“El argumento de la intimidación, es una confesión de impotencia intelectual”. Ayn Rand
Lo único trascendente de esta fecha, es que se produjo el último golpe de estado cívico-militar en el país. Fue la última vez en la que cometimos el error de resignar la democracia buscando un atajo (inexistente) para solucionar el caos.
En la actualidad, hemos recuperado en gran medida el espíritu democrático; lamentablemente aun queda pendiente la tarea de recuperar los valores republicanos, así como también el fortalecer el respeto de los derechos humanos (una redundancia, las plantas y los minerales no tiene derechos).
Desde los albores de nuestra historia, hemos vivido en conflictos internos. Pro españoles contra patriotas, unitarios versus federales, conservadores y radicales, estos ejemplos son apenas una pequeña muestra del pasado que marcó a nuestra patria desde 1810 hasta los inicios del siglo 20.
Pero un nuevo quiebre, mucho más severo, comenzó a gestarse e mediados del siglo pasado.
En 1959 estalla la Revolución Comunista cubana (aunque al principio su líder niega esa ideología) y dos de sus artífices, Fidel Castro y el Che Guevara; se convierten en ídolos, promotores y entrenadores de la guerrilla en Argentina, en toda Latino América y en África.
En nuestro país, luego de algunas acciones militares revolucionarias aisladas durante los gobiernos constitucionales de Frondizi e Illia, llega a Cuba (1966) el primer contingente de argentinos que recibirá entrenamiento subversivo; desfilaron por aquellas tierras, el periodista Jorge Masetti, John William Cooke, Marcos Osatinsky, Fernando Abal Medina y el padre Carlos Mujica entre otros.
En un principio, se intentó replicar la guerrilla rural cubana en el norte de nuestro país, pero ante su fracaso, los cabecillas trasladaron el escenario de los combates a las ciudades. De este modo, comenzaron los atentados en bares, edificios, oficinas o en la misma calle; se repitieron las tomas de comisarías, radios, puestos militares y se llevaron adelante sabotajes, secuestros extorsivos y asesinatos de policías, militares y civiles.
Las fuerzas subversivas poseían una clara organización militar; había escalafones, planes de acción, batallones, pelotones, reglamentos, tribunales y juicios sumarios. Poseían un área de propaganda, una de reclutamiento, un ala política, imprentas, fábricas de armamento, y centros de detención y tortura llamados “cárceles del pueblo”.
Esta nueva forma de violencia organizada y cruel, era algo a lo que ningún gobierno había tenido que enfrentar en el pasado; por lo que los sucesivos gobiernos, fueron ensayando diferentes estrategias de combate: primero los enfrentaron con la policía, luego con la gendarmería y finalmente utilizaron las fuerzas armadas y las fuerzas paramilitares.
En un hecho inédito y brillante, se crea en 1971, la Cámara Federal en lo Penal (CAFEPE), área dedicada exclusivamente a los delitos subversivos; estos, por ser tan novedosos, no estaban correctamente contemplados en el Código Penal. Hasta el momento de su disolución, en la CAFEPE se juzgaron y condenaron a prisión (con todas las garantías jurídicas), a unos 600 guerrilleros, se absolvieron otros tantos y estaban siendo procesados 500 sospechosos más.
En 1973 Cámpora es elegido presidente, el mismo disuelve la Cámara Federal, ordena liberar a los guerrilleros condenados y procesados por la CAFEPE, derogó los artículos del Código Penal que condenaba el terrorismo, desarmó a la policía y anuló las leyes que castigaban con pena de prisión perpetua a quien asesinara un policía o a un militar. Los integrantes de la CAFEPE sufrieron suertes muy diversas: unos se exiliaron, otros padecieron atentados y el juez Jorge Vicente Quiroga fue asesinado.
La escalada de violencia no cesaba y ese mismo año, montoneros desencadena la Masacre de Ezeiza. Perón es elegido presidente y su mano derecha, López Rega, crea la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), un grupo de tareas parapoliciales dedicado al combate extra oficial de la guerrilla.
En 1974 muere Perón y asume “Isabelita”; ella establece el estado de sitio y ordena “aniquilar el accionar de elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”. Isabel Martínez de Perón solicita licencia por enfermedad y asume la presidencia Ítalo Lúder, quien hizo extensiva la orden de “aniquilación” a todo el país.
En semejante situación caótica, se intentó reflotar la idea de la Cámara Federal, pero el núcleo duro del peronismo se negó a aceptarlo; tampoco había juez alguno que se atreviese a asumir ese compromiso, algo más que entendible si se tiene en cuenta el macabro destino de sus antecesores.
Es interesante recordar la opinión del General Edgardo Vilas (el que cumplió la orden del gobierno peronista de aniquilar la guerrilla) sobre el estado de la justicia en ese entonces: “es más fácil hacer pasar un camello por el ojo de una aguja, que condenar en sede judicial a un subversivo”.
Finalmente, en 1976, se produjo el último golpe militar de nuestra historia. Hasta ese momento, luego de más de 15 años de enfrentamientos, el número oficial de desaparecidos (CONADEP) era de 908 personas, número que ascendió a unos 7.000, según confirma el último informe oficial del 2008.
Luego de este resumen creo pertinente puntualizar algunas cosas:
· Claramente hubo una guerra interior. Sería muy necio negar que las guerrillas conformaban un ejército, máxime cuando ellas mismas se definían como tales.
· La elección del “campo de batalla” en las ciudades (luego del fracaso del foquismo rural), fue efectuado por las guerrillas; el desinterés por la vida de inocentes es su principal responsabilidad.
· La disolución de la CAFEPE, tribunal dedicado al juicio de los terroristas conforme a derecho, fue responsabilidad directa y absoluta de Cámpora e indirecta de Perón, su titiritero. Este es un antecedente insoslayable de la guerra sucia que luego sucedió.
· Perón también es responsable de permitir (y quizás alentar) la creación de la Triple A por parte de López Rega.
· Ambas bandos cometieron crímenes de lesa humanidad, crímenes inhumanos. La diferencia es que la institución militar (institución que debe ser salvaguardada), cumplió con la orden del poder ejecutivo y “aniquilo” a los terroristas que tomaron de rehenes a los argentinos; dentro de ese contexto, algunos militares cometieron excesos imperdonables que merecen todo el repudio y la condena. Del otro lado, el accionar de la guerrilla, es siempre y en todo momento un crimen de lesa humanidad, (5052 bombas, 1748 secuestros y 1.501 asesinatos, muchos de ellos niños); nadie tiene derecho a querer imponer sus ideas por la fuerza y menos aún durante gobiernos democráticos como lo fueron los de Frondizi, Ilia y Perón.
· En la actualidad, se habla de “los militares diabólicos” y de “jóvenes idealistas” y en realidad no son ni una cosa ni la otra.
Quiero dejar en claro que no soy zurdo, ni facho, ni sionista internacional, ni imperialista, ni ninguno de todos esos calificativos que vomitan quienes no poseen argumentos para debatir. Soy un defensor incondicional de la Democracia y fundamentalmente de la República, amo a mi país y deseo, trabajo y escribo intentando mejorar el presente de nuestra patria; procurando para ello, ser justo e intelectualmente honesto; aún a riesgo de ser “políticamente incorrecto”.
Es tiempo de dar vuelta la hoja y seguir adelante. Países que han estado en guerra como Estados Unidos y Japón o Gran Bretaña y Alemania, se transformaron en socios a los pocos años; Chile y Uruguay superaron hace años el lastre histórico de la guerra subversiva; es tiempo que Argentina entre al siglo XXI y deje atrás este doloroso pasado.