonio declarado por Larcher crecía en forma exponencial año tras año, al menos mientras su jefe, Néstor Kirchner, seguía con vida. En el año 2003, cuando entró a la función pública, el jefe de los espías reconoció una fortuna de 497.437 pesos. En 2010, esa cifra se había disparado a 5.277.546 pesos. ¡Diez veces más!
En septiembre de 2009, NOTICIAS hizo públicos los números de su llamativa prosperidad. Bastó con cotejar las sucesivas declaraciones juradas que el agente había presentado ante la Oficina Anticorrupción del Gobierno para darse cuenta de que su rendición de cuentas no cerraba. Su enriquecimiento era inexplicable con su sueldo de funcionario y sin otros ingresos salvo los de tres sospechosas empresas que estaban a nombre de su esposa, y que eran totalmente desconocidas en el mercado: Milikan, Lowstad y Dalaidem. Pero con ellas acaso podía blanquear el dinero que en realidad provendría de otro lado, de los fondos reservados de la SIDE que no están sujetos a casi ningún control contable.
Noticias: Después de denunciar todo esto ante la Justicia, ¿lo volvieron a citar? ¿Hubo algún movimiento en la causa?
Rosa: No, no sé de ningún movimiento, tampoco hubo una nueva citación. No quiero justificar al juez, pero entiendo que debe ser una investigación muy compleja para llevar adelante. Primero, porque podría producirse una especie de efecto dominó y eso es delicado. Hay que ver hasta qué punto existe la decisión política y judicial de ir a fondo para poder sanear los organismos de Inteligencia.
*Extracto del libro "Historia de espías (y espiados)" de Franco Lindner.
Este país fue, es y será un chiste. Un mal chiste.