Economía financiera vs. Economía real, podría ser una buena síntesis planteada al cabo de un mes de enero que terminó con euforia para los mercados, en el que las acciones argentinas ganaron entre un 30 y un 35% en dólares. Un montón para un solo mes, lo que remite como antecedente a octubre de 2015, cuando pasada la primera vuelta se percibió que el triunfo de Mauricio Macri en el balotaje era inexorable. Esto es, los mercados percibieron el final de la era kirchnerista, del populismo, lo que sugiere que podrían estar pensando en estos días que un eventual triunfo de la todavía no oficialmente candidata Cristina Fernández de Kirchner no sería posible.
En efecto, este fue un enero inolvidable para los que hicieron grandes negocios con los bonos, pero también fue un alivio para las autoridades económicas, que vieron cómo el dólar prácticamente ni se movió este mes, y que el riesgo país arrancó el 2 de enero en 793 puntos -después de haber cerrado el año cerca de 900-, y cerró el mes en 674. El Merval, en tanto, tuvo a lo largo del mes una suba de casi 20 puntos.
La economía real, o la que perciben los ciudadanos de a pie a diario, está bien lejos de la euforia. Cada número comparativo tiene el signo negativo delante, y así seguirá unos meses más, pues la corrida arrancó a fines de abril de 2018, y los números comenzaron a precipitarse en los meses sucesivos. El calor intenso que se vivió los últimos días hizo crecer exponencialmente los cortes de luz, y la explicación de que los mismos son mucho más reducidos, o que el grado de resolución es más veloz, no resulta convincente para aquellos que sufren los cortes, ni tampoco para quienes tienen luz y ven por TV penurias ajenas y escuchan cifras de afectados. La interpretación inmediata no pasa por hacer un cuadro comparativo, sino por percibir que el problema sigue existiendo.
A pesar de los fuertes aumentos, que justamente se anunciaron hace un mes y comenzaron a aplicarse ahora, pegadito a los apagones.
Esos efectos de la “economía real” son los que hacen crecer en el imaginario el “riesgo Cristina”, que en los mercados y en la Rosada estimaban estos días sosegado. En efecto, en Gobierno quienes manejan la incipiente campaña hablan de una mejora poco perceptible pero constante en los números oficiales, y anticipan -intramuros, porque no lo dirán públicamente- que la mejoría de la economía va a llegar, más tarde o más temprano, pero a tiempo de ser percibida antes de las elecciones.
Fue el discurso que escuchó María Eugenia Vidal en los encuentros sucesivos que tuvo con el Presidente y su equipo, pero sobre todo durante el almuerzo que mantuvieron en Olivos. Allí le expresaron que sería una pésima señal que ella adelantara las elecciones provinciales, pues sería imposible establecer que no estaba despegándose de la imagen de Mauricio Macri.
La decisión de no desdoblar la tomó la gobernadora, pero sobre todo la de no dilatar el anuncio, como hubiera convenido en función del efecto adverso que la incertidumbre causaba en sus rivales. Pero primó la convicción de que la perdurabilidad de esa indefinición hubiera comenzado a afectarla más temprano que tarde, para terminar a la larga llegando a la misma decisión. Encima, con la sensación de haber cedido a la imposición oficial.
Sonaba razonable también considerar que probablemente en junio -el mes elegido para adelantar la elección bonaerense- no vaya a advertirse aún una mejora de la economía. Tal vez tampoco sea en agosto; supuestamente sí en octubre. Será por eso que muchos insisten con que en tren de reducir costos se eliminen las PASO. Intendentes bonaerenses de Cambiemos se lo piden a Macri. El Presidente sugirió esa alternativa en la previa de las primarias de 2017, pero a la postre terminaron beneficiándolo.
Macri no va a eliminarlas, un decreto es inviable. Y como ya anticipamos, no tiene número para hacerlo por ley en el Congreso. Se lo dijo Emilio Monzó, quien tampoco tiene el menor interés por avanzar en semejante dirección. “Vamos a seguir con PASO mientras yo esté de presidente de la Cámara de Diputados, por lo menos”, expresó a este medio. Y luego abundó en el tema desde la visión estricta de Cambiemos. ¿Cómo decirles a los socios que van a designar los candidatos a dedo? “¿Le vamos a decir que le vamos a sacar las PASO, la alternativa política que les ordena todo el espectro electoral? ¿Con qué número lo vamos a hacer? Yo me pongo al hombro las leyes que estimo que pueden salir; esa no me la pongo al hombro porque te digo que no pasa de una comisión…”.
