La fuerte caída en la actividad económica le está poniendo un freno a la suba de precios. La corrección en los precios está impulsada sólo en los sectores donde la demanda se muestra inelástica debido a que se convalidan subas que de otra manera no tendrían lugar.
Sin embargo, la corrección de precios no se produce de manera automática ni se genera a partir de los proveedores mayoristas. En toda la cadena, se han absorbido pérdidas y las ganancias se cuentan con los dedos de una mano.
Muchas empresas han optado por poner un techo a su rentabilidad. “Mientras no se contabilicen pérdidas, podremos mantener los niveles de actividad. Sólo vamos a poner un freno cuando los números se transformen en rojo”, se escuchó decir a un importante industrial.
En el sector alimenticio, el límite está dado por el vencimiento de los productos. “Depende cuál sea el producto en cuestión pero en general, la devolución te está marcando el nivel mínimo de actividad. Si las devoluciones aumentan, tendremos menor demanda de los proveedores, y eso nos determina el límite de nuestra rentabilidad”, explicó otro empresario.
De todas formas, el impacto en las ganancias de las empresas continúa determinado por el enorme peso de la presión impositiva tanto a nivel nacional como a nivel provincial y las obscenas tasas municipales. Todo esto hace orada los ingresos de las empresas y afecta los balances, por la falta de ajuste por inflación.
La recesión le puso freno al ajuste de precios pero también se transformó en un salvavidas de plomo para las empresas.