Esta campaña está mostrando las hilachas como pocas veces se vio. La tensión que genera la dupla Fernández-Fernández es digna de un análisis profundo.
El poder, todos lo saben, lo tiene Cristina. Aunque le cueste perforar su propio techo, ella es la dueña de los votos. Lo demostró el armado de listas. Y fue su índice omnipotente el que señaló a Alberto como su candidato. La marioneta Alberto, Albertítere, entra en conflicto consigo mismo cada dos minutos.
Tiene que mostrarse amable con los periodistas y en un solo día se enfrenta con tres de nuestros colegas; debe mostrar señales claras al mercado y se va de boca con propuestas demagógicas inviables que ni siquiera su elegido en el área de la economía, Guillermo Nielsen, puede fundamentar.
“Son cosas que se dicen en campaña”, balbucea un incómodo Nielsen mientras Fernández vuelve a repetir la misma inconsistencia unas horas después. ¿Piensa defaultear las Leliq sin avisarle a su ministro de economía? ¿Quién habla cuando Alberto mueve la boca?
Por supuesto, Cristina. Recordemos que la única vez que Alberto se presentó como candidato lo hizo de la mano de Domingo Cavallo en el año 2000.
Ya vemos cuál es su orientación, por lo tanto esas palabras tienen el evidente copyright de Cristina para quien la demagogia es su idioma materno. La fiesta, ya sabemos, se paga imprimiendo plata.
Esas fuerzas en roce constante hacen ver al candidato Alberto inconsistente y tenso y muestran a su fuerza sin un eje de campaña claro.
Para colmo, los condimentos marginales que los caracterizan, cuando están fuera del poder se ven aún más patéticos: Raúl Rizzo promete una guerra civil, mientras Biró frena los vuelos y adoctrina pasajeros en un avión herméticamente cerrado. Seguimos esperando el giro al centro que obviamente no llegará.
¿Por qué? Porque el narcisismo de Cristina es tal que por más que necesite de la supuesta moderación de Alberto no le brinda el espacio para desplegar ninguna propuesta que incluya a un sector no fanatizado.
El video de septiembre de 2018, en el que se ve a Alberto cenando con su pareja en un restaurante cuando un hombre mayor lo increpa verbalmente es una imagen no del pasado, sino, tal vez del futuro.
Alberto se levanta, lo pechea, lo tira al piso y se sienta muy tranquilo sin ayudarlo siquiera a levantarse. Con tal mala suerte que el hombre se abrió la cabeza y debió ser asistido.
¿Qué pasaría si existiera un video así de Macri tirando al piso a un anciano kirchnerista que le grita Macri gato? Así de distorsiva y mentirosa es la vara.
Tampoco se entiende por qué Alberto mintió y contó este episodio de otra forma distinta de lo que ocurrió. Pero claro, si son capaces de destruir el Indec es obvio que no importa la verdad, con el relato alcanza.
Vamos a la gran patinada de estos días: el inefable Aníbal fue tan destructivo que hay quienes sospechan que se trató de una puñalada artera al otro Fernández.
Pero no nos vamos a centrar en el ataque misógino de Aníbal a la gobernadora Vidal, la política con mejor imagen positiva del país.
Pero quiero enfocarme en el intercambio entre Ofelia Fernández (dirigente estudiantil, activista feminista, candidata a Diputada por el kirchnerismo) y mujeres peronistas como la senadora María Teresa García y la abogada de Amado Boudou, Graciana Peñafort.
Cuando Ofelia tildó a Aníbal de “salame” sus compañeras peronistas la mandaron a callar: “entre peronistas no nos llamamos imbéciles”, “si a Ud Perón no la completa, milite”, le dijeron las mujeres de la vieja guardia a la joven Ofelia. ¿Queda claro?
Lo tolerancia es “pour la gallerie”; en el kirchnerismo no hay crítica interna, existe una sola forma: el verticalismo absoluto con obediencia patriarcal.
A esto me refiero cuando digo en mi última novela “La matriarca, el barón y la sierva”: que las mujeres pueden ser las primeras en reproducir el discurso machista y cerrar la discusión o el cambio real.
Ofelia, quien supo liderar tomas de colegios y arengar estudiantes de 14 años, ahora se encuentra con el poder patriarcal. ¿Se siente a gusto? ¿Esto es lo que buscaba?
Ofelia decía en el mismo tweet: “Por suerte, estamos las feministas para ubicar a estos salames y pedirles poco amablemente que nos dejen la política a nosotras”.
Detrás de Ofelia se esconden los machos peronistas de siempre. No casualmente, Perón era “el Macho”. Así las cosas en esta campaña donde el kirchnerismo está haciendo gala de una esquizofrenia que lo muestra en su esencia. ¿Será que está faltando el poder de la billetera?