Días atrás el hoy senador nacional y candidato a la vicepresidencia de la Nación, Miguel Ángel Pichetto, se refirió a la alta desocupación y a los numerosos planes asistenciales, destacando que hay 400.000 venezolanos trabajando en Argentina, finalizando diciendo que “hay algo que no está sonando bien”.
La Ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, respondió esos dichos señalando: “Más allá de la dificultad de generar empleo hoy en la Argentina, sin secundario terminado y ninguna capacitación: ¿podés salir a buscar trabajo? ¿Vas a conseguir trabajo? No. Entonces, todo este tiempo nos ocupamos de que esas personas que quisieran pudieran formarse. Ahora, el que no quería dejaba de tener la asistencia». Agregando que la capacitación y la educación son dos condiciones obligatorias para mantener la asistencia social, ya que al re empadronarse a la totalidad de los que reciben asistencias, se comprobó que el 80% no tenía el secundario aprobado. Finalmente señaló que “Tenemos muchos que ya están terminando el secundario y muchos recibiendo capacitaciones. Y 27 mil personas que dejaron el plan social para conseguir un trabajo. Pero necesitamos que se generen 400 mil puestos de trabajo para que dejen de tener la asistencia del ministerio que es la única que reciben y puedan generar sus propios ingresos».
Está muy claro que sin los elementos que provee una buena educación es muy difícil conseguir trabajo, ya sea porque para ello se debe dominar el lenguaje oral y escrito, tener comprensión lectora y manejar las matemáticas básicas. Las distintas evaluaciones que desde hace años se vienen efectuado a nuestros alumnos, a través de pruebas internacionales y nacionales, han venido dando resultados pobres y en muchas ocasiones con claro retroceso respecto a las anteriores. Mientras eso nos ocurre, varios países hermanos de América, nos han superado en esas pruebas.
Es lógico que quienes generan trabajo prefieran ocupar a quienes están en condiciones de desempeñarse de inmediato sin tener que dedicar mucho tiempo en formarlos en temas que deben conocerse y dominarse desde la educación obligatoria completa.
Desde hace décadas que además de los malos resultados en las mediciones educativas, arrastramos altos índices de deserción escolar, por lo que también encontramos con muchos padres que no están en condiciones de ayudar escolarmente a sus hijos, llegando incluso, en casos extremos, a no ocuparse en que sus hijos completen sus estudios.
Desde muchos gobiernos, se han creado planes de terminalidad educativa, mediante los cuales en poco tiempo pueden completar la primaria y la secundaria. Muchos miles han logrado así sus certificados de estudios completos. Ratifico lo dicho en otras ocasiones, estos planes sólo sirven para que los gobiernos alardeen de altos índices de terminalidad educativa, según las mediciones estadísticas. Pero si está sabido y comprobado que, con los doce años de educación obligatoria, elevados porcentajes de jóvenes no logran el dominio del lenguaje oral y escrito, no poseen buena comprensión lectora y tienen poca capacidad de resolver sencillos problemas matemáticos, ¿cómo podemos esperar que esas fallas se superen con la breve, liviana y a veces demagógica enseñanza de planes como el FINES, 20-30, PIE, etc.?
Con este panorama es comprensible que quienes den empleo lo hagan a quienes tengan esos conocimientos básicos y fundamentales en la vida laboral actual. Quienes no los tengan, solo podrán aspirar a empleos de baja calidad y remuneración o de seguir dependiendo de la asistencia gubernamental.
Dar solución a esta problemática no es tarea fácil ni rápida. Sobre todo cuando no se la encara desde la base: una buena educación. Al decir buena incluyo, la trasmisión de los conocimientos que la humanidad ha logrado hasta la fecha de acuerdo a edades y condiciones personales; la capacidad de aplicarlos crítica y creativamente en la vida diaria y, por último, la capacidad de generar nuevos conocimientos.
Estamos lejos de algo así con nuestra educación. De ahí que insisto en que la prioridad nacional es la educación por sobre todo. La educación es la base de la vida de los pueblos, más aún en estas épocas en que se reconoce que la mayor riqueza de una nación es el conocimiento de sus habitantes. Muchos repiten estos conceptos, pero pocos son los gobernantes y legisladores que se dedican a construir esa sociedad del conocimiento. A cambio, caen reiteradamente en la demagogia educativa.
Hago votos para que alguna vez entiendan que todos nuestros problemas son problemas de educación, como lo dijera Sarmiento, quien en materia educativa es un ejemplo.
Reitero que es difícil, larga y ardua la tarea de mejorar nuestra educación; quizás por eso nadie se anima a iniciarla con seriedad, convocando a todos a una tarea que en su fase inicial debiera abarcar no menos de cuatro períodos gubernamentales, nacionales y provinciales en unidad.
Todos los nuevos buenos empleos que se generan exigen conocimiento, de ahí que en este momento debemos reconocer que millones de nuestros hermanos no están en condiciones de acceder a ellos porque ni los gobiernos, ni la sociedad, ni las mismas familias se han ocupado porque las nuevas generaciones tengan la educación que el momento exige. Por cierto, que en una realidad así, la educación no forma parte de las prioridades de las que se hablan en épocas electorales, a las pruebas que provee la actual campaña me remito. Lo que se dice no pasa de los lugares comunes de hablar de construir escuelas, repartir computadoras. También se repite lo de educación de calidad, y si les preguntamos de qué se trata, dudo que unos cuantos sepan explicar el concepto.
Se aplaude y consulta a Finlandia por su sistema y es correcto porque hay que aprender de quienes hacen bien las cosas. Pero debemos tener en claro, que no se pueden tener sus resultados sin aprender la base del éxito educativo finlandés, sus tres prioridades: primero educación, segundo educación y tercero educación.