La Patagonia en venta: Cholila, Lago Puelo, Epuyen, a 350 dólares la hectárea cuando en inmobiliarias se las ofrece a 30/50 mil por unidad.
Incisivos y mordaces, ágiles y quirúrgicos, el equipo de periodistas del programa La Liga, que se emite por TELEFE los miércoles a las 22 hs., puso en superficie el testimonio irrebatible de la entrega de tierras chubutenses a precio vil. Ello, permitido por un Decreto de Gobernador, el Nº 74 de marzo de 2005, que abre tranqueras a la prohibición Constitucional, favoreciendo, entre otros, al vicegobernador Mario Vargas, que compró 5.000 Ha. poco antes de asumir el cargo. Tierras con bosques, otra prohibición trasgredida. ¿Barro o transparencia, Mateus le petit roi?
El señor Stephen
Norteamericano de origen, dice que es más divertido hacer negocios aquí, en la Argentina y, principalmente, en Patagonia. Su fortuna la hizo, después del corralito y del corralón, comprando hipotecas a los bancos a un promedio de 0,20 centavos por cada dólar. "Después, perdoné el 50 por ciento y seguí cobrando el resto" explica.
Sthepen Bussy es dueño de más de 80 hectáreas sobre el río Corcovado y el lago Lezana. El justificativo de su inversión fue el montaje de un secadero de rosa mosqueta. Producto terminado que exporta a EEUUdN.
Esta, la inversión declarada fue el justificativo que encontró el intendente de Cholila, Héctor Miguel Castro, para fundamentar la venta de hectáreas de tierras fiscales a precio vil. "Volvería a hacerlo" afirma ante la cámara de La Liga.
El presidente del Concejo Deliberante de Cholila, Adiv Eldan es suavemente parco, aunque también justifica la venta quejándose, como todos los políticos de manual, con que "Antes no teníamos nada aquí". Pero no aclara qué es lo que ahora tienen ante la pregunta de la periodista. Tampoco aclara la cuestión de las "fuentes de empleo genuino" en relación al secadero de Stephen ya que aquí sólo emplean a 18 personas.
Las tierras fiscales
Sobre la cuestión hubo, el año pasado y en oportunidad del oportuno decreto de Mateus le petit roi por el que se le habilitó la obtención del título de las 5.000 hectáreas que había comprado Vargas, el vicegobernador antes de asumir, un debate legislativo y mediático que, como se ve, resultó aplastado por la mayoría automática de legisladores chubutenses que, a contrapelo de lo establecido, con sabiduría, en la Constitución Provincial, privilegiaron al calor de sus nalgas en las respectivas bancas que las cobijan. O sea, estuvo bien Mateus le petit roi y esos que protestan -incluyendo los habitantes originarios que NO pueden obtener títulos de ninguna índole a pesar de hacer más de 100 años que trabajan y viven en sus tierras-, no tienen ni razón ni perciben el cambio en la República.
Cambio siempre atribuido a Néstor Kirchner, claro, al que se sumó Mateus le petit roi cuando, posiblemente, su mentor político -Eduardo Tachuela Duhalde- le haya otorgado el visto bueno para hacerlo.
De tan sencillo modo, bosques nativos y tierras pasan a manos extranjeras sin necesidad de cumplir con ninguna de las leyes que sobre ambas materias, establecen normativas, prohibiciones, restricciones y obligaciones a cumplir. El caballito de batalla -o la zanahoria del burro- es el trabajo genuino a partir de inversiones genuinas.
Raro concepto, como vimos en el caso de Stephen, desde que el proyecto del secadero de rosa mosqueta contó con un crédito oficial, o sea, que don Stephen, además de convivir con sus dos esposas -al mismo tiempo, claro-, pagó únicamente 350 dólares por hectárea que, incluyeron, río y lago.
Es más: don Stephen construyó una pequeña represa que hizo crecer el nivel del lago y, con esto, mató hasta ahora, 200 árboles nativos.
Encarnando
El río Corcovado es uno de los casi únicos cursos de agua dulce en los que se puede pescar salmón del Pacífico. Sería fácil, entonces, para cualquier lugareño, vecino, argentino, llegarse hasta las márgenes del río, armar sus artes de pesca y tirarse el lance de obtener una buena pieza para una no menos suculenta comida.
Pues no. El 80% del curso del río Corcovado es inaccesible para cualquiera que no sea de la amistad de los extranjeros propietarios de tierras fiscales vendidas por el Gobierno.
Uno de los periodistas del equipo que se trasladó hasta Cholila, Esquel y la zona, munido de un equipo de pesca, pretendió llegar hasta el río amparado por la legislación que establece que, en caso de que un campo privado se encuentre entre el camino y el río, las tranqueras deben permanecer abiertas para permitir el paso franco hacia el curso de agua.
Pero no pudo pasar. Todas las tranqueras lucían gruesas cadenas y candados pesados y bien cerrados. Cuando remontó hacia la cordillera, pudo acceder al río, a través de la propiedad de un lugareño real.
O sea, se venden las tierras fiscales incluyendo en la venta los bosques, se venden las márgenes de ríos y lagos y, en algunos no pocos casos, ambas márgenes tierras pertenecen a un mismo dueño -extranjero-, por lo que, sin que nadie le diga algo en contrario, puede bloquear el curso, utilizarlo para sí, montar cotos de pesca privados, criaderos, lo que se les ocurra. Siendo, como es, que las aguas interiores, espejos de agua y las costas marinas (hasta las 15 millas náuticas) son públicas y pertenecen al Estado Argentino.
¿Quién se hace cargo?
A estas alturas y conociendo el paño con el que están hechos los ropajes de funcionarios de toda laya, es probable que el programa La Liga genere alguna espuma y, luego, como la de la cerveza, desaparezca hasta confundir el contenido con otro líquido de orgánico origen.
Fiscales, Fiscal de Estado, legisladores, alguien al fin, dentro de la organización institucional de la República, debería, con urgencia, tomar cartas en el asunto. No alentamos ninguna esperanza, y no es que seamos pesimistas.
Primero fueron los negociados con aserraderos en la Cordillera. Como involucraban a funcionarios de la administración radical de Carlos Maestro, no pasó nada. Luego fueron los Bonos Verdes y el abortado negociado de Prima Clima. Luego el Curro Pres, que también involucró a la administración radical. Pero ahora, esto... como diría la Primera Dama, es "too much..."
Roberto Otero
Albatros Prensa