El Secretario de DDHH y Pluralismo Cultural de la Nación, Claudio Avruj, escribió una nota en el diario La Nación, titulada “La guerrilla de los 70 no nos deja nada para rescatar”, en obvia alusión a la necesidad planteada por algunos “intelectuales K” de revalorizar la lucha armada de las organizaciones terroristas, en aquella década nefasta.
En la nota, el funcionario en cuestión recordó a los héroes que evitaron el intento de compamiento, en democracia, del Regimiento de Infantería de Monte 29, sito en la Provincia de Formosa.
Sostuvo Avruj, en la citada publicación, que “Todos deberíamos coincidir en que la violencia ejercida por las organizaciones civiles armadas contra la democracia fue una tragedia sin ningún costado destacable. Durante 12 años nos hicieron creer que la condena insustituible del contexto previo al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 era un aval encubierto a los horrores cometidos por los militares que tomaron el poder ese día y reprimieron ferozmente en el marco de un Terrorismo de Estado, cuyos hechos fueron debidamente juzgados y sus autores condenados en el recordado Juicio a las Juntas de 1985.”
Supuestamente indignada por la nota de Avruj, la líder de “Abuelas de Plaza de Mayo”, Estela de Carlotto, se sintió obligada a sostener:
“Acá no hubo dos demonios, sino uno solo”.
"No sé esta gente a dónde quiere ir. Esta gente, que está mintiendo y haciendo acciones deshonestas, va a tener que rendir (cuentas) cuando se sepa… ".
"Que no se vayan del país, sino que sean convocados todos aquellos que tienen causas o sospechas de que han lastimado al país".
Los dichos de Estela de Carlotto, calificando como acción deshonesta una simple reflexión publicada en un diario, y convocando a que no salgan del país los actuales funcionarios sobre los que recaiga una mera sospecha de haberlo “lastimado”, merecen alguna reflexión.
El problema de la titular de “Abuelas de Plaza de Mayo” es su profunda intolerancia con quien piensa distinto y, sobre todo, con la realidad.
Las organizaciones terroristas de los 70 lucharon contra la democracia. Intentaron imponer una dictadura. No lo lograron, pero sí fueron cómplices de lo que vino, junto con el gobierno democrático que las reprimió ilegalmente. Así, ambos, allanaron el terreno para la instauración de la dictadura militar y su método criminal iniciado por las FFAA, durante el gobierno peronista que antecedió al golpe. Luego, las organizaciones terroristas continuaron en su intento de desplazar al gobierno de facto, pero no para construir una nueva democracia, sino para imponer un régimen autoritario de signo opuesto.
La Señora de Carlotto suele sostener que es negacionista quien cuestiona el número de 30.000 desaparecidos, aun cuando quien no adhiere a ese dogma considere que existió terrorismo de estado durante la última dictadura militar. En realidad, no hay negación alguna, cuando un historiador, un político o quien sea, desea manejarse con cifras oficiales. Sí, en cambio, lo hay, cuando abiertamente se niegan y se pretenden borrar de la historia, los crímenes cometidos por las organizaciones terroristas de los 70´. Es ahí donde reside el negacionismo de la titular de “Abuelas de Plaza de Mayo”.
En este punto, cuesta entender cómo se puede descalificar a alguien diciendo que sostiene la “teoría de los dos demonios”. Porque si el demonio es la representación del mal, está claro que el demonio estuvo durante el gobierno peronista que comenzó el terrorismo de estado, durante el gobierno de facto que lo continuó e incrementó exponencialmente, y en quienes apelaron al terrorismo montonero, antes y durante la dictadura.
Desde ya que las responsabilidades fueron distintas. No es lo mismo hacer terrorismo desde el poder, que hacerlo desde un grupo armado insurreccional. Pero si hablamos de demonios, la mitología establece distintas jerarquías para esos malignos seres, así como la realidad nos muestra distintas jerarquías del mal.
Lo que no ven la Sra. Estela de Carlotto, y otros fanáticos, es que la esencia del mal está en las conductas: matar, secuestrar, robar, entre otras. En cambio, consideran que el mal está en lo que otros piensan. Y por eso creen firmemente en castigar al que piensa distinto, mientras que justifican cualquier conducta que se lleve a cabo dentro del marco ideológico que ellos consideran “correcto”. De ahí que no se adapten a la República, porque el orden republicano exige a todos, en pie de igualdad, y sin importar lo que piensen, los mismos comportamientos, los mismos derechos y las mismas obligaciones.