Hay también un razonamiento que tiene que ver con la especulación. Si bien las PASO pueden ordenar al peronismo en muchos distritos -que es lo que algunos oficialistas quisieran evitar-, también podrían favorecer a María Eugenia Vidal. Es que a la hora de analizar los pro y los contra de unificar la elección provincial con la nacional, el reparo se puso en el riesgo que supone para la gobernadora una elección que se define en primera vuelta. Esto es, mientras Mauricio Macri puede tener la chance de revertir en el balotaje una eventual derrota de la primera vuelta, reviviendo 2015, Vidal no cuenta con esa posibilidad.
Pero para eso le servirá la PASO. Si eventualmente le va mal en agosto, hay una gran posibilidad de que el electorado afín a la gobernadora “corrija” su voto en octubre. Es precisamente lo que sucedió en 2017, cuando Cristina se impuso por 0,21% en la primaria y luego Esteban Bullrich la venció por 4 puntos en octubre. La PASO fue la primera vuelta de la elección de octubre. Y es en general lo que termina sucediendo en todo el país.
Con todo, el optimismo que exudan los que manejan la campaña no es del todo compartido en las líneas inferiores. Una figura prominente de Cambiemos habló de riesgos electorales, pero también de las consecuencias que habría tras un eventual triunfo. En diálogo con este medio, esta importante fuente admitió que “el costado bueno” de polarizar con Cristina es que “nosotros ganamos”. Y el costado malo es que “si polarizamos con Cristina, crece mucho, y hay riesgo, nos puede complicar la economía, y la economía nos puede complicar la elección. Y por ahí terminamos perdiendo. Ese círculo vicioso puede ser complejo, si se da. Es un riesgo que estamos tomando”.
Pero hay un segundo plano en el que hace hincapié nuestra fuente: “Si licuás mucho el espacio del medio, la ancha avenida del medio ya es una bicisenda… ¿y con quién vamos a negociar las reformas si ganamos? Esa es la pregunta”.
“Te quedan los gobernadores”, se responde, para preguntarse a continuación cómo van a ir en sus provincias. “¿En listas con el kirchnerismo o sin el kirchnerismo? ¿Van a ir aparte, van a romper, van a ir en listas propias, van a ir con Cristina?... Empezás a armar y tenés que salir a contar cuántos votos te quedan en ese medio, en el Senado y en Diputados, cuando si ganamos vienen tiempos de mucha reforma”.
Además, agrega, “con un presidente que va a ser pato rengo, porque ya no va a tener reelección”, y advierte que la oposición se va a sacar los ojos a la hora de negociar. “Por ahí van a estar con la cara aún más pintada… Los ciclos duran en general 8 años; ni 4, ni 12, salvo el kirchnerismo por la muerte de Néstor, y entonces los tipos de la oposición te van a decir: bueno, ahora arréglate como puedas. Yo te espero acá en la vereda de enfrente. Ese es un poco el escenario y las dudas que hay hacia adelante”.
El dirigente oficialista advierte entonces que “si nosotros tuviéramos una oposición racional en el medio, que saca 30, 35 puntos, bueno, tenemos 30 puntos del Congreso para negociar”.
El riesgo a futuro para la continuidad de Cambiemos es que para el próximo turno ya no contará con muchas de las llaves que le dieron las leyes en este primer mandato. “Las llavecitas que tenemos ahora son las provincias, y ahí ya nos salió cara la negociación con los gobernadores, mucho más que con el massismo”, reconoce la fuente macrista, que remarca que “terminamos dándoles un montón de guita a las provincias, que están superavitarias y nosotros estamos en déficit. Y entonces, si la negociación se concentra mucho en tres o cuatro gobernadores, que controlan más o menos a su bloque, te termina saliendo más cara esa negociación que si negociaras con un bloque político que tiene más o menos la intención de que el país no explote”.
Consecuencias de un país donde ya no hay bipartidismo y en consecuencia las negociaciones políticas son muy atomizadas. “Son todos archipiélagos con los cuales te tenés que sentar a negociar, y entonces ahí juegan mucho los intereses individuales, más que los del país”, resume el dirigente con una mueca de resignación. Conclusión: los acuerdos son y serán cada vez más complejos.