En las últimas horas, el periódico uruguayo El Observador publicó una nota titulada “Una invitación inadecuada”, donde se asegura: “Parece desacertada la acogida en Madrid que le dio nuestro embajador en España, Francisco Bustillo, a Alberto Fernández, el candidato opositor de la coalición peronista Frente de Todos”. La columna dice textualmente:

El Ministerio de Relaciones Exteriores juega un papel central en el éxito del desenvolvimiento de un Estado-nación en un mundo globalizado e interdependiente.

Su tarea es más delicada, de algún modo sutil, en países como Uruguay que, por su dimensión económica y territorial, está más obligado que otros a tener una política de relaciones internacionales muy cuidadosa.

En ese sentido, nos parece desacertada la acogida en Madrid que le dio nuestro embajador en España, Francisco Bustillo, a Alberto Fernández, el candidato opositor de la coalición peronista Frente de Todos y el favorito a ganar las elecciones presidenciales de octubre en Argentina.

No estamos negando el derecho que tiene Bustillo a recibir e invitar en su casa a quien quiera. Y sabemos de su vieja amistad con Fernández, a quien ha recibido en su casa en otras oportunidades, según información de la prensa argentina. Bustillo comenzó a forjar su vínculo con el candidato kirchnerista cuando fue embajador de Uruguay en Buenos Aires.

Pero el contexto electoral y político en el país vecino son motivos de peso que debieron influir en Bustillo —y en la cancillería si es que dio su consentimiento— porque es un gesto de hospitalidad que puede herir susceptibilidades en nuestro país —recordemos el papel protagónico de Fernández durante la crisis entre Uruguay y Argentina por la instalación de la fábrica de celulosa a orillas del río Negro— y en el exterior, por ejemplo, en la administración de Jair Bolsonaro en Brasil y en la propia Argentina.

Una cosa es recibir a Fernández como exjefe de gabinete del gobierno de Néstor Kirchner o como exlegislador, o más en general como dirigente político, y otra cosa en su condición de postulante presidencial en plena campaña electoral y, además, de un país en crisis y muy polarizado.

Pero lo que más nos inquieta no es que Fernández pernoctara en la casa temporal de Bustillo o que este le organizara una velada para escuchar al cantante Jorge Drexler, sino la cena del pasado jueves 5 en la residencia diplomática uruguaya a la que fueron convocados principales referentes de “las empresas más fuertes de los sectores más sensibles de la apuesta española: telefonía, energía, autopistas, bancas” y un empresario de una pyme, según información de La Nación.

“En esa misma casona, donde se alojó en muchas de sus recurrentes visitas a España, Fernández encuentra la libertad para decir lo que quiere y siente. Y exponer su visión al puñado de comensales”, escribió Silvia Pisani, la corresponsal del diario argentino, el jueves 5.No nos parece conforme al buen juicio que la reunión de Fernández con importantes empresarios españoles, en el marco de una gira electoral, haya ocurrido en una sede de la cancillería uruguaya en Madrid.

Es por lo menos inadecuado desde el punto de vista diplomático que Fernández haya fundamentado sus ideas políticas y plan de gobierno, y explicado el papel de Cristina Fernández de Kirchner en una eventual administración de la coalición Frente de Todos, en la residencia de un embajador de Uruguay.

La noche del jueves 5, una residencia en Madrid que jurídicamente es territorio uruguayo, fue el lugar de una actividad proselitista de un candidato de un país extranjero, un hecho que trasciende una cándida invitación a un amigo